La Vanguardia (1ª edición)

Pilums y morteros

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Pasa un tipo corriendo que no dice ni hola, vestido de naranja de la cabeza a los pies, con una cinta en el pelo, un botellín en la mano y una riñonera en la cintura. “Es la compañía que tenemos ahora los arqueólogo­s” –me dice Jordi Principal, conservado­r de las coleccione­s clásicas del Museu d’Arqueologi­a de Catalunya. Lleva un sombrero de paja, con una anilla para poder colgarlo de un clavo y una camiseta de la peña barcelonis­ta de Camarasa: en medio del escudo del Barça luce el dibujo de una pierna que parece sacada de un retablo medieval. ¡Perfecta para un arqueólogo! Hemos subido al collado de Monteró con el director del MAC, Josep Manuel Rueda, para ver los avances de la excavación del campamento romano, en el que trabajan desde hace quince años. También ha acudido el exalcalde de Camarasa, Josep Vendrell que ha sido un gran aliado de los arqueólogo­s desde el primer momento. En la última campaña han desbrozado una torre y han dibujado la línea de la muralla que mira hacia la C-13, que une Lleida con la Pobla de Segur. “Cuando tenía que salir un convoy con el pago de las soldadas o con provisione­s, desde Lleida hasta Artesa de Segre, enviaban un emisario. Cuando el convoy estaba cerca, una hueste del campamento de Monteró lo protegía, hasta que llegaban a los dominios de otro campamento.”

La muralla está bastante derruida porqué en la llanura frente a nosotros, en la guerra civil pasada, se libró la batalla de la cabeza de puente de Balaguer. Hay nidos de ametrallad­oras por toda la loma. Para proteger las posiciones, los republican­os aprovechab­an las piedras del campamento romano.

Un camión blindado de Prosegur y una furgoneta de bonÀrea: ¡el convoy que protegían los legionario­s de Monteró!

Mientras subíamos al yacimiento (hay que subir a pie porque en los acantilado­s anida el quebrantah­uesos y es zona protegida), Principal me iba indicando trozos de latas viejas y oxidadas que contuviero­n el rancho de los soldados. Gracias a los últimos descubrimi­entos han podido establecer donde estaba el Praetorium, la residencia del jefe de la guarnición y de sus esclavos: han desenterra­do una gran chimenea con montones de cenizas. El suelo estaba recubierto con opus signinum (una especie de cemento elaborado con cal, arena y trozos de cerámica que se utilizaba para los pavimentos sencillos). Los muros del Praetorium tienen una corteza de color: estaban pintados. Aïda Moreno, que es la especialis­ta en huesos, explica que en esta parte han aparecido restos de cerdo, de ciervo y de buey, mientras que en el barrio de la tropa sólo se han encontrado huesos de cabras y corderos. Entre el Praetorium yel Cuestorium, la parte administra­tiva del campamento, un zambombazo de mortero.

Principal nos lleva hacia la otra ladera para contarnos la batalla de Llorenç de Montgai de la guerra dels Segadors, de 1641, que enfrontó a tropas catalano-francesas con tropas españolas. No todo van a ser guerras. Al regresar por la C-13 nos cruzamos con un camión blindado de Prosegur y una furgoneta de bonÀrea: ¡el convoy que protegían los legionario­s de Monteró! Nos hemos ganado una gran cerveza en el bar Can Pere de Camarasa.

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Julià Guillamon

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