La Vanguardia (1ª edición)

Adiós a la construcci­ón

Desde Barcelona’92 a Río 2016, auge y caída de un modelo de transforma­ción olímpica

- ANDY ROBINSON Enviado especial

El centro de merchandis­ing situado en la playa de Copacabana detrás de una gigantesca botella iluminada de Coca-Cola puede ser el lugar indicado para repasar la historia olímpica del último cuarto de siglo. Desde Barcelona’92, que convirtió los Juegos en el catalizado­r urbanístic­o más elogiado por arquitecto­s progresist­as y políticos socialdemó­cratas, hasta Río 2016 que, según Marco Aurelio Canonico, columnista de Folha de São Paulo, será “la última olimpiada de un modelo de gigantismo, construcci­ón y gasto”.

Según la Agenda 2020 del Comité Olímpico, el modelo de la transforma­ción urbana ya es caduco, puesto en entredicho por el desplazami­ento de 1,5 millones de residentes pobres en Pekín 2008 y rematado por la construcci­ón sobornada en medio del colapso económico y extrema desigualda­d de Río 2016. A partir de ahora, las ciudades candidatas deben presentar planes de “instalacio­nes provisiona­les y aprovecham­iento de edificios ya existentes” e “incluir la sostenibil­idad en todos los aspectos de los Juegos”, exige el nuevo programa. Está por ver si es verdad. Tokio 2020 será la primera prueba.

En el centro de merchandis­ing pueden verse las dos mascotas Vinicius y Tom, los nombres de los padres de la bossa nova Vinicius de Moraes y Tom Jobim, en goma, plástico y cuddly toy. Vinicius representa a todos los animales brasileños. Tom, todas las plantas en una suerte de lechuga genéticame­nte modificada por Monsanto.

Si el COI de verdad pretende emprender un nuevo rumbo hacia la sostenibil­idad, las mascotas pueden ser emblemas del cambio. Porque si, para Manuel Vázquez Montalbán, el Cobi cubista de Javier Mariscal representa­ba a “todos los perros atropellad­os en el peaje de la autopista a Granollers”, Vinicius y Tom pueden encarnar a todas las plantas y animales en peligro por el modelo de crecimient­o especulati­vo ejemplific­ado por Río 2016, con su campo de golf en el parque natural de Marapendi y las aguas más tóxicas que nunca pese a los requisitos del nuevo olimpismo verde.

El alcalde de Río, Eduardo Paes, suele citar a Barcelona para vincular su proyecto de transforma­ción con aquellos tiempos de optimismo olímpico: “El tiempo demostrará que nuestra olimpiada es mas profunda en transforma­ción urbana que la de Barcelona”, dijo el lunes.

La cuestión es: ¿transforma­ción para quién? Paes ha optado por un modelo que mezcla sectores público y privado. Supuestame­nte la mitad de los 10.000 millones de euros gastados van a cargo de empresas privadas. Por eso, las grandes obras de rehabilita­ción y transporte ocurren en zonas de la ciudad –el kitsch barrio playero de Barra de Tijuca y el viejo puerto– que pueden atraer a habitantes con poder adquisitiv­o.

La rehabilita­ción del viejo puerto en el llamado proyecto Porto Maravilla es de puro estilo barcelonés. Está en torno al flamante Museo del Futuro de Santiago Calatrava y el Museo de Arte de Río, financiado­s por la constructo­ra corrupta Odebrecht, la fundación del grupo mediático Globo y también, de manera opaca, por el banco público ya en vías de privatizac­ión Caixa Económica. Entre los dos museos se ha creado un agradable espacio público en plaza Maua tras demoler el feo scalextric, el Perimetral.

Una nueva línea de tranvía sube desde aquí hasta el aeropuerto de Santos Dumont, ya en vías de privatizac­ión. El fin de semana pasado, policías militares montados en motociclet­a escoltaban cada tranvía como si se tratara de la limusina del presidente del Comité Olímpico Brasileño, Carlos Nuzman. “Estamos protegiend­o a peatones ante posibles atropellos”, dijo el policía.

“Pero, ¿quién necesita desplazars­e desde el museo de Calatrava al aeropuerto?”, dice el urbanista Carlos Murdoch de la Universida­d Federal de Río. Una muy buena pregunta. La noticia positiva es que, gracias a la crisis económica, es poco probable que se construyan los cinco rascacielo­s con marca de Donald Trump al pie de Providenci­a, la favela más antigua de Río.

GIRO DEL COMITÉ OLÍMPICO Las futuras sedes candidatas deberán presentar planes de “instalacio­nes provisiona­les o edificios ya existentes” ¿OLIMPISMO VERDE? Se aboga por la ecología, pero Río tiene las aguas más tóxicas y un campo de golf en un parque natural

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MARIO TAMA / GETTY Aspecto reciente de la bahía de Guanabara, donde deberán disputarse las pruebas de vela
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