Desglobalizar
En las últimas semanas han aumentado casi exponencialmente las referencias a retrocesos en la globalización –una búsqueda en Google de backlash globalization 2016 es ilustrativa– especialmente a raíz del resultado del referéndum británico sobre la salida de la UE y de las reiteradas declaraciones del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos acerca de las virtudes de eventuales medidas proteccionistas. Algunos analistas incluido el último Nobel de Economía, Angus Deaton, apuntan a cómo la percepción de la ruptura del contrato social que había venido cohesionando las sociedades occidentales desde la segunda mitad del siglo XX, visibilizada en crecientes desigualdades y agravios en la distribución de cargas fiscales, es un poderoso factor explicativo de la desazón con las políticas que han sido centrales en las últimas décadas…y con los políticos – partidos y personas – que los han encarnado.
No es la primera vez que ello sucede. En 1930 la respuesta proteccionista por parte de Estados Unidos ante una situación de crisis en la economía mundial combinada con la guerra de devaluaciones competitivas que inició el Reino Unido en 1931 agravó las cosas. En 1933 cuando había expectativas de una respuesta coordinada de las principales potencias en la hoy olvidada conferencia de Londres, unos planes bienintencionados e incluso razonables –que encajarían en los comunicados oficiales actuales del G-20– acabaron en fiasco ante la negativa de Estados Unidos de asumir la parte del ajuste que correspondía a su situación como nuevo líder de la economía mundial. Un precedente relevante tanto para la responsabilidad de Estados Unidos como, en cierta medida, de una China que, pese a sus dificultades, sigue aspirando a tener un papel – ¿y subsiguiente responsabilidad? – en la primera división global.
En esas primeras décadas del siglo XX,
Ignorar los agravios provocados por la gestión de la globalización aumenta los peligros para todos
pues la combinación de unas crecientes desigualdades y de sucesivos episodios de crisis económicas y geopolíticas tuvo consecuencias dramáticas a las que contribuyeron las medidas de retrocesos en la internacionalización del estilo “sálvese quien pueda” por parte de actores destacados. “Hacer cada uno la guerra por su cuenta” sería otra expresión aplicable… y aunque sea políticamente incorrecto debería recordarse que el símil bélico a finales de los 1930 dejó de tener sentido figurado.
Como ha mostrado la experiencia británica y, hasta ahora, el desarrollo de las primarias y nominaciones en Estados Unidos, no son ni de lejos suficientes las meras advertencias de que los remedios que se abrazan pueden ser, muy probablemente, peores que las enfermedades ya experimentadas. Como ha insistido el ya citado Nobel Deaton, incluso si no se está de acuerdo con las alternativas que algunos proponen, seguir ignorando los agravios provocados por la forma en que se ha gestionado la globalización y la crisis – y en nuestro entorno más cercano la integración europea y sus dificultades– y negarse a darles adecuada respuesta aumenta los peligros para todos.