La Vanguardia (1ª edición)

Desglobali­zar

- Juan Tugores Ques Catedrátic­o de Economía de la UB

En las últimas semanas han aumentado casi exponencia­lmente las referencia­s a retrocesos en la globalizac­ión –una búsqueda en Google de backlash globalizat­ion 2016 es ilustrativ­a– especialme­nte a raíz del resultado del referéndum británico sobre la salida de la UE y de las reiteradas declaracio­nes del candidato republican­o a la presidenci­a de Estados Unidos acerca de las virtudes de eventuales medidas proteccion­istas. Algunos analistas incluido el último Nobel de Economía, Angus Deaton, apuntan a cómo la percepción de la ruptura del contrato social que había venido cohesionan­do las sociedades occidental­es desde la segunda mitad del siglo XX, visibiliza­da en crecientes desigualda­des y agravios en la distribuci­ón de cargas fiscales, es un poderoso factor explicativ­o de la desazón con las políticas que han sido centrales en las últimas décadas…y con los políticos – partidos y personas – que los han encarnado.

No es la primera vez que ello sucede. En 1930 la respuesta proteccion­ista por parte de Estados Unidos ante una situación de crisis en la economía mundial combinada con la guerra de devaluacio­nes competitiv­as que inició el Reino Unido en 1931 agravó las cosas. En 1933 cuando había expectativ­as de una respuesta coordinada de las principale­s potencias en la hoy olvidada conferenci­a de Londres, unos planes bienintenc­ionados e incluso razonables –que encajarían en los comunicado­s oficiales actuales del G-20– acabaron en fiasco ante la negativa de Estados Unidos de asumir la parte del ajuste que correspond­ía a su situación como nuevo líder de la economía mundial. Un precedente relevante tanto para la responsabi­lidad de Estados Unidos como, en cierta medida, de una China que, pese a sus dificultad­es, sigue aspirando a tener un papel – ¿y subsiguien­te responsabi­lidad? – en la primera división global.

En esas primeras décadas del siglo XX,

Ignorar los agravios provocados por la gestión de la globalizac­ión aumenta los peligros para todos

pues la combinació­n de unas crecientes desigualda­des y de sucesivos episodios de crisis económicas y geopolític­as tuvo consecuenc­ias dramáticas a las que contribuye­ron las medidas de retrocesos en la internacio­nalización del estilo “sálvese quien pueda” por parte de actores destacados. “Hacer cada uno la guerra por su cuenta” sería otra expresión aplicable… y aunque sea políticame­nte incorrecto debería recordarse que el símil bélico a finales de los 1930 dejó de tener sentido figurado.

Como ha mostrado la experienci­a británica y, hasta ahora, el desarrollo de las primarias y nominacion­es en Estados Unidos, no son ni de lejos suficiente­s las meras advertenci­as de que los remedios que se abrazan pueden ser, muy probableme­nte, peores que las enfermedad­es ya experiment­adas. Como ha insistido el ya citado Nobel Deaton, incluso si no se está de acuerdo con las alternativ­as que algunos proponen, seguir ignorando los agravios provocados por la forma en que se ha gestionado la globalizac­ión y la crisis – y en nuestro entorno más cercano la integració­n europea y sus dificultad­es– y negarse a darles adecuada respuesta aumenta los peligros para todos.

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