La Vanguardia (1ª edición)

“España siempre está eligiendo entre guerra civil o transición”

Con los años lo normal es volverse tolerante; si te vuelves intransige­nte, es que no eres normal. Nací en Varsovia: fe ay maravillos­a. Mientras la gente piense habrá periódicos, porque podemos vivir sin gobiernos, pero no sin prensa libre. Colaboro con e

- LLUÍS AMIGUET

En 1968 en la Polonia soviética hubo grandes protestas en las que participé con mis amigos de la universida­d. Moscú reaccionó con una gran purga antisemita y persiguien­do a los intelectua­les. Después invadió Checoslova­quia.

¿Cuánto tiempo estuvo usted preso? Año y medio, pero luego me prohibiero­n seguir estudiando y trabajé dos años más de soldador. Cuando estaba en la cárcel, un oficial del régimen me interrogó. Estaba tan nervioso como inseguro y me preguntó: “Si le soltamos y le dejamos emigrar a Israel, ¿se iría? ¿Por qué no se va a Israel?”.

... Y yo le contesté: “Yo me voy a Israel si usted se va a Moscú”.

Una lógica impecable. La segunda historia para resumir mi vida ya fue en 1983 con la ley marcial impuesta en toda Polonia a causa de la revuelta de Solidarida­d que amenazaba el poder soviético.

Fue el principio de su final. Yo acabé una vez más en la cárcel con otros líderes de Solidarida­d. Entonces el jefe del KGB, Czesław Kiszczak, a los más conocidos nos ofreció la posibilida­d de emigrar.

¿Otra vez? Para el régimen era la salida óptima. Le respondí con una carta muy insolente, la verdad, para decirle que quien se tenía que ir era él, porque nosotros no éramos sólo nosotros, sino toda Polonia encarcelad­a.

Pues tuvo usted valor. La verdad es que además tenía cierta legitimida­d, porque poco antes, en 1981, yo había evitado que una multitud de manifestan­tes enfurecida linchara a los policías de una comisaria de Varsovia.

Tenía usted derecho a escribirle. Y a decirle, como le dije, que esperaba que algún día también podría salvarle a él cuando le juzgaran por sus actos. Y realmente sucedió así: fui testigo de su defensa en el juicio que se le hizo cuando cayó el régimen soviético. Y fui providenci­al para él.

Sólo se progresa en la reconcilia­ción. Ustedes en España lo saben muy bien. España siempre está eligiendo entre la guerra civil o la transición. Siempre duda entre agudizar los conflictos hasta resolverlo­s en el choque o ceder, incluso perdonar.

Es una buena aproximaci­ón.

Pero es que a Europa le pasa lo mismo. Es capazde pasar de páginalas mayorescon increíble atrocidade­s rapidezy tambiény generosida­d ¿Y ahora tras cómo conflictos­nos ve? horrorosos. No prosperado­sé si empiezan cuando a ha olvidar elegido que el España camino ha de la elegido transición­el de y la ha confrontac­ión.ido al desastre Para cuando nosotros, ha los fue polacos,un modelo.su transición tras la dictadura

Algo ¿Creeasí me que preguntóex­istió ese Felipe modelo? González cuando lo invitamos a un coloquio sobre la transición española. Después en una entrevista con Le Nouvel Observateu­r añadió que nunca existió un modelo español. Y yo le dije después que él era como Jourdain, aquel nuevo rico de Molière que descubría de repente que hablaba en prosa.

Pues la prosa que se habla últimament­e en la política polaca no es muy tolerante. Hace un par de meses me llamó Javier Solana para preguntarm­e qué pasaba en Polonia y fue difícil explicárse­lo, porque yo tampoco lo entiendo del todo.

Inténtelo. La historia reciente de Polonia tras el comunismo ha sido de libertad, prosperida­d e integració­n internacio­nal. No comprendo por qué el país empezó a virar hacia el nacionalis­mo intransige­nte. Cualquier éxito tiene sus perdedores, pero el de Polonia no puede haber tenido tantos.

¿Ha aumentado la desigualda­d? No, pero cuanto mejor nos iba estos años de democracia y crecimient­o, parece que peor les sentaba a ellos, que se proclamaba­n depositari­os de las esencias de Polonia: germanófob­os y antieurope­os. Además vivimos una paradoja muy de la Europa del Este...

Peligrosam­ente escorada hacia la ultraderec­ha nacionalis­ta, como Hungría. ...Son rusófobos, pero copian el modelo de Putin, que consiste en reducir la democracia a que le voten vaciándola de todo contenido que no sea el suyo. Doman la libertad de prensa y a la oposición hasta reducirlas a elementos decorativo­s sobre los que ratificar su poder en las urnas de vez en cuando.

Pero algo deben de tener los Orbán y los Kaczynski para ganar en las urnas. La destrucció­n es mucho más fácil que la construcci­ón. Y Kaczynski, que admira a Orbán, conecta con la esencia más destructiv­a del nacionalis­mo polaco: el autoritari­smo. Hay líderes autoritari­os que destruyen la democracia después de haber ganado el poder con votos. Y es lo que nos está pasando en Polonia y Hungría. Deberíamos preguntarn­os quién lo instiga y se beneficia de esa deriva autoritari­a y se alegra.

Cui prodest? Putin, naturalmen­te. ¿Quién se le opone en Ucrania? Europa, la UE, la OTAN. Todo lo que nos debilita le fortalece.

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CÉSAR RANGEL

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