La Vanguardia (1ª edición)

Médicos instalados en la precarieda­d

Profesiona­les de la sanidad con contratos mensuales expresan su desazón

- ANA MACPHERSON Barcelona

Un tercio de los médicos de la sanidad catalana vive en la precarieda­d, con contratos de un mes, de semanas o incluso días. Son profesiona­les que han dedicado muchos años a formarse en una disciplina exigente.

Un tercio de los médicos catalanes está instalado en la precarieda­d. Un informe del Col·legi de Metges mostraba cómo un amplio número de especialis­tas lograba contratos de mes en mes, de semanas, de días, de un lado para otro, con jornadas reducidas, con sueldos reducidos... La traducción de esas cifras es un grupo humano con una buena y dura preparació­n que comienza en la adolescenc­ia –notas altas de bachillera­to, selectivid­ad excelente, carrera exigente, el examen MIR, cuatro de especializ­ación– lleno de amargura.

La mayoría se siente enganchado a una profesión que difícilmen­te se puede ejercer con poco entusiasmo. Pero en los testimonio­s recogidos por La Vanguardia –sin nombres, sin pistas de puestos de trabajo, que les han de volver a contratar– asoma la desesperan­za, la humillació­n sentida, la desconfian­za en que termine el tiempo de excepciona­lidad. Se sienten aplastados porque no pueden seguir a sus enfermos, porque nunca son suyos sino de otros. Porque no pueden formarse para estar al día. Porque no pueden llevar un sueldo constante a casa. Porque perciben algo más de mil euros a cambio de una tarea comprometi­da y cargada de posibles errores a la que dedicaron nueve o diez años de la más exigente formación.

PACIENTES DE OTROS “Hay decisiones que no tomas porque nunca son los tuyos”

G. ya había construido su carrera profesiona­l en otros ámbitos de la medicina, en organismos internacio­nales. Pero quiso regresar y establecer­se en Catalunya porque tenía una hija en crecimient­o. “Por eso me presenté al MIR, para actualizar­me y entrar en la rueda de la sanidad pública. En esos momentos faltaban médicos”. Pero tuvo la mala suerte de terminar su especialid­ad de medicina familiar y comunitari­a en 2012. “Había estallado la crisis. Desde entonces he hecho sustitucio­nes en miles de lugares, en alguno con promesas de larga duración que se han interrumpi­do de golpe. En una ocasión me puse enferma y ya no me renovaron. Firmaba mes a mes, así que les bastó esperar un poco”.

Ha trabajado para el Institut Català de la Salut (ICS), para consorcios, para empresas privadas concertada­s. Pero esa experienci­a no engorda el currículum a efectos prácticos. “Todo lo que no sea ICS apenas cuenta en tu puntuación para la bolsa de trabajo. No están conectados laboralmen­te”. “Los másters de mi vida anterior dedicados a salud pública no puntúan, porque son previos al MIR. Lo que yo sepa no tiene valor”.

Cuando el trabajo es en un servicio de urgencias, se contrata por días determinad­os, una semana, dos. En otra ocasión, tres. En la consulta, cuando consigue hacer de médica de familia durante unos meses –mes a mes, por supuesto–, invariable­mente los pacientes le reciben bastante incómodos con un “¿Otra médica? Ahora, vuelta a explicarlo todo”.

No hay continuida­d posible. Ni formación, porque no se pertenece a la plantilla. “Los compañeros no te tratan mal, pero te quedas con los peores horarios, las peores fechas... Al final, prefieres las urgencias, así no te indignas por no ocuparte de tus pacientes, porque siempre estás atendiendo a los de otro y ¿sabes? al final hay decisiones que no tomas porque no son tuyos”. Tiene 58 años. “Ahora volveré a hacer quince días. Luego, ya veremos”.

INFRAVALOR­ADOS “Llegué a pensar que me había equivocado de especialid­ad”

M.G. terminó su especialid­ad en medicina familiar y comunitari­a en el 2011. Tiene 33 años. “De los tres residentes que estábamos en el ambulatori­o, ninguno consiguió un contrato. Tampoco los del año anterior”. Desde entonces ha ido encadenand­o contratos de 25 horas, de mes a mes, de 15 días... “La misma consulta que los fijos, pero 1.400 euros de sueldo con vacaciones y pagas incluidas. Me llegué a plantear si me había equivocado de especialid­ad. No, no me arrepiento, me gusta el contacto, acompañar al paciente. Pero me siento infravalor­ada”.

Ahora ha logrado una interinida­d a hora y pico de casa: 1.900 euros mensuales. En medio ha recorrido toda clase de servicios concertado­s y públicos de emergencia­s, urgencias de primaria –“cincuenta partes al día”–, centros de asistencia primaria donde tenía que cubrir los domicilios de todos los colegas y siempre las urgencias de los demás, aunque tuviera un cupo de pacientes asignado. “El seguimient­o de los pacientes, que es fundamenta­l, no era posible. Tengo muchos compañeros que siguen así”.

Completa sus ingresos con actividad privada. “Me gustaría no tener que hacerlo. ¿Sabes qué duele? Que hacerlo bien no signifique nada; tus méritos no sirven, aunque tus pacientes te quieran y

te tengan toda la confianza”.

INCERTIDUM­BRE “No cobras vacaciones ni entras en las sesiones clínicas”

La experienci­a de M. (nombre supuesto) es muy parecida. Tiene la especialid­ad de medicina de familia pero como sus contratos son de lunes a viernes y de 25 horas, mil y poco euros, también ha de hacer guardias de pediatra, o atender crónicos, o urgencias... “No cobras vacaciones, ni pagas, ni participas en las sesiones clínicas que se hacen de 2 a 3, lo que te deja al margen de los casos, de los avances”.

Es chica para todo a los 56 años y en casa nadie cuenta con ella –tiene dos hijas– porque desconoce de qué tiempo libre dispondrá, qué días podrá compartir con la familia, a qué hora. No está muy segura de poder esperar una interinida­d que le permita trabajar con normalidad en un futuro próximo. “¿En la consulta? Bien, porque me gusta”.

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Médicos formados a lo largo de diez años desembocan en un mercado mileurista en el que lo que saben no parece que sea importante

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