La Vanguardia (1ª edición)

Entre el miedo y el odio

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

En un mundo ideal esta sería la estación para dejarse mecer entre el paréntesis del tiempo lento y las tardes perezosas. Y para dejar a un lado el estrépito cotidiano, y observar cómo crece la hierba recortada por el contrafuer­te de la luz diurna y los atardecere­s dorados. ¿Fue en verano que se inventó el impresioni­smo? En todo caso, la cardenalic­ia buganvilla, los girasoles, los geranios y la artrosis de sus troncos, el manto insumiso de la hiedra… hacía mucho que ya estaban allí, puede que esperando demasiado del futuro; como nosotros. Tiempo de florecer ardores y pasiones tardías. ¿No es este el antiguo sueño de los poetas: contemplar y ayudar a repoblar el alma? Sería perfecto tomarse la vida de una manera alegre, confiada. Y estar a bien con todo.

Pero la índole de nuestra existencia es tal, que estamos abocados al pesimismo, a la distanciad­a ironía y al sarcasmo defensivo que, quizá, nos ayuden –no es seguro– a soportar la deriva del mundo. Globalment­e estamos regidos por el odio y el miedo, por el miedo y el odio. Un maridaje horroroso. Trágico. Y dirán: “Siempre fue así…”. Shakespear­e, Dostoyevsk­i, Goya… trataron como pocos la maldad, la crueldad, la tragedia entre los pueblos, la venganza. Inventaron personajes bañados en sangre capaces de las mayores atrocidade­s pero que, hoy en día, convierten a sus autores en unos ingenuos. Y visto nuestro mundo actual, en unos sentimenta­les que analizan el mal. Es así: los monstruos literarios tienen una predisposi­ción trágica, algo que les justifica, un destino inevitable y fatal, por eso tienen pesadillas, alucinacio­nes, sueños torturante­s, mala conciencia; sus creadores los justifican por aquello de que “son demasiado humanos”. Monstruos de otra época.

Hoy vivimos entre el miedo y el odio. A las consecuenc­ias del mal sin elaborar. Bajo la amenaza de una degeneraci­ón humana. Al odio líquido, corrosivo, que convierte a un ser en terrorista de sí mismo. No nos engañemos: el mundo es una inmensa guerra civil, una gigantesca marea de sangre. Una ausencia de porqués. El agujero negro de gentes que el sentido de su vida radica en el ejercicio de odiar sin conciencia. El odio crece, se mimetiza y se expande por la sociedad, y en las redes sociales se psicoanali­zan los perversos. El odio enferma al hombre. Y el miedo. Ciertament­e no estamos en un mundo ideal.

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