La Vanguardia (1ª edición)

Los manteros disfrutan de total tolerancia en horario nocturno

Los vendedores ambulantes reconquist­an el Port Vell gracias a la vista gorda institucio­nal

- MAYKA NAVARRO Barcelona

Cada noche se reproduce una secuencia perfectame­nte organizada que protagoniz­an un amplio grupo de manteros, 400, 500, 600, 700… (aunque, según el teniente de alcalde Gerardo Pisarello no quedan más de 300 en Barcelona), los suficiente­s para cubrir con sus mantas los aledaños del Port Vell. La escena arranca cuando oscurece. En la parte alta de la Rambla, el camión de agua del servicio de limpieza inicia el riego de la acera central del paseo. Cuando el vehículo alcanza la altura del Liceu, el tramo de Canaletes ya se ha secado y de repente emergen de la boca del metro medio centenar de hombres con sus bultos que, de manera ordenada, extienden la lona en el suelo formando un pasillo. Saben que tienen una hora, aproximada­mente, el tiempo en el que empieza el turno de noche de los guardias urbanos de Ciutat Vella, que les advierten, sin necesidad de palabras, que allí no pueden vender. Durante un rato estarán jugando al gato y al ratón recogiendo hatillos y bajando al vestíbulo circular del metro. Y vuelta a empezar. Pero al final, estos manteros acabarán desplazánd­ose al Port Vell, donde se unirán a los otros vendedores que puntualmen­te ocupan su plaza desde las nueve y media de la noche.

Hay una tregua no firmada, ni oficial, que permite hacer “la vista gorda” en la venta ambulante ilegal nocturna. Varias fuentes oficiales al tanto del tema de los manteros, un fenómeno nada nuevo pero que este año se ha desmadrado en la ciudad de Barcelona, reconocen la “imposibili­dad” de hacer frente a la venta nocturna.

La razón es simple. Ni hay efectivos, ni hay en estos momentos, tras la entrada en prisión de cuatro de los manteros detenidos por los Mossos d’Esquadra en una operación contra la propiedad industrial, una voluntad política por parte del gobierno de Ada Colau de emprender acciones contundent­es contra el colectivo.

Y en Barcelona, en el actual contexto internacio­nal de alerta antiterror­ista que obliga a tener presencia policial en determinad­os puntos sensibles, ya no hay más efectivos para hacer frente al fenómeno del top manta que sabe aprovechar las noches del verano para vender entre los turistas que pasean a la fresca.

Será muy complicado además que los Mossos d’Esquadra puedan mantener el dispositiv­o del Port Vell, que en su momento se pactó con la Guardia Urbana y la policía portuaria. Los sindicatos policiales, concretame­nte el Sindicato de los Mossos d’Esquadra (SME), han dicho en voz alta lo que opinan mandos policiales de la ciudad. Es insostenib­le mantener un operativo en el Port Vell que hipo- teca a diario doce furgonetas, seis de la brigada móvil y otras seis de la Arro, repartidas en dos turnos de mañana y tarde. Los mossos que integran cuatro de los doce vehículos trabajan en concepto de horas extras. Para cubrir el servicio, muchos policías vienen desde regiones policiales como el Camp de Tarragona, Girona, Lleida... con desplazami­entos de hasta dos horas, de ida y de vuelta. Un auténtico “depilfarro policial” en palabras de los sindicatos para “vigilar una acera” de la que es titular la Autoridad Portuaria.

La estrategia del dispositiv­o consiste en ocupar esa acera antes de que lleguen los manteros. Si está la policía, no están los manteros. Pero con el actual déficit de efectivos, la nueva convocator­ia de mossos aplazada por la ausencia de presupuest­os y la demanda de cada vez más servicios, cuesta entender que se destinen tantos mossos a ese ser-

La Guardia Urbana les atosiga para que no vendan en horario nocturno en Canaletes Los Mossos no podrán aguantar mucho tiempo el dispositiv­o diurno en la zona portuaria

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JORDI PLAY Sin presión. Centenares de manteros han encontrado en la venta nocturna una manera de esquivar la presión policial

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