¿Granados?
Follet
Intérpretes: Orquestra de Cadaqués; Jaime Martín, director Lugar y fecha: Auditori Espai Ter (3/VIII/2016). Festival de Torroella de Montgrí
Bien nos alerta el musicólogo Josep Dolcet en las notas al programa de esta versión de concierto del “drama lírico en tres actos” Follet, sobre el desconocimiento del teatro lírico catalán. Pero, lamentos a un lado, al menos este centenario de Granados ha servido para escuchar en Lleida y aquí esta versión del Follet estrenado en el Liceu en 1903 y del que sólo se habían oído desde entonces fragmentos en versión muy reducida.
En realidad Follet es teatro con música y cantantes que deben saber comportarse en escena y tener entrenamiento en la dicción, que es lo que comunica con el público. Para empezar hay que decir que se trata de una obra del Granados joven, casi 35 años, y es producto de la búsqueda de un lenguaje en el que estaban comprometidos los modernistas de entonces, frente al casticismo en el que poco después el gran Vives encontraría (o perdería en cierto modo) su camino; casi contemporánea es Bohemios, muy cercana a estas búsquedas de Granados, aunque ya en la dinámica que exigía Madrid, y también la versión original de La vida breve de Falla. El teatro lírico entonces era un campo de combate y en Barcelona se alistaron en él escritores, músicos, poetas y pintores con ideales comunes. Era teatro catalán en cuanto a fuentes e ideología modernista, con sus referentes en el ámbito internacional, y en catalán.
Por ello una versión de estas obras debe de tener en cuenta que juega con elementos muy sensibles y que no vale hacer una mala copia de un delicado cuadro. Porque ahora llega la responsabilidad de productores e intérpretes. Felizmente el reparto de voces contó con cantantes de buen nivel técnico, aunque muy alejados de lo escrito en cuanto a interpretación y planteamiento, una responsabilidad compartida con el director musical que, a pesar de que era versión de concierto, debe procurar el dinamismo normal y dejar que el cantante actúe y no que estén pendientes a que les de la entrada.
Algo que ocurrió ya desde el inicio con el coro o en fraseos en los que a tenor del compás se saltan respiraciones y comas del texto, y más aún en el tramo final, en el que el compositor tiende a la poesía. Los cantantes declamaron sin ninguna expresión e interioridad ni gesto dramático. Por otro lado, la concepción es de orquesta en el foso, por lo que se debe moderar su sonido si todo está en escenario. Granados pide muchos matices en esta obra y deja claro las formas de decir, incluso del coro que a veces hace papel de comentar, y no se atendieron, como tampoco lo hizo en escenas meditativas el Follet, en un segundo acto delicioso, o el barítono que expresaba hacia el final dureza en diálogos sonrientes, sin seguir ambos las claras indicaciones.
El trabajo de Granados es singular, hay momentos de muy buena factura y atractivos preludios e interludios, delicados temas populares, e ideas que prefiguran aspectos del magnífico Giravolt de Toldrà. La orquesta trabajó quizá con pocos ensayos y dejó ver notorios fallos.