Pintura mural con spray
Un libro de fotos de Jeosm y textos de Pérez-Reverte muestra las bambalinas del grafiti más contracultural
El grafitero y fotógrafo que firma como Jeosm desvela en el libro Guerreros urbanos, con imágenes en blanco y negro y pequeños textos de Arturo Pérez-Reverte, algunos de los entresijos del mundo del grafiti más underground, subversivo y contestatario.
Tienes que apostarte durante días para estudiar el lugar, conocer los túneles, quedarte con todas las salidas en la cabeza, tener bien claro por donde has de correr si tienes que huir a toda velocidad... Y además tienes que estar en forma, para correr más rápido que los guardias jurados que te persiguen, para saltar la valla antes de que te alcancen los perros y su estela de babas, para dejar tu huella a cambio de nada, para pintar un tren, un vagón de metro, los grandes paneles informativos de las autopistas... Para jugártela a cambio de nada.
Porque en verdad el auténtico grafiti no tiene nada que ver con el arte, nunca lo tuvo, siquiera con lo que ahora llaman el arte urbano. Aquí nadie busca el gran reconocimiento, un rincón en un museo, en una galería de arte. Aquí sólo puedes conseguir el respeto de los tuyos. De esos tipos que te acompañan, que nunca te dejarán atrás. Aquí, si te reconocen, te ponen multas, te embargan las cuentas, incluso te meten en el calabozo. Todo esto es ilegal. A ojos de la mayoría siquiera tiene sentido. Y con razón. Por qué carajo los buenos contribuyentes tienen que pagar entre todos las reparaciones de los desmanes de estos delincuentes. Qué pretenden, qué quieren, qué piden... Nada de esto tiene sentido.
El grafitero y fotógrafo que firma como Jeosm desvela en Guerreros Urbanos algunos de los entresijos del mundo del grafiti más underground, subversivo y contestatario. Aquí nadie quiere un rincón en un museo, en una galería de arte. Sus instantáneas en blanco y negro ahora publicadas por Alfaguara vienen acompañadas de pequeños textos de Arturo Pérez-Reverte. Jeosm ya echó una mano al escritor mientras preparaba El francotirador paciente. Jeosm le explicó el argot de este mundillo, sus costumbres, sus entresijos... Ahora el escritor presta su pluma al writter, al pintaletras, al grafitero de toda la vida. La mayor parte de los trabajos publicados en torno al graffiti están siempre llenos de fotografías de pintadas muy coloridas. Prima siempre el color y la obra. En las instantáneas de Guerreros Urbanos apenas aparecen pintadas. A través de estas páginas sientes la adrenalina que corre a través de las venas cuando caminas muy encorvado entre dos raíles, cuandrid,
Los ‘writters’ emplean días, a veces semanas, en planificar sus asaltos, en memorizar todas las salidas de un túnel
do te agazapas entre las ruedas de hierro para asegurarte de que el vigilante de seguridad no está al otro lado, cuando tienes que retirarte a hurtadillas con el rabo entre las piernas y los aerosoles sin apretar. Hasta el momento de disparar han de ocurrir muchas cosas. Guerreros Urbanos nos cuenta las bambalinas de estos asaltos.
“En estos momentos el arte urbano está en auge –explica el propio Jeosm, de 33 años, desde Ma- durante una conversación telefónica–. A mí, emplear las paredes de la ciudad para promocionarse como artista y después ganar dinero, me parece muy legítimo, pero no va conmigo. Entiendo que haya personas que busquen notoriedad, poder vivir del arte, montar exposiciones, tener patrocinadores, pero... Yo, en alguna ocasión, también gané algo de dinero pintando. Pero aquello ya no fue grafiti, simplemente fue un trabajo de decoración con spray. El verdadero grafitero únicamente puede disfrutar del reconociento de otros grafiteros. Porque si los otros demuestran que fuiste tú quién... Al gran público le cuesta mucho entender todo esto. No le encuentra sentido. A mí todo esto me parece muy romántico. Yo ahora, como fotógrafo, doy la cara, tengo un pie fuera, pero no hablo de lo que hago como grafitero. Hablamos de un movimiento que tiene que ser clandestino, que no tiene otro remedio. Y en este mundillo cada cual tiene su motivación. Yo no apruebo pintar la fachada de un vecino o un monumento, pero otros...”.