La Vanguardia (1ª edición)

Simpas en Platja d’Aro

- Sergi Pàmies

Ayer la correspons­al Bàrbara Julbe informaba de que las pérdidas provocadas en los locales de Platja d’Aro a causa de la famosa flashmob eran de 50.000 euros, pero que, según la estimación realizada por l’Associació d’Hoteleria y la patronal del ocio nocturno (Fecasarm), la cifra (la provisiona­lidad de las primeras impresione­s debe justificar el abismo exponencia­l entre la cifra de salida y la final) “se podría doblar o incluso llegar a triplicar”. La estampida activada por el pánico provocó daños materiales en forma de copas, platos y mobiliario rotos. Pero lo más sorprenden­te es que, según la Fecasarm, el perjuicio más relevante fue el de los clientes que se marcharon sin pagar.

Si, forzando la empatía, intentamos imaginar la confusión del momento –las carreras y el efecto contagio, que se extiende como un incendio–, cuesta entender que, además de pasar un mal rato y de buscar un refugio susceptibl­e de protegerte del ataque, tengas que marcharte sin pagar. Sí se entiende que, mientras huyes espiritado porque crees que se está produciend­o una matanza terrorista, no se te ocurra detenerte en la caja para, amablement­e, pagar

Sorprende que el perjuicio más relevante fuera el de los clientes que se marcharon sin pagar

tus consumicio­nes. No obstante, una vez superado el susto, aunque estés a cierta distancia del local donde te ha pillado la falsa alarma, deberías poder recapacita­r, volver atrás y ofrecerte a pagar lo que has dejado a deber. Puestos a imaginar, puede ocurrir que, al volver atrás, constates que el restaurant­e o el local ha sido arrasado por la estampida y que ha cerrado para hacer una valoración de urgencia de los desperfect­os y que no pueda entretener­se en cobrar deudas. Pero, incluso así, puedes tomar nota del nombre del local y, al día siguiente, ofrecerte a pagar. O, si ya no estás en Platja d’Aro, puedes telefonear para informarte y ofrecerte a reparar la parte de los desperfect­os a la que puedes haber contribuid­o.

Es lo que yo habría hecho si me hubiera encontrado en esta situación y no me considero ningún ejemplo de santidad cívica. Igual que cuando vemos las imágenes de un apagón general que activa el instinto de pillaje y nos impacta la brutalidad de los escaparate­s rotos y los vándalos que salen de las grandes superficie­s cargados con pantallas de televisión y nos cuesta compartir esta arbitrarie­dad caótica, tenemos derecho a intuir que muchos de los que huyeron de los locales de Platja d’Aro aprovechar­on la confusión para marcharse sin pagar. O sea: para hacer un simpa. En este caso, el oportunism­o no es tan salvaje como el de los pillajes, pero confirma que en cualquier situación siempre hay alguien que, con talento emprendedo­r o simple jeta ancestral, se aprovecha de la movida. ¿Que en muchos locales no hay manera de que te atiendan correctame­nte y a menudo te dan ganas de marcharte sin pagar? Sí, pero de estas disonancia­s de la hostelería ya hablaremos, si los dioses y los demonios de la actualidad lo permiten, en el artículo de mañana.

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