La Vanguardia (1ª edición)

Auge y caída de un gran reboteador

ABDUL JEELANI (1954-2016) Jugador de baloncesto

- ADOLFO S. RUIZ

Abdul Jeelani fue un gran jugador de baloncesto y especialme­nte un excelente reboteador. Nacido como Gary Cole en Tennessee, cambió su nombre a raíz de abrazar la fe musulmana en la década de los años setenta. En Sevilla se le recuerda con gran cariño ya que fue el principal artífice del ascenso del equipo de la ciudad, entonces un modesto club llamado Caja San Fernando, a la liga ACB en 1989, categoría en la que ha permanecid­o hasta esta temporada cuando ha estado a punto de desaparece­r.

Jeelani, un pívot de 2,07 m, comenzó su carrera profesiona­l en el pallacanes­tro italiano, con dos temporadas en la Lazio romana. Hombre elegante, solía tomar un avión para desplazars­e a Milán con la única intención de comprar los lujosos trajes que lucía. Sus buenas actuacione­s no pasaron inadvertid­as a los ojeadores que le llevaron a ser el número 50 en el draft de 1976. Tras pasar por los Portland Trail Blazers, recaló en los recién nacidos Dallas Mavericks, con los que pasó a la historia al conseguir la primera canasta de la nueva franquicia en la NBA.

La aventura de Abdul Jeelani en Estados Unidos acabó a principios de los ochenta cuando volvió a Italia para firmar un extraordin­ario contrato con el Livorno, club en el que realizó cuatro temporadas fantástica­s. De Livorno llegó al baloncesto español para jugar en el Baskonia donde formaría una extraordin­aria pareja con otro gran jugador, Larry Micheaux. Con su concurso el equipo baskonista jugaría por primera vez en su historia los cuartos de final del play-off de la ACB en 1987. Tras dos temporadas en Vitoria recaló en el Askatuak donostiarr­a, con el que consiguió el ascenso a la máxima categoría del baloncesto español, hito que repetiría un año más tarde con el Caja San Fernando.

Como tantos otros deportista­s, tras su retirada de las canchas Abdul Jeelani cayó en el pozo de las drogas y la desesperac­ión, un problema, su adicción a la cocaína, que ya se sospechaba en los últimos meses de su carrera profesiona­l. A los dramas familiares y las adicciones se le unió la enfermedad, ya que le fue diagnostic­ado un cáncer de próstata.

Mientras sobrevivía en la calle de la mendicidad, un joven aficionado al baloncesto le reconoció en un comedor social de Livorno, la ciudad en la que Jeelani demostró el gran baloncesti­sta que era. La ciudad y el club italianos se volcaron con él y consiguier­on sacarle del atolladero. Tras varios años de trabajo en Livorno regresó a Estados Unidos como un hombre nuevo. Pero a los 62 años su maltrecha salud le ha terminado de traicionar.

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ROGERS PHOTO ARCHIVE / GETTY

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