El cello de Queyras
36 Festival Internacional Pau Casals Intérpretes: Jean-Guihen Queyras, violoncelo Lugar y fecha: Auditori Pau Casals (El Vendrell-Sant Salvador) 4/VIII/2016
Un recital del violoncelista Queyras en este Auditori propone diversas coordenadas singulares. Y él mismo lo dijo, que era un honor y un compromiso tocar en este espacio que rememora la figura de Pau Casals, a pocos metros de la villa con tantos recuerdos del gran músico y nada lejos de su casa natal. Porque Casals es referencia mundial por un lado como redescubridor y puesta al día de la interpretación de las suites de Bach en los escenarios, y, por consiguiente, de la potenciación del violoncelo como instrumento solista para el futuro.
Y precisamente el programa se abrió con la suite nº 1, y se cerró con la Sonata Op 8 de Kodaly, obra de la segunda década del siglo, de referencia para virtuosos y que dio carta de ciudadanía definitiva al instrumento y sus posibilidades en tiempos del gran brillo internacional de Casals. Más tarde, ya cercana la muerte del músico catalán, Britten escribió en los sesenta sus suites para cello solo, dedicadas a Rostropovich (1927-2007).
Otra de las cuestiones que propone Queyràs como intérprete, que dispone de una técnica excelente, es la aparente libertad con que interpreta, en particular las suites de Bach, que dejan tanto margen al instrumentista. Su universo parece ser el del gran Bylsma, con un acercamiento que no descarta principios del barroco, aunque con recursos más modernos. Quizá llamó la atención muy al comienzo una cierta escasa respuesta sonora en armónicos por parte del magnífico violoncelo Cappa del siglo XVII que usa Queyràs, préstamo de la Société Génerale. Quizá el día que un banco nuestro compre un instrumento para ceder cambie el mundo. Pero la obra recuperó aliento expresivo con deliciosos movimientos lentos, con riqueza de planos y contrastes, y una estupenda concepción global. Libertad sí, pero sustentada por una idea general.
Buen trabajo de arco y búsqueda de sonoridades en la suite nº 1 de Britten, vertida con cierto humor inglés pero “a la francesa”, explorando con acierto las zonas de bordón y los rasgos polifónicos, siempre en un ámbito sonoro interior, que me parece muy propio de Queyras. Finalmente un virtuosismo de buen gusto, sin exageración y de gesto medido, dio carácter a la Sonata op. 8 de Kodaly, con una gama de sonoridades bien logradas y un deleite en la expresión.