La Vanguardia (1ª edición)

El club de los poetas vivos

- Màrius Serra

No hace falta subirse a una silla para apreciar la poesía. El verdadero pedestal, por decirlo con el título de un libro de Jordi Coca sobre Joan Brossa, son los zapatos. En los últimos años se ha vivido un auge de la poesía recitada, encabezado al principio por la figura de Enric Casasses (a la sazón Casassas) y compartida por decenas de voces muy variadas que a menudo se han fogueado en el circuito de recitales antes de publicar los poemas en libro. El mismo Josep Pedrals, premio Lletra d’Or 2013 por El romanço d’Anna Tirant (Labreu), ya hacía años que era conocido por sus recitales cuando en 2003 publicó su primer libro: Escola italiana (Empúries). El circuito de recitales y la programaci­ón estable en locales como Horiginal consolidan el hábito de escuchar poesía. Algunos poetas también exploran lenguajes fronterizo­s. Hay una larga tradición de musicar poemas. Uno de los ejes programáti­cos de la Cançó fue, justamente, divulgar la tradición literaria a través de las canciones. Raimon, Llach, Serrat, Ovidi, Maria del Mar Bonet... Todos musicaron poemas de autores muertos. La gente simultanea­ba el taraleo con los versos de Marc, Verdaguer, Sagarra, SalvatPapa­sseit. También musicaban a los vivos (Espriu, Pere Quart o Estellés), pero el poeta raramente intervenía en el proceso. Aún hoy es una operación frecuente. En la última Fira de Bellprat August Garcia, que ya había musicado a Philip Larkin, estrenó Surant com les pedres, una propuesta escénica sobre poemas de Jaume Subirana. Subirana los escuchó allí por primera vez.

Ahora que la era digital modifica los soportes de lectura algunos escritores investigan otras vías para llegar al público. Josep Pedrals es el caso más extremo. Ha llevado su poesía al teatro (El furgatori), ha hecho canciones y las ha interpreta­do con los grupos En/doll y Els Nens Eutròfics, y participó como actor, con Jordi Oriol, en montajes como En comptes de la lletera . Un caso diferente es el de Roc Casagran, narrador y poeta que pisa la escena musical recitando al lado del cantautor Cesk Freixas. Su última novela, L’amor fora de mapa (Sembra) atrae a muchos lectores desde que salió en febrero y tiene ahora una derivada escénica inédita en el panorama narrativo. El protagonis­ta de la novela es poeta y el narrador incluye algunos de los versos que este recita. A partir de estos poemas Mireia Vives y Borja Penalba han grabado un disco homónimo y, junto al novelista, han montado un concierto-espectácul­o que va más allá de la mera interpreta­ción de las catorce canciones del disco basadas en los poemas que aparecen en la novela. Entre tema y tema, el escritor lee fragmentos de su novela integrados en un cierto juego dramatúrgi­co. La operación está en sintonía con el espíritu de Litterarum, una feria de espectácul­os literarios nacida en Móra d’Ebre a rebufo de la Fira del Llibre Ebrenc con la única condición que sean “espectácul­os creados partiendo de cualquier disciplina artística que tengan la literatura escrita originaria­mente en lengua catalana como eje central”. El terreno de juego se amplía.

Ahora que la era digital modifica los soportes de lectura algunos escritores investigan otras vías

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