Más pobre que el padre
Más pobres que sus padres”. El titular de la investigación publicada a finales de julio por McKinsey parece un ataque a la corrección política. Porque rompe con una convención que ha sido masivamente compartida en el mundo rico durante décadas. Que el que viene detrás tuyo lo tendrá mejor. Vivirá mejor que tú. Pero eso puede no ser así en los próximos años. Al menos para una parte significativa de la gente. La consultora teme que para más del 50% de la población, en especial entre las clases medias de los países desarrollados, los ingresos bajen.
En la tradición, el padre (o la madre) llevaba al hijo a la cima de la montaña y, mirando al valle, le decía: “Mira, todo esto será tuyo”. Y lo que el hijo veía era un piso en propiedad, un automóvil de segunda mano, la segunda residencia (en Platja d’Aro si eras de Terrassa; en Palamós si de Sabadell), una libreta en la caja y un empleo. El guión ya se había deteriorado en los últimos años. Porque el padre ya llevaba tiempo comiéndose ese ahorro o endeudándose para que el hijo viviera algo mejor. Y porque en aquella libreta hay menos saldo y sí muchas comisiones. Pero lo que se ha puesto mal de verdad es lo del empleo. O al menos un empleo con perspectivas de estar mejor retribuido que el tuyo.
¿El hijo peor situado que el padre?
Vigente desde los cincuenta, la idea de que el que viene detrás tuyo vivirá mejor empieza a no ser verdad
¿Que no ha sabido coger el ascensor a tiempo? Si a alguien le ocurría a algo así, antes, lo vivía como una especie de fracaso personal. Ahora amenaza con convertirse en algo generalizable a amplias capas de la población de los países ricos.
Hay razones demográficas que explican ese escenario imprevisto. Algunas son demográficas. Como el envejecimiento de la sociedad. En este país, la gente del baby boom tendrá el honor de haber levantado un estado del bienestar, pero puede llevárselo con ella a la tumba, dados los amplios recursos que absorberá. Todo en una generación. Pero la causa central parece estar en la pérdida de productividad de esas economías y en el descenso continuado de los ingresos de las familias. Es lo que ha constatado McKinsey en 25 países: que entre los años 2005 y 2014 los ingresos del 70% de las familias o se han estancado o han bajado. Si esto continúa, las previsiones se cumplirán.
¿Es sostenible una sociedad con una perspectiva de este tipo? Nadie lo sabe. En todo caso es inédita en nuestra memoria. Y también es corrosiva para las convicciones de la gente. Provoca mal rollo. Desata toda clase de reacciones y rechazos hacia los factores que están detrás de los cambios que nos han llevado hasta aquí: el libre comercio, la tecnología y las migraciones. Es una perspectiva, además, difícil de gestionar. No está en la agenda de los políticos. Lo estaba el control de la inflación. Lo está la creación de empleo. Pero nadie habla de qué tipo de empleo. No es una prioridad. Y eso sí que será un problema.