La Vanguardia (1ª edición)

Dos hombres de fe entre Clinton y Trump

MIKE PENCE Y TIM KAINE HAN ENTRADO EN LA GRAN ESCENA POLÍTICA DE ESTADOS UNIDOS AL SER LOS DOS ELEGIDOS COMO VICEPRESID­ENTES POR DONALD TRUMP Y HILLARY CLINTON. LES DISTANCIA LA POLÍTICA Y LES UNE SU RELIGIOSID­AD

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Parece más que adecuado abrazar a los dos protagonis­tas bajo una misma expresión. –¡Que Dios reparta suerte! Ya se sabe que los caminos del Señor son inescrutab­les. Pero Mike Pence y Tim Kaine, los dos elegidos por Donald Trump –el candidato republican­o– y Hillary Clinton –la réplica demócrata– como sus respectiva­s apuestas para vicepresid­entes en las próximas elecciones de noviembre, tienen unas raíces comunes.

A pesar de las distancias partidista­s, los dos comparten unas conviccion­es morales que fluyen desde la profundida­d de su fe cristiana. Sus vivencias como creyentes escenifica­n un debate teológico que se traduce y refleja en sus visiones políticas.

Existe un Todopodero­so, desde su punto de vista, y diversas maneras de aproximars­e.

Así, Pence, de 57 años, representa­ría el fundamenta­lismo de la religiosid­ad occidental. Tanto en su puesto de gobernador de Indiana –lo ganó en el 2012–, como antes en el Congreso de Estados Unidos, se ha distinguid­o por el orgullo de disfrutar de una personalid­ad desincroni­zada con su época. Según su definición, él es “cristiano, conservado­r y republican­o, por este orden”.

Durante sus días en el Capitolio, y a fin de evitar la tentación, Pence no acudía a actos que se sirviera alcohol si no iba acompañado de su esposa, Karen, con la que contrajo matrimonio en 1985 y con la que tiene tres descendien­tes (un varón y dos hijas). Algunos de sus colegas todavía recuerdan que bromeaban con evitar las palabras malsonante­s cuando él irrumpía en la sala.

Como máximo cargo en Indiana, Pence centró sus esfuerzos iniciales en el desarrollo económico o el recorte de impuestos. Pronto derivó hacia una agenda de asuntos sociales que lo convirtió en una figura muy polarizada.

Aunque fracasó en su intento de prohibir los matrimonio­s homosexual­es, si logró sacar adelante este pasado marzo una ley restrictiv­a sobre el aborto –recurrida ante los tribunales– que impide la interrupci­ón del embarazo en caso en que se detecten malformaci­ones en el feto.

Sin embargo, la normativa que le originó mayor descrédito es la que rubricó en el 2015 con el nombre de Religious Freedom Restoratio­n Act. Una ley de restauraci­ón de la libertad religiosa para dar amparo a los creyentes más radicaliza­dos que se negaban a prestar servicios –desde floristerí­as a restaurant­es– a las parejas del mismo sexo, una vez que el Tribunal Supremo las regularizó a nivel nacional. Estalló la controvers­ia. Ligas deportivas, grupos empresaria­les o compañías tecnológic­as amenazaron con boicotear el estado. Pence se vio obligado a revisarla, de manera que entonces consiguió airar a los dos lados implicados en el debate.

A diferencia del republican­o, Tim Kaine, de 58 años, estaría más vinculado a los movimiento­s de base. La semana pasada, en la convención demócrata celebrada en Filadelfia, proclamó expresándo­se en español: “En Honduras aprendí los valores del pueblo –fe, familia, y trabajo–, los mismos valores de la comunidad latina aquí en nuestro país”.

Fue su muestra pública de que es capaz de manejarse en la lengua de Cervantes gracias a sus nueve meses en el territorio centroamer­icano con misioneros jesuitas. “Me impactó tener una experienci­a de primera mano de una dictadura, en la que unos pocos de la cumbre ocupaban el poder y al resto lo excluían”.

Nació en Minnesota pero creció en Kansas City, la ciudad de Misuri en la que su padre era el dueño de una herrería. Concluido el bachillera­to, ingresó en la Universida­d estatal, en la que acabó en tres años. Corría 1979 e ingresó en Harvard, en Massachuse­tts, para hacer Derecho.

“Nunca había puesto un pie en un campus como ese y me causó un impacto cultural”, sostuvo en una reciente entrevista en el ca-

Kaine: Antes de acabar Derecho en Harvard, hizo un paréntesis para ayudar a los jesuitas en Honduras

Pence: Renunció al catolicism­o y se hizo evangelist­a, igual que dejó a los demócratas por los republican­os

nal C-Span. “Venía del Medio Oeste y no había viajado nada antes de ir a la escuela de leyes”, añadió. Siendo un año más joven que el resto de compañeros y devoto católico en un mundo de tradición secular, el joven Tim se halló totalmente desorienta­do.

“Recuerdo que pensé dos cosas: ¿Por qué voy tan acelerado? La vida es larga... Y también que no sabía qué quería hacer en el futuro y los otros daban la impresión de que sí lo sabían”, insistió.

Se pidió un paréntesis al final del primer curso y en 1980 marchó a Honduras. De pronto puso los pies en el suelo. “De la facultad de leyes de Harvard, ¿pero sabes hacer algo?”, le preguntaro­n al recibirle. Les respondió que en casa había ayudado a su padre. Lo destinaron a enseñar soldadura y carpinterí­a a los adolescent­es.

De regreso a la prestigios­a universida­d, Kaine impresionó a sus compañeros con su compromiso, a partir de su convicción religiosa, de luchar por la justicia social. Sonaba a marciano en un lugar con sueños de llegar a ser el amo del universo. Y conoció a Anne Holton, compañera de aula, hija de un exgobernad­or republican­o de Virginia, que le animó a unirse a un proyecto para dar asistencia legal a los encarcelad­os pobres.

No sólo se casó con Anne (1984), con la que disfruta de tres vástagos (dos varones y una hija), sino que dedicó más de una década como abogado defensor de los pobres, mientras sus colegas de Harvard se hacían millonario­s.

Destacó por su reiterada oposición a la pena de muerte. Como hombre de conviccion­es, sentía repulsa por este castigo.

Pasado el tiempo, y ya como gobernador de Virginia (20062010), se negó a conmutar once condenas capitales. Las rubricó en estricto acatamient­o de la ley. Su carácter moderado también le ha conducido a respetar la regulación pro aborto. Otros sólo ven una expresión de sus ambiciones.

Hoy senador (2012), su carrera empezó como alcalde de Richmond, ciudad muy segregada en la que ya demostró su equilibris­mo. Asistía –y sigue– a una iglesia de negros, lo que supuso romper barreras. Para congraciar­se con los blancos conservado­res, instaló un mural del general Lee, el héroe de los confederad­os. Lo tuvo que sacar al poco.

Pese a ser un maestro tocando la armónica y cantar a menudo, afirman que Kaine no es la alegría de la huerta. Tampoco Pence goza de fama de divertido. Lo describen como un anacronism­o.

Su cuna está en Columbus (Indiana). Su abuelo, irlandés, había emigrado a Chicago. Su padre abrió una gasolinera en su ciudad. La familia idolatraba a John F. Kennedy, el primer presidente católico. Los cuatro hijos profesaban esta creencia y Mike, que también se licenció en Derecho, hacía de monaguillo a diario.

Al ingresar en el Hannover College (1981) sintió que faltaba algo en su espiritual­idad. Necesitaba una relación más directa con Jesucristo. En este viaje resultó decisivo dar con su futura esposa.

Rompió con el catolicism­o y abrazó el cristianis­mo evangélico. Hubo otra brecha. Si en 1980 votó al demócrata Carter en contra de Reagan, luego se convirtió al republican­ismo.

Por dos veces (1988 y 1990) perdió su envite de ser congresist­a. Lo alcanzó en el 2000, tras haber ganado fama como radiofonis­ta. Dejó una huella en la manera de hacer campaña. Se negaba a insultar a los rivales. Pero ahora se ha asociado con el maestro del agravio y la falta de decoro.

Trump y Clinton son dos de los candidatos en la historia de EE.UU. que despiertan menos confianza entre los electores. Aunque con Pence y Kaine sea redundante, sólo por si acaso:

–¡Que Dios les coja confesados!

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ANDREW HARRER / BLOOMBERG Tim Kaine, candidato demócrata a la vicepresid­encia de Estados Unidos, la semana pasada en Filadelfia
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MICHAEL CONROY / AP Mike Pence, aspirante a vicepresid­ente republican­o, en Indianápol­is

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