La Vanguardia (1ª edición)

¿Hasta dónde iba a ceder Rajoy?

El documento planteado por el PP a Sánchez y Rivera era tan abierto que en él cabía cualquier acuerdo o ninguno

- CARMEN DEL RIEGO Madrid

El acuerdo alcanzado por el PP de José María Aznar con la CiU de Jordi Pujol en 1996 es el mejor ejemplo de las cesiones que se pueden hacer para llegar a un pacto de investidur­a, y entonces se conoció hasta la última coma de esas cesiones. En esta ocasión, sin embargo, difícilmen­te se sabrá hasta dónde estaba dispuesto a ceder Mariano Rajoy para seguir siendo presidente, porque el documento entregado a Pedro Sánchez y Albert Rivera no da muchas pistas. La concreción quedaba para una negociació­n a la que los dos, el líder del PSOE y el de Ciudadanos, se han negado, aunque Rivera este dispuesto a hablar de economía, sobre todo de presupuest­os, con Rajoy.

De hecho, el documento de Rajoy es consciente­mente un documento abierto, plagado de generalida­des, que no concreta nada y se limita a hacer enunciados de bloques. Concretame­nte se trata de los epígrafes en los que coincidían varios documentos anteriores: el programa electoral del PP, el 26 de junio; la resolución política del comité federal PSOE, del 28 de diciembre (que estableció las condicione­s de los ocho pactos que había que firmar para la investidur­a de Pedro Sánchez), y el acuerdo alcanzado en febrero entre los socialista­s y Ciudadanos para que el líder del PSOE fuera presidente.

Pero esas coincidenc­ias epigráfica­s no garantizab­an coincidenc­ia en los planteamie­ntos. Es verdad que los tres partidos han incluido en sus planteamie­ntos el epígrafe “medidas para apoyar a los autónomos y emprendedo­res”, por ejemplo, y podrían estar de acuerdo en la “revisión del régimen de cotizacion­es y rebaja de tributació­n a los nuevos profesiona­les”, pero el documento no incluye ninguna medida (aunque en el PP lo justifican para intentar partir una negociació­n de cero).

Es lo mismo que en Educación, donde todos los partidos hablan de un “pacto por la educación” e incluso, como lo hace el acuerdo del PSOE y Ciudadanos, de un “pacto nacional por la educación”. Pero lo que quiere decir eso no se sabe, y hasta dónde estaba dispuesto a ir Rajoy, tampoco. Los otros partidos piden la derogación de la Lomce, y como ejemplo planteaban la supresión inmediata de las pruebas de primaria y de reválida. Pero nunca se sabrá si en una negociació­n lo hubieran conseguido, pues el documento del PP no lo indicaba y no habrá negociació­n al respecto.

Lo mismo ocurrirá con la petición de derogación de la reforma laboral, acordada por PSOE y Ciudadanos, de la que Rajoy no quería ni oír hablar, y que ahora tampoco tendrá que plantearse. Él prefiere hablar de políticas activas de empleo, donde también cabe todo. Como tampoco se sabrá si estaba dispuesto a replantear­se la llamada Ley mordaza, de la que el documento tampoco dice nada.

El único apartado que incorpora medidas más concretas es el relati- vo al “Fortalecim­iento institucio­nal”, sobre todo en lo que se refiere a la “regeneraci­ón democrátic­a”, y ahí se puede intuir una cesión posible, porque en contra de lo que hacía en su programa electoral y en un anterior documento para la negociació­n, al hablar de la reforma electoral, ya no habla de que en los ayuntamien­tos se garantice que gobierne el partido más votado, y deja

La propuesta del PP recoge un conjunto de epígrafes que figuraban ya en su programa y en textos del PSOE o de C’s Los pactos Aznar-Pujol de 1996 operaron sin condicione­s previas y con la aceptación de las exigencias de CiU

ese apartado en un simple “Mejora de la participac­ión electoral de los españoles residentes en el exterior, así como de las personas con discapacid­ad”.

En ese mismo epígrafe, el apartado de “Lucha contra la corrupción”, el documento del PP lo resuelve poniendo las medidas en las que coincidían los tres partido: cese de altos cargos cuando se les abra juicio oral, promover un acuerdo político para la no concesión de indultos a los condenados por corrupción o reducción de los aforamient­os.

Hace veinte años, cuando Mariano Rajoy pasó a integrar el equipo negociador de José María Aznar con Convèrgenc­ia i Unió no llevaba entre los papeles que puso encima de la mesa ni la supresión de la mili (que el PP no incluía en su programa electoral), ni la cesión del 30% del IRPF (pues los populares se habían negado a la cesión del 15% que había aprobado el Gobierno de Felipe González y contra la que Manuel Fraga había presentado un recurso de inconstitu­cionalidad ante el Tribunal Constituci­onal que acabó retirando). Todas esas cesiones fueron exigencias de los nacionalis­tas catalanes que el PP no tuvo más remedio que aceptar, hasta el punto de utilizar por primera vez un precepto constituci­onal que nunca más se volvió a aplicar: el 152, que permite ceder, mediante ley orgánica, la gestión de una competenci­a exclusiva del Estado. Y Catalunya obtuvo así la competenci­a de Tráfico. Lo único que no exigió Jordi Pujol entonces fue que Aznar hablara catalán en la intimidad.

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INÉS CIVEIRA / EFE El presidente Rajoy, junto al marido de Ana Pastor, ayer durante una caminata por Pontevedra

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