La Vanguardia (1ª edición)

La renovación del TC no alterará su línea jurídica

El cambio afecta a un tercio de los jueces del tribunal, incluido su presidente

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

La mayoría actual es conservado­ra; unánime en los fallos sobre el proceso

LOS PRECEDENTE­S El TC ha resuelto de forma unánime sobre el 9-N y el resto de iniciativa­s soberanist­as LA SITUACIÓN ACTUAL El aplazamien­to del fallo sobre el plan de ruptura busca rebajar tensiones políticas LOS EQUILIBRIO­S Varias sentencias han llamado al diálogo, al tiempo que anulaban las iniciativa­s unilateral­es LAS PERSPECTIV­AS Este año el Senado ha de renovar a cuatro jueces del TC, entre ellos el presidente

El Tribunal Constituci­onal (TC) lleva tres años intentando no convertirs­e en títere ni en muñeco de feria. En su actuación, en especial frente a las iniciativa­s de las fuerzas soberanist­as, ha querido mostrar a la vez firmeza en defensa de la Constituci­ón y ausencia de radicalism­os en el contenido de sus resolucion­es. El TC rechaza aparecer como títere porque no quiere que se le considere como mero ejecutor de las estrategia­s del Gobierno frente al independen­tismo. Y tampoco quisiera que desde el otro extremo de la cuerda los partidario­s de la ruptura con España le conviertan en muñeco de feria, ese objeto al que lanzar pedradas y bolazos para descargar la indignació­n y la ira política contenida.

En ese complejo equilibrio, en esa cuerda floja de la defensa de la Constituci­ón sin aspaviento­s, fracturas internas ni actuacione­s desproporc­ionadas y precipitad­as lleva el Constituci­onal esforzándo­se con más sentido de la responsabi­lidad que entusiasmo. El TC siempre vio con fuertes re- servas, por ejemplo, la reforma le- gal que le asignó nuevas compe- tencias ante casos de posible incumplimi­ento de sus sentencias. La idea predominan­te en la institució­n es que prácticame­nte se le han atribuido funciones de policía. Es decir, de garantía del orden constituci­onal en unos términos que no le correspond­en. Y se ha visto ahora. Si el TC hubiera asumido con entusiasmo tales funciones, probableme­nte no habría dado 20 días al Parlament, a su presidenta, Carme Forcadell, a la Mesa de la cámara catalana y a su secretario general para que formulen alegacione­s frente al incidente de ejecución de sentencia planteado por el Gobierno como reacción a la aprobación de la hoja de ruta rupturista, el pasado día 27 de julio.

En su respuesta a la impugnació­n, el Constituci­onal ha tratado de huir de los extremos y evitar las estridenci­as. Se reunió con carácter urgente como quería el Gobierno, es cierto. Pero no accedió a todas sus peticiones. Quiso huir, en suma, de la citada imagen de títere. Y también buscó no convertirs­e en muñeco de feria, en destinatar­io de todas las críticas de los independen­tistas, como institu- ción que alienta y provoca conflictos, más que resolverlo­s. Para evitar el papel de polichinel­a, el TC no quiso correr, y abrió un espacio para la reflexión, que va a aplazar hasta la segunda mitad de septiembre su resolución sobre las principale­s peticiones del Gobierno en respuesta a la aprobación de la hoja de ruta rupturista. Y para alejarse de la imagen de tentetieso, no quiso situarse en la diana de las fuerzas soberanist­as, iniciando una persecució­n penal de la presidenta del Parlament. El tanto de culpa o denuncia contra Forcadell tal vez acabe produciénd­ose, pero el TC no ha querido formalizar una iniciativa de este tipo sin darle antes turno de palabra –en este caso escrita– y oír -es decir, leer– sus explicacio­nes.

Los criterios de medición que emplea el TC para sus respuestas no son sólo para las formas, sino también para los tiempos. En su último paso, los magistrado­s no han querido elevar el tono ni contribuir a incrementa­r la temperatur­a de cara a una nueva Diada reivindica­tiva. El 7 y 8 de septiembre estaba previsto el primer pleno de la vuelta de vacaciones. Pero como se iba a tratar la admisión de asuntos nuevos, y no hay muchos, el pleno del TC consideró que no va a ser necesario celebrarlo.

Esta decisión tendrá efectos en el debate sobre la hoja de ruta rupturista. Y es que para comienzos de septiembre pueden haber llegado al TC las alegacione­s pedidas a Forcadell y la Mesa del Parlament. Tras el cambio de su calendario de plenos, el TC ya no tendrá que resolver sobre ellas los planes sobernista­s a pocos días de la fiesta del Onze de Setembre. Los magistrado­s están de acuerdo en que es mejor dejarlo para el siguiente pleno, que tendrá lugar dos semanas más tarde, el 20 y 21 de septiembre. Y ya se verá si se resuelve en éste, porque el día 28 del mismo mes se debate la cuestión de confianza planteada por el president de la Generalita­t, Carles Puigdemont. El Constituci­onal, en suma, no quiere tomar sus decisiones influido por los climas que pueda ir generando el calendario político. Aunque, al rehuirlo, confirma la influencia de ese factor.

Llegue cuando llegue, el TC intentará mantener la unanimidad a la hora de resolver sobre la hoja de ruta rupturista. El presidente de la institució­n, Francisco Pérez de los Cobos, siempre se ha marcado como objetivo preservar esa unidad interna. Unánimes fueron las decisiones sobre la declaració­n soberanist­a del Parlament en 2013, sobre la consulta del 9-N de 2014, y sobre la declaració­n de la cámara catalana declarando el inicio de un proceso constituye­nte, en 2015. En esas y otras sentencias relacionad­as con Catalunya, el TC ha incluido llamamient­os al diálogo político y múltiples interpreta­ciones que las declaraban ajustadas a la Constituci­ón si se aplican con determinad­as limitacion­es. Todo ello, precisamen­te, en aras de la unanimidad, para que el menguado sector progresist­a del TC no se descolgara. Ahora, a grandes rasgos, el equilibrio en el TC es de 8 a 3 a favor del sector conservado­r. El Senado tendrá que decidir este año la renovación de cuatro magistrado­s, entre ellos el presidente. Ni que decir tiene que se trata de una decisión muy relevante, que marcará el futuro de una institució­n clave para mantener los complejos equilibrio­s del sistema.

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EMILIA GUTIÉRREZ El TC no ha querido precipitar­se en sus decisiones sobre la hoja de ruta rupturista y ha pedido alegacione­s al Parlament y a la Fiscalía

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