Esculturas de Miró en un híper al aire libre de la Costa Azul
Cinco esculturas del artista veranean en el nuevo Polygone Riviera de la Costa Azul
Ni una galería ni un museo : cinco esculturas emblemáticas de Joan Miró veranean en la Costa Azul, en Polygone Riviera, el primer centro comercial francés al aire libre, inaugurado en diciembre pasado, ya con una decena de obras de arte –de Ben, Buren, César, Pablo Reinoso…–, en su colección fija. Y sus 150 comercios y espacios de ocio “quieren protagonizar una alianza inédita con el arte contemporáneo”.
Exponer a Miró es el resultado de una operación de buena vecindad: el centro está situado en Cagnes-sur-Mer, a pocos kilómetros de Saint-Paulde-Vence, el suburbio de Niza en el que Josep Lluís Sert, recomendado por su amigo Miró, creó la Fondation Maeght.
Encargo de Margherite y Aimé Maeght, la Fundación se convertiría subsidiariamente en un museo Miró. El tercer hogar de su obra, detrás de la Fundació barcelonesa y la de Palma de Mallorca.
Porque después de un Laberinto, regalo de Sert, en el que el barcelonés realiza una de sus primeras obras escultóricas in situ, se sucederán 160 esculturas, 110 dibujos, ocho óleos, un monumental tapiz, un vitral, cerámicas, pasteles.
“Es gracias a la escultura –pronosticó el artista– que podré crear un mundo fantasmagórico de monstruos vivientes”. Con bronce, bronce pintado, epoxy, Miró realizó, entre 1967 y 1972, las cinco esculturas que Maeght ha prestado hasta octubre.
Según Jérôme Sans, cofundador del parisino Palais de Tokyo y del UCCA de Beijing y director artístico de la muestra, La caricia de un pájaro, Constelación, Monumento y dos piezas llamadas Personaje “desvelan un mundo onírico, lúdico, cuyo escenario es el cosmos, conformas jamás traicionadas por el material empleado”.
En cualquier caso, la novedad del espacio hubiera complacido al artista. “A Miró –escribió Adrien Maeght– le interesaba tanto la nueva poesía como la emergencia de nuevas músicas, de flamantes tecnologías. Es decir, todo lo que tenía que ver con nuestro mundo moderno, en la medida en que todo aquello le aportara nuevos medios para realizar su obra. Miró quería aprender, comprender, ensayar y dominar todo”.
En la presentación del recorrido, Olivier Kaeppelin, director de la Fondation Maeght, se detuvo ante La caricia del pájaro para señalarla como “una demostración clara de que Miró fue el maestro del collage en escultura. Porque le da vida a su criatura con el ensamblado de formas que ya existen en la realidad”.
Mirar y admirar Miró al aire libre es el signo de una tendencia provenzal: la de jardines o viñedos sembrados de esculturas. Y si la luz mediterránea fue el imán que atrajo los Picasso, Matisse, Chagall, otra, la que James Turrell convirtió en su material y su obra, permite ver un cielo nocturno modificado en su Skyspace, instalado en las afueras de Le Muy, 9.300 habitantes, en los jar- dines de la Fondation Venet.
El artista Bernard Venet, aquí coleccionista, da gracias al cielo –ese que uno puede ver teñido de negro intenso y de azul verdoso, gracias a las sutiles variaciones luminosas de Turrell– por haber podido comprar, para la Fundación, este Elliptic, Ecliptic, ya Instalación permanente, junto a la capilla, obra de Frank Stella. Y para el verano 2017, Venet promete, al otro lado del río, nuevo jardín de esculturas firmadas por Stella, Gottfried Honneger, Arman, Anselm Kiefer.
A la salida del pueblo está situado el Domaine du Muy, del galerista parisino Jean-Gabriel Mitterrand, hermano de Frédéric, ex ministro de cultura, y sobrino del presidente.
“El sueño de un galerista es el de crear una colección de esculturas y darles, a esas obras tridimensionales, el espacio que necesitan, rodeadas de naturaleza”.
Con su hijo Edward (cofundador de Mitterrand + Cramer, consejeros de coleccionistas de arte contemporáneo) y la complicidad del comisario, Simon Lamunière (fue durante diez años comisario de obras monumentales de Art Basel), decidieron dejar el sotobosque en su estado primitivo.
Y salpicarlo con 39 obras, situadas como al descuido, “caídas del cielo”, según el curador, en esa propiedad de diez hectáreas. También aquí hay un proyecto para 2017: residencias distribuidas por el parque, para pasar unos días en un ambiente árido, el de la Provenza más salvaje, entre el Totem de Francisco Sobrino, el pabellón de Dan Graham. Un chef preparará “platos orgánicos o por lo menos, comida sana”. Y es una obra en si el domicilio de los propietarios, de India Mah-davi.
También lleva firma de arquitecto, Rudy Ricciotii en este caso (autor del MUCEM de Marsella), la torre de Enrico Navarra, pionero, por su cuarto de siglo en Le Muy. “El objetivo arquitectónico es el de crear una obra que desaparezca en la ladera de la colina”, definió Ricciotti su torre. Galerista en París, Tokio y Nueva
El centro está en Cagnes-sur-Mer, cerca de Saint-Paul-de-Vence y la Fondation Maeght Admirar Miró al aire libre es el signo de una tendencia provenzal: la de jardines escultóricos
York, Navarra fue el primero en ejercer su trabajo de marchante en galería al aire libre habitada por esculturas.
En fin, el viñedo del Château La Coste, 200 hectáreas, 125 de viñedo, en los alrededores de Aix-en-Provence, es el capricho de Patrick Paddy Mc Killen, un irlandés, enriquecido en el sector inmobiliario y que en 2004 compró la propiedad, con su masía del siglo XVII y viñas desde los Romanos. Ningún César hubiera imaginado sin embargo la pro- funda transformación, entre cultivo con patente de orgánico desde 2009 en el viñedo y tecnología de vanguardia en la bodega concebida por Jean Nouvel, que Mc Killen introduciría. Convencido por la desmesura del proyecto, Matthieu Cosse abandonó su viñedo de Cahors para dirigir la explotación.
Rodeado de arte al aire libre y en interior, gracias al centro de arte –vidrio y cemento, como corresponde a su autor Tadao Ando– con café restaurante y libre-
ría. Con carta blanca del propietario para crear o instalar dónde, cuándo y cómo quisieran, artistas y curadores han sembrado la propiedad con obras de Calder y Othonniel, araña de bronce de Louise Bourgeois, pabellón de música de Frank Gehry, creaciones de Ricard Serra y Sean Scully.
Para verlo todo, dos horas al menos, lo que justifica el empleo de pequeños vehículos.
Resultado: en Provenza, la propiedad imita al arte.