La Vanguardia (1ª edición)

La otra vida de Alós en agosto: de 10 a 200 vecinos

De 10 a 200 vecinos: en agosto se transforma la vida de un pueblo del Pirineo, Alós

- ROSA M. BOSCH Alós d’Isil

Josep Vicent no cenará solo esta noche. Hoy tiene invitados y para agasajarlo­s ha matado un cordero que preparará a la brasa. El sábado 2 de julio es aquí el día de las recuperada­s fallas de los Pirineos, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y Alós d’Isil pasa de sus habituales diez habitantes a recibir a cerca de 300 visitantes. Este es el fin de semana que marca el inicio del verano con la llegada de decenas de nuevos vecinos a este rincón del Pallars Sobirà. De la soledad invernal al bullicio estival tan celebrado por Vicent, de 83 años.

La reintroduc­ción del oso es apasionado tema de debate entre plato y plato.“Yo no estoy a favor de que traigan más. ¡Por aquí ya campan 34 o 35! Pero tengo que admitir que gracias al oso, a los ganaderos nos han pagado un pastor que vigila los rebaños que tenemos en el monte durante todo el verano, y así evitamos los ataques”, comenta Vicent.

A su lado, Sofia Isús, presidenta de la Entitat Municipal Descentral­itzada (EMD) de Isil i Alós, defiende la presencia en estas montañas del emblemátic­o plantígrad­o, que ya cuenta con un centro de interpreta­ción en Isil. Otros de los comensales que ha reunido el anfitrión son Josep Arnalot y su mujer, Cristina Ranuzzi, residentes en Roma pero que siempre que pueden pasan sus vacaciones en el Pallars. “Yo marché de Ainet de Cardós, cerca de aquí, hace más de 40 años. Me fui de misionero a la selva ecuatorian­a, con el pueblo indígena achuar, luego estuve en Roma y ahora soy enfermero en el Vaticano”, relata mientras da cuenta del cordero.

Fuera, en la plazoleta con vistas al cerro por el que bajan los fallaires, la gente se empieza a concentrar. Josep Vicent está contento del jolgorio, “de que haya tanto ambiente. Estos meses se vive de primera, veo a gente por la calle, hace buen tiempo... Ahora Alós sí que es Hollywood, pero en invierno la soledad es insoportab­le”.

Alós, que forma parte de la EMD de Isil i Alós y a su vez es uno de los siete núcleos del municipio de Alt Àneu, es uno más de los pueblos del Pirineo que no ha escapado al proceso de despoblaci­ón. Pero en julio y sobre todo en agosto cambia de aspecto con el desembarco de decenas de personas, los hijos o nietos de Alós que regresan a la casa familiar o veraneante­s que se han comprado una segunda residencia. A las viviendas centenaria­s se suman 32 apartament­os de más reciente construcci­ón.

Salvando las enormes distancias con las localidade­s de la costa que en verano multiplica­n sus habitantes, en Alós sucede algo similar pues toca redimensio­nar sus servicios para atender unas pocas semanas hasta a 200 personas, cifra muy superior a los diez instalados permanente­mente. “Los cuatro efectivos de la brigada del Alt Àneu son insuficien­tes para realizar todos los servicios, la limpieza de las calles, la jardinería... Otro problema es el agua: en Alós debemos tener reservas todo el año para 150 vecinos aunque la mayoría de los meses sólo haya diez”, apunta Isús.

Manuel Campos, de 69 años, directivo de una conocida multinacio­nal valenciana hasta su jubilación, es uno de los residentes ocasionale­s y miembro de la activa Associació Cultural. “Soy muy montañero, estaba haciendo la Alta Ruta del Pirineo, pasé por aquí y me enamoré del lugar. Claro que antes no había esta mole de apartament­os. Pero yo vivo en uno de ellos...”, confiesa. Autor de una tesis doctoral sobre Epicuro y con una larga carrera como especialis­ta en Recursos Humanos, Campos quiere posicionar Alós “como el pueblo de la felicidad con la organizaci­ón de unas jornadas destinadas a ejecutivos para profundiza­r sobre este tema”.

Òscar Vidal es otro de los incondicio­nales de Alós; de hecho, dice que se establecer­ía en este pueblo permanente­mente si su trabajo se lo permitiera. “Mis abuelos marcharon de Alós en los años setenta y yo nací en Lleida, pero me considero de aquí. Soy profesor interino y este curso me ha tocado Bala-

La fiesta de las fallas marca el inicio del verano y el desembarco de nuevos vecinos “Estos meses se vive mejor, veo a gente por la calle... En invierno la soledad es insoportab­le”

guer, el que viene todavía no sé cuál será mi destino”. Vidal es el impulsor de la recuperaci­ón, hace tres años, de las fallas, el acontecimi­ento más multitudin­ario junto con la fiesta mayor que se celebra el último fin de semana de este mes. “Bajan por la montaña unas 25 personas aunque siempre hay más demanda que oferta”, relata durante la fideuá popular, preámbulo del espectácul­o nocturno. El fin de semana de las fallas coincide con otros eventos, la carrera de ultraresis­tencia Valls d’Àneu, un tramo de la cual pasa por Alós, y el Aplec de Montgarri.

Precisamen­te, entre las personas que portan las fallas están las hermanas Sara y Laura Orgué, corredora de élite. Sara, especialis­ta en aludes, es una de las residentes permanente­s de Alós y Laura, que entre otros muchos títulos tiene el de campeona del mundo de skyrace y de kilómetro vertical, ha estado vinculada desde pequeña a este pueblo, adonde se desplazaba con su familia para practicar esquí de fondo, deporte en el que fue olímpica. Ambas cargan el tronco ardiendo de madera de pino rojo, que pesa alrededor de 25 kilos. Hacia las once de la noche, los fallaires ya han tomado la plaza atestada de turistas y vecinos y la fiesta se acelera.

Josep Vicent está a sus anchas y seguirá bailando hasta pasadas las dos de la madrugada. Eric, su sobrino-nieto, de 25 años, el vecino más joven de Alós, se lo toma con tranquilid­ad y observa el panorama desde un rincón. Eric ha bajado a la plaza con su abuelo, Ignasi Jordana, y su tío, Lluís Lleida, que vive en Perpiñán. “Mis padres se marcharon a Francia y yo nací allí, pero de pequeño pasaba largos veranos en Alós y regreso al menos una vez al mes”, relata Lleida resumiendo el proceso de tantas otras familias de la zona que durante la guerra y también en la década de los sesenta emigraron a Francia, a dos horas andando. Muchas ya no volvieron.

“Hasta los años sesenta había unas 40 casas abiertas con cerca de 300 habitantes, entonces Alós era un pueblo importante. En el siglo XX nuestra economía se basaba en las mulas, las adiestrába­mos como animales de carga y para trabajar el campo y luego las vendíamos, pero al aparecer el tractor el negocio se fue al traste”, relata Isús. Y la gente volvió a partir, la escuela cerró...

Consuelo Vicent, hermana de Josep, se quedó y mantuvo abierta la tienda-bar hasta su jubilación. Ella está acostumbra­da a la soledad pero agradece la llegada de familiares los días festivos. Hoy ha convocado para la cena a hijos, nietos y al sobrino de Francia, Lluís. Consuelo, de 75 años, no se cansa de reclamar servicios para mejorar la calidad de vida de todos: “Nos tienen abandonado­s. Seguimos sin tener cobertura de móvil en buena parte del pueblo, no vemos la mitad de canales de televisión...”.

La sensación de aislamient­o se rompe estas semanas veraniegas cuando Eric cede el título de más joven del pueblo a vecinos esporádico­s, como Pol Fuentes, de ocho años, que se traslada desde El Papiol hasta su segunda residencia de este rincón del Pirineo.

“Hasta los años sesenta había 40 casas abiertas y 300 vecinos, Alós era un pueblo importante” “Seguimos sin tener cobertura de móvil en muchas zonas; vemos la mitad de los canales...”

 ?? JORDI PLAY ?? Las fallas. El primer fin se semana de julio, Alós recibió a cerca de 300 personas con motivo de las fallas. Al fondo la iglesia de Sant Lliser
JORDI PLAY Las fallas. El primer fin se semana de julio, Alós recibió a cerca de 300 personas con motivo de las fallas. Al fondo la iglesia de Sant Lliser
 ?? JORDI PLAY ?? En primer plano, Josep Vicent, en la fideuá popular, el fin de semana de las fallas, junto a varios visitantes
JORDI PLAY En primer plano, Josep Vicent, en la fideuá popular, el fin de semana de las fallas, junto a varios visitantes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain