Si Kilian Jornet fuera futbolista
Un ejercicio lúdico para este verano es imaginar qué tendrían que hacer un futbolista, un ciclista o un ajedrecista para emular en sus disciplinas las gestas de Kilian Jornet en la suya. Contábamos ayer en Tendencias que Jornet y Jordi Tosas van a intentar subir al Everest sin asistencia, en pleno monzón, sin oxígeno embotellado, en modo contrarreloj y, si la nieve lo permite, por una vía terrible como es el corredor Hornbein.
Son comparaciones condenadas al fracaso, pero ahí va un intento. Sería como si Maradona, en su slalom del Mundial 86, se hubiera detenido sobre la línea de gol y hubiese desandado el camino para regatear otra vez a todos los rivales ingleses que ya había sorteado antes, para acabar marcando, pero de vaselina. Y eso sin compañeros de equipo. ¿Y en ciclismo? Un Kilian ciclista renunciaría a la bici con marchas y enfilaría el Mont Ventoux con un piñón fijo y tratando de escaparse en solitario desde el primer minuto, para bajar después sin frenos. Por último, en modo ajedrecista nuestro héroe prescindiría de los asesores para enfrentarse al campeón mundial, al que intentaría derrotar con las mismas estrategias que empleó Fischer contra Spassky en 1972, pero acortando a la mitad el tiempo de los movimientos.
Un ejercicio más sensato para saber a qué se enfrenta Jornet en el Everest es leer el relato que de su expedición en 1963 hizo el conquistador que dio nombre al corredor, Tom Hornbein. Fueron tan brutales sus sufrimientos que fatiga con sólo leerlo, y eso que el americano y su socio de cordada emplearon oxígeno embotellado, ayuda de otros compañeros, tiendas de campaña (un lujo) y todo el tiempo del mundo.
Da igual que Kilian Jornet llegue o no a la cima del Everest. Si el himalayismo fuera olímpico, soportaría en el cogote el aliento hooligan de algunos locutores españoles enviados a Río. De eso se libra. Pero sólo con intentar lo que va a intentar ya se merece un estadio que le haga la ola.