Humayun ha vuelto a la vida
La imagen de Donald Trump sufre un duro revés con su ataque a la familia Khan, cuyo hijo murió heroicamente en Iraq
En la tumba del capitán Humayun Khan, en el cementerio nacional de Arlington, han aparecido flores frescas. Doce años después de caer en el frente iraquí, este militar musulmán de origen pakistaní, naturalizado estadounidense, ha vuelto a la vida.
Desde el más allá se ha convertido en un azote para Donald Trump. Ha desnudado, como nunca, su propensión a la demagogia, su irascibilidad y su carencia de contención ante cualquier crítica. Algunos lo han descrito como una evidencia de su carácter autoritario o, como dijo el presidente Barack Obama, su incapacidad para ser el máximo responsable del botón nuclear.
“El daño que ha sufrido esta semana se lo ha hecho él a sí mismo”, escribió este pasado sábado en The Wall Street Journal la articulista conservadora Peggy Noonan. “Las flechas que ha recibido se las ha disparado él. Hemos visren to estos siete días su indigna y desagradecida reacción ante la familia de un estrella dorada”.
Un antes y un después. Ha habido un desplome en las encuestas y republicanos que buscan su reelección en el Capitolio prefie- mantenerse alejados de su candidato a la hora de hacer campaña. Lo creen tóxico.
Y lo cierto es que Humayun no debería haber estado ahí el 8 de junio del 2004. Era su día libre en el Camp Warhorse, en la provincia de Diyala. Ejercía de jefe del equipo de protección de la base donde estaba destinada la primera división de infantería.
¿Día libre? Según ha declarado a diversos medios, la sargento Crystal Selby le recomendó que se quedará en su habitación. Pero él dijo que no. Quería saber cómo se hallaban sus hombres.
“La última vez que hablé con mi hijo fue el día de la madre (primer domingo de mayo). Le supliqué que se mantuviera seguro. que no saliera corriendo tratando de convertirse en un héroe, porque le conocía y sabía que intentaría hacer algo así”. Lo relató Ghazala en su escrito publicado en The Washington Post en respuesta al ataque de Trump tras su comparecencia, acompañando a su marido, Khizr, en la convención demócrata de Filadelfia.
De pronto, Humayun vio acercarse un coche amarillo, un taxi. Intuyó lo peor. Pidió a sus subordinados que se quedaran a cubierto y le dieran protección. Salió a por el vehículo, que estalló. Murieron él y dos civiles iraquíes, además de los dos suicidas.
Los Khan, al poco tiempos de que Khizr se graduase en Derecho por la universidad de Lahore, salieron de Pakistán. Les atraía el sueño americano. Pero no disponían de dinero y tuvieron una primera etapa en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), donde él trabajó tres años para una compañía petrolífera estadounidense. Allí nacieron sus dos primeros hijos, Shaharyar y Humayun (9 de septiembre de 1976).
En 1980 por fin hicieron su anhelado viaje. Se establecieron en Houston. Luego se mudaron a la costa este. El cabeza de familia entró en la escuela de leyes de Harvard. En este país nació su tercer vástago, Omer.
El hijo mediano curso el bachillerato en Silver Spring (Maryland), en 1996. Pasados cuatro años se licenció en Psicología por la Universidad de Virginia. Planeaba seguir los pasos de su padre y hacerse abogado. Sin embargo, en Charlottesville, lugar de residencia, Humayun tenía amigos que participaban en el programa universitario de formación de reservistas. Le atrajo la idea del servicio militar. Khizr lo ha descrito como un joven “muy patriota” fascinado por el presidente Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, y su idea de “la salvaguarda de la libertad”. Cuando estaba dispuesto a cerrar esa etapa y dedicarse al Derecho se produjeron los atentados del 11-S del 2001, que le cambió la perspectiva. El despliegue en Iraq, tras la ocupación lanzada
Humayun Khan no debería haber estado al frente de la base cuando apareció el coche suicida: era su día libre
en el 2003, era la consecuencia lógica a su compromiso.
“Siempre podías confiar en él”, señaló Ghazala. “Si estabas limpiando y llegaba, cogía la aspiradora y hacía el trabajo. Iba al hospital a enseñar a nadar a los niños discapacitados, le gustaba ayudar”. El antiguo general Dana Pittard, que fue el jefe de Humayun, lo calificó como un gran soldado que “buscaba mejorar las relaciones con las fuerzas locales y romper el ciclo de violencia”.
En la base de Diyala preparaba bocadillos para sus hombres si veía que no carecerían de tiempo para comer. Le llamaban “capitán amabilidad” y era musulmán.