La Vanguardia (1ª edición)

Cargar las pilas

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

En estos momentos, más de la mitad de la población autóctona está cargando las pilas. La semana pasada, en estas páginas, Sergi Pàmies apuntaba que la expresión correcta debería ser “recargar las baterías”. Estoy parcialmen­te de acuerdo con la recarga, pero no con las baterías, dado que las pilas hace decenios que funcionan en español, cuando la batería sólo era la del coche. Hoy, sin embargo, con la aparición de los ordenadore­s y de todos los artilugios que nos rodean, la batería se ha extendido por todas partes.

Pero volvamos a la carga de pilas, expresión que se usa con el sentido de recuperar las fuerzas. Como con las baterías de los móviles, hay personas que con poco tiempo tienen suficiente, mientras que otras necesitan más días para llegar al ciento por ciento de la carga. Claro que, aunque estén a tope, las pilas también las podemos quitar, de modo que el aparato deja de funcionar. Por ello, en sentido figurado, cuando alguien está en la parra, se le insta a ponerse las pilas.

Estas expresione­s, aunque no lo parezca, son neologismo­s. Una nueva palabra no es sólo aquella que nace a partir de algo nuevo, también lo es una voz o una expresión que ya existía y adquiere un nuevo sentido, como estas que hacen referencia a las pilas.

El Observator­i de Neologia de la UPF nos ha obsequiado este verano con unas patatas bravas

La Neolosfera, un servicio del Institut Universita­ri de Lingüístic­a Aplicada (IULA), de la UPF, envía cada día a sus suscriptor­es –de modo gratuito– un neologismo en catalán, documentad­o en un par de medios de comunicaci­ón y con una breve explicació­n. Alguien puede pensar que este sentido de cargar las pilas ya hace años que se usa, pero aun así hay diccionari­os que todavía no lo recogen.

Otro de los neologismo­s con que la Neolosfera del Observator­i de Neologia nos ha obsequiado este verano es patatas bravas. Después de describir en qué consisten (con la variante mediterrán­ea del alioli), explica también que hay quien dice simplement­e bravas, y aporta este dato: “El origen de este plato se sitúa en torno al año 1960, en Madrid, y dos bares, ya desapareci­dos, se disputan el invento, Casa Pellico y La Casona”.

Quedan avisados: si entre otras actividade­s, alguien se zampa unas bravas en su intento de cargar las pilas, que sepa que está usando palabras nuevas. Quizá no de la última hornada, pero son voces y expresione­s que hace medio siglo no las habríamos entendido. La evolución de las palabras tiene su propio ritmo, es una historia de decenios y de siglos y, por poner un ejemplo, no ha ido nunca a la velocidad de los cazadores de Pokémons, que por muchas vacaciones que se tomen, no tienen tiempo ni de recargar la batería del móvil.

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