La Vanguardia (1ª edición)

Ni a sol ni a sombra

Katinka Hosszú y su marido-entrenador, Shane Lupu, componen una pareja peculiar

- SERGIO HEREDIA

“He visto entrenador­es muy duros con sus nadadores. Pero esto lo supera todo. Él está a otro nivel”.

Son palabras de Jessica Hardy, excepciona­l nadadora estadounid­ense, recogidas en The New York Times.

Se refiere a Katinka Hosszú (27) y a su entrenador, Shane Tusup. Su entrenador, y su marido.

Hardy sabe de qué habla. Hace algún tiempo, ella y Hosszú se habían entrenado juntas en Los Ángeles.

El sábado, una hora antes de la final de los 400 m estilos, Tusup se plantó junto a la piscina, a un paso de Hosszú, y siguió dándole indicacion­es a su mujer. Una tras otra.

No la dejó en paz. No se marchó hasta que la húngara abandonaba la escena, ya rumbo a la cámara de llamadas. Tusup está encima de ella. Muy encima. “Si encuentra un entrenador que consiga hacerla mejorar, Katinka tiene la puerta abierta para probar suerte con él”, acostumbra a repetir Tusup cuando alguien le pregunta.

La fórmula funciona. Minutos más tarde, Hosszú –se la conoce como

Iron Lady por su tesón y su instinto caníbal (es su perfil de Twitter)– reventaba la plusmarca de los 400 m estilos, al registrar 4m26s36, dos segundos por debajo del récord de la china Ye (4m28s43), la misma que había volado en Londres, hace cuatro años, y que casi se ahoga en estos días en Río.

Y muy por delante de Belmonte, que siempre la vio a lo lejos.

Hace cuatro años, Hosszú (27) no era la que es ahora. Se trataba de una húngara prometedor­a, con posibles, pero sin una gran presencia en la escena internacio­nal. Llegaba como favorita a Londres 2012, pero fracasó. Sólo pudo ser cuarta en los 400 m estilos (4m33s49).

De aquella frustració­n salió la rabia. De aquel mal puesto, y de la exhibición de Ye: Hosszú vio cómo la china –apenas tenía 16 años entonces– volaba hacia el título y el récord del mundo, y se conjuró para revertir las cosas.

Lo primero que hizo fue pedirle a su novio, Tusup, que la entrenara.

Era un compromiso complejo: ciertament­e, ese tipo de apuestas no siempre funcionan.

Se habían conocido algunos años antes, en la Universida­d de Southern California, donde ambos estudiaban y se entrenaban. Llevaban caminos profesiona­les opuestos.

Tusup ya no quería nadar. Hosszú pretendía comerse el mundo.

Tusup dijo que sí, pero marcó las condicione­s: debía ser a su manera. Con firmeza y con dureza. Y bajo una fórmula inédita hasta ahora: Tusup interpreta que la forma física se puede desarrolla­r a base de competicio­nes. Hosszú compite mucho: en Río disputará cinco pruebas, y entre ellas los 400 m estilos.

Allí donde había triunfado en la noche del sábado.

“Cuanto más compita, entonces más se relajará y mejor rendirá”, se justifica Tusup.

En realidad, su pensamient­o es ortodoxo, mucho más de lo que parece. Fred Vergnoux, el entrenador de Belmonte, piensa igual: su nadadora está inscrita en seis pruebas.

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LEE JIN-MAN / AP Katinka Hosszú, junto a su marido, Shane Tusup, ayer en Río

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