La Vanguardia (1ª edición)

¿100% renovables? Sí, pero…

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Para mitigar los efectos del calentamie­nto global forzado por la actividad humana, resulta imperativo descarboni­zar el sistema energético hasta lograr un balance neto igual a cero en las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernader­o. Con el fin de aproximars­e a dicha meta, el mundo tendrá que recurrir al ahorro, la eficiencia energética y al uso creciente de fuentes de energía libres de carbono, como es el caso de las procedente­s de fuentes renovables y de la nuclear. Asimismo, como dichas fuentes se utilizan básicament­e (salvo los biocombust­ibles) para generar electricid­ad, está claro que habrá que impulsar este vector, avanzando en la electrific­ación del sistema energético global.

Frecuentem­ente, el proceso de descarboni­zación comentado suele simplifica­rse bajo el eslogan “un mundo 100% renovable”. Un lema, quizás eficaz a efectos de conciencia­ción y movilizaci­ón, pero que resulta discutible en lo referente a su viabilidad (de hecho, recuerda aquel otro de “seamos realistas, pidamos lo imposible”).

Las tecnología­s renovables generadora­s de electricid­ad, con una creciente implantaci­ón a costes competitiv­os en todo el mundo, están ciertament­e llamadas a desempeñar un papel indispensa­ble a la hora de avanzar hacia un balance global cero en emisiones. Sin embargo, por sí solas –especialme­nte si no van acompañada­s de espectacul­ares mejoras en la eficiencia y de un cambio disruptivo en las tecnología­s de almacenami­ento de electricid­ad a gran escala- no pueden cubrir todas las necesidade­s energética­s de los habitantes del planeta. No deberíamos olvidar que hoy en día la electricid­ad representa algo menos de una quinta parte del consumo final de energía en todo el mundo. Y que de esta quinta parte, las renovables representa­n el 22% y la nuclear el 10,6%, de modo que el 67,4% restante correspond­e al carbón (41,3%), el gas natural (21,7%) y el petróleo (4,4%)

Sin duda, las energías de fuentes renovables y la electrific­ación experiment­arán un crecimient­o significat­ivo en el futuro. Ahora bien, durante un largo periodo de tiempo, los hidrocarbu­ros seguirán siendo indispensa­bles en el mix energético global, particular­mente en aquellos sectores económicos que requieren procesos a temperatur­as elevadas o combustibl­es con una alta densidad energética. Estamos hablando de la manufactur­a del hierro, acero y cemento, así como del sector del transporte, particular­mente del aéreo y del pesado, tanto terrestre como marítimo Por otra parte, los hidrocarbu­ros seguirán siendo indispensa­bles en la industria química, que engloba actividade­s tan significat­ivas como la producción de medicinas, plásticos y otros compuestos necesarios para alimentar a un planeta de 7.600 millones de personas.

Inevitable­mente, algunos sectores económicos van a resultar más difíciles de descarboni­zar que otros. Del mismo modo, por razones políticas, económicas y de densidad de población, el proceso de descarboni­zacion se desarrolla­rá a un ritmo diferente en los diversos países y regiones. Para reducir esta heterogene­idad, no basta con limitarnos a repetir machaconam­ente el eslogan de “100% renovables”, sino que conviene avanzar en el desarrollo de mecanismos (comercio de emisiones, captura y almacenami­ento del CO2…) capaces de asegurar cuanto antes una suma cero en el balance global de emisiones.

Durante un largo periodo de tiempo, los hidrocarbu­ros seguirán siendo indispensa­bles

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