La corbata de Rajoy
UN amigo periodista que dirige el departamento de comunicación de una multinacional me contó ayer una vivencia. Acababa de ver por televisión que Mariano Rajoy prescindía de la corbata para recibir a Albert Rivera en el Congreso, mientras que el líder de Ciudadanos aparecía encorbatado. Me explicó mi amigo que él se enfrentó a un dilema similar hace unos meses, cuando preparaba una reunión delicada con un periodista que viste muy informal. ¿Qué hacía? ¿Renunciaba a la corbata y al traje para empatizar más con su interlocutor o asumía su papel y representaba a su empresa con la formalidad habitual? Al final eligió lo segundo y, aunque admite que al principio le costó romper el hielo, todo acabó bien. En realidad, lo que hizo el director de comunicación al negarse a rebajar su dress code fue evitar presentarse ante su interlocutor en una posición de inferioridad: no quiso que este creyera que se descamisaba para parecer más simpático.
Es probable que Rivera tuviera ayer la sensación de empezar la reunión con ventaja cuando vio que Rajoy había decidido adoptar un look de nueva política. De hecho, el presidente en funciones ya comparecía en una posición de debilidad, porque la reunión iba a centrarse en una iniciativa de Ciudadanos que él no estaba en condiciones de enmendar. Entonces, ¿se descorbartó Rajoy para sintonizar más con Rivera o es que de repente ha asumido el discurso –muy sensato, por otra parte– de que vestir informal en verano ayuda a combatir el cambio climático? Lo segundo parece improbable.
Está por ver si el presidente seguirá vistiendo casual .Silo hace es porque no ha seguido de cerca la política catalana y el efecto que ha tenido en ella la revolución de la moda CUP. Seguro que ayer, desde su lugar de veraneo, algunos políticos de la vieja CDC que un día colgaron la corbata y que pese a ello ya no están en primera línea esbozaron una sonrisa sarcástica al ver a Rajoy descamisado.