La Vanguardia (1ª edición)

“Me duele la mandíbula”

Samuel Carmona cae en los cuartos del peso minimosca y se queda con el diploma

- SERGIO HEREDIA Enviado especial

Una hora y media antes del combate, todo era risa en el rostro de Samuel Carmona (20).

Allí estaba él, pequeño y alegre, escuchando música en los cascos, diciéndole cosas a su entrenador, Rafael Lozano, el Balita ,queasu lado andaba.

Ambos se dirigían al pabellón 6 de Riocentro, la sede del boxeo, y de allí esperaban salir más alegres aún. Si cabe. Carmona se jugaba el pase a las semifinale­s del peso minimosca (46-49 kilos): si pasaba, era medalla. En boxeo, no hay combate por el tercer y cuarto puesto. El semifinali­sta se sube al podio. Como mínimo, para recoger el bronce.

Dos horas más tarde, Carmona abandonaba el lugar hecho una furia. Acababa de perder ante el colombiano Herney Yurberjen Martínez (2-1). Y le dolía todo.

–No puedo hablar. Me duele mucho la mandíbula.

Eso fue todo lo que se ofreció a decirle a los periodista­s que le esperaban en la zona mixta. Pasó corriendo ante ellos. Antes, sí que le había contado algo a las television­es y a las radios:

–Estoy superorgul­loso. Sólo espero que el boxeo suba en España. Me queda mucho camino por delante porque sólo tengo veinte años...

A grandes rasgos, lo que pasó en el cuadriláte­ro es lo mismo que intuían algunos expertos. Carmona estuvo tenso y precipitad­o. Y el colombiano Herney Yurberjen Martínez (24), con más tablas y más sosiego, le abrió las defensas. Una y otra vez.

A Carmona, se temía, podía pesarle la historia. O más bien, la falta de ella. Apenas lleva un año entre la élite del boxeo. Hace un par de cursos, todavía acompañaba a sus padres en el rastro de Las Palmas. A su lado, vendía ropa. Boxeaba en sus ratos libres, y Balita Lozano lo descubrió en un campeonato de España. Decidió llevárselo al CAR de Madrid. Amaestrarl­o.

No le dio tiempo. Progresó mucho y muy deprisa, y con el tiempo mínimo de madurez, se ganó el billete para Río. Lo hizo en junio, al alcanzar la final del preolímpic­o en Bakú (Azerbaiyán).

–Pero todavía no se había civilizado –contaba Balita en los últimos días.

Lozano admitía así que le había llegado un diamante en bruto. Y que había que pulirlo.

“Y es cierto. Carmona tiene mucho que hacer –dijo Lozano ayer–. Son sus primeros Juegos. Y va a salir de aquí con un diploma. De momento, está donde estuve yo: fui diploma en mis primeros Juegos (Barcelona’92), y luego logré dos medallas (bronce en Atlanta’96 y plata en Sydney 2000)”.

A Carmona, el combate le dio casi siempre la espalda.

Boxeó a cara descubiert­a –nunca mejor dicho, ahora que se han retirado los cascos protectore­s–, y esa estrategia le hizo daño.

¿No había derrotado al gran Paddy Barnes en la víspera?, parecía decirse.

Pues con el colombiano, más de lo mismo.

Como si le hubieran telegrafia­do la pelea, Martínez le esperó en las esquinas. Se echó hacia atrás y se coló entre la guardia de Carmona.

DEFENSA ABIERTA El canario, todavía poco maduro, se tiró a por el colombiano, descuidand­o la guardia

Conectó varios directos en la mandíbula de Carmona. Y este montó en cólera: fuera de sí, se lanzó aún más hacia adelante.

Fue una pescadilla que se muerde la cola.

A más persistenc­ia, más baja la guardia. Y más entradas del colombiano.

Balita Lozano trató de contener a su pupilo. Lo hizo en cada uno de los descansos. El boxeo olímpico se divide en tres asaltos de tres minutos. Carmona, ni caso. Se cebó en su estrategia, y se elaboró su propia telaraña.

Entró perdido en el tercer asalto. Entendió que se le escapaba el combate, y por eso buscó el KO del colombiano, cuya vida no fue fácil. Fue mecánico de bicicletas y recogía plátano para venderlos.

Cuántas historias hay en el boxeo. Algunas, muy tristes.

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YURI CORTEZ / AFP Derrota. Carmona recibe un golpe de su rival, el colombiano Herney Yurberjen Martínez
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