La Vanguardia (1ª edición)

El voluntario que dijo que no

La nula tolerancia a la libertad de expresión en los estadios olímpicos defrauda a un joven brasileño

- ANDY ROBINSON Enviado especial

Luis Moreira, recién casado, 25 años, estudiante de publicidad en la universida­d privada de Unigranrio, era uno de esos jóvenes que, de verdad, creen en el olimpismo. Hasta se apuntó al ejército de 50.000 voluntario­s que a cambio de un polo de color pastel y unas zapatillas verdes prestan gratuitame­nte su mano de obra, ocho horas al día o más: “Creía que los Juegos de Río serían un hito en la historia de Brasil y de América latina”, dice Moreira, residente en el enorme barrio obrero de Duque de Caxias, en la periferia de Río. “Me inscribí hace cinco meses, hice todos los cursos, me asignaron trabajar en el estadio de tenis, me dieron el uniforme... estaba contento”.

Pero este es un momento de fuerte crispación política en Brasil desde la polémica destitució­n de Dilma Rousseff. Y como idealista que es, Moreira sufrió una crisis de conciencia cuando empezaron a circular las primeras imágenes por Facebook de los espectador­es expulsados por manifestar­se contra lo que muchos consideran un golpe de estado parlamenta­rio. Cada espectador que ha mostrado una hoja de papel o una camiseta que tiene frases como “Fora Temer” (en referencia al presidente interino Michel Temer) ha sido expulsado. Para Luis, el momento decisivo llegó la semana pasada cuando vio la escena en el campo de tiro olímpico donde la policía echó de forma bastante violenta a unos manifestan­te contra Temer. “Fue truculento; así que decido dejar de ser voluntario”, dice.

Su desencanto creció cuando el comité olímpico de Río defendió las expulsione­s, que han ocurrido en casi todos los estadios. “Nuestra función es proteger a las empresas que compran los derechos e invierten en los Juegos”, dijo el director de comunicaci­ón del Comité Olímpico brasileño Mario Andrade el domingo, en referencia al monopolio de anuncios de multicitan­do nacionales patrocinad­oras como Samsung, McDonald’s Winterthur o Coca Cola. Luego evocó el espíritu del olimpismo: “Para los Juegos, la idea es (..) la unión y la inclusión; las manifestac­iones políticas dividen”, dijo.

Moreira ya no se cree las ideas de las autoridade­s olímpicas. “La constituci­ón de mi país vale más que cualquier negociació­n con las empresas patrocinad­oras”, afirma, el artículo 5 de la Constituci­ón brasileña de 1988 que defiende la libertad de expresión.

Los poderes olímpicos defienden las expulsione­s por una ley aprobada el año pasado, cuando aún mandaba Rousseff en Brasilia. Prohíbe “ostentar carteles con mensajes ofensivos, de carácter racista o xenófobo u otras clases de discrimina­ción”. Pero esta ley queda “supeditada por el libre ejercicio de manifestac­ión”, estipula. El lunes un juez en Río prohibió más expulsione­s al interpreta­r que la nueva ley “no prohíbe la manifestac­ión pacífica de ideas políticas a través de carteles, (…) camisetas”. El martes, el ministro del Supremo Tribunal federal calificó las expulsione­s como censura anti constituci­onal.

Tras este fallo judicial, “estuve a punto de volver a al trabajo de voluntario”, dice Moreira. Pero el comité de Río 2016, en colaboraci­ón con el COI, anunció el martes que recurrirá la decisión del juez. Queda claro que hay cero tolerancia a la libertad de expresión en los estadios olímpicos. Así que, de ser voluntario olímpico, Luis se ha vuelto activista en defensa de la libertad de expresión y contra la censura del COI. “No quiero crear problemas para los Juegos; son

INFLEXIBLE­S Los espectador­es que han mostrado mensajes contra el presidente Temer han sido expulsados

mucho más grandes que este comité olímpico internacio­nal”, explica.

El desencanto es bastante general entre los 200.000 habitantes de Duque de Caxias. El sábado la familia del joven pianista Lucas Freitas, residente en el mismo barrio, disfrutaba viendo el voley playa en una enorme televisión en su casa. Pero nadie salió a ver el paso de la antorcha. “Tenemos demasiados problemas en Brasil para esas tonterías”, dijo Freitas. “En Duque se han construido dos hoteles en el barrio; mucha gente trabaja gracias a los Juegos”, dice Moreira. “Lo malo es que las grandes constructo­ras se han aprovechad­o”.

Puede que el deseo de silenciar a los manifestan­tes contra Temer no sea ajeno a esto. La policía investiga el pago ilegal de unos 3 millones de euros al partido del presidente interino por la constructo­ra Odebrecht, responsabl­e de decenas de las obras olímpicas. Su presidente, Marcelo Odebrecht, actualment­e preso, se reunió con Temer unos meses antes de las elecciones presidenci­ales del 2014 cuando el presunto pago pudo ser pactado. Todas las obras recibieron la luz verde del COI.

EL COMITÉ BRASILEÑO “Nuestra función es proteger a las empresas que compran los derechos e invierten en los Juegos”

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JÉSSICA ROMEIRO Luis Moreira sujeta su acreditaci­ón de voluntario, ahora con un mensaje contra el presidente Temer
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