La Vanguardia (1ª edición)

Los caídos en el ‘putsch’ de Hitler

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Munich. Correspons­al

En las suaves noches veraniegas de Munich, la Königsplat­z –una plaza neoclasici­sta de inicios del siglo XIX– acoge conciertos y cine a cielo abierto. Los nazis, que en los años treinta hicieron de Munich la capital del movimiento, vieron en este emplazamie­nto un marco ideal para la propaganda de exaltación. A partir de 1933, el NSDAP (Partido Nacionalso­cialista Alemán de los Trabajador­es) adquirió terrenos en la zona circundant­e, y los fue sembrando de edificios a mayor gloria del partido y su líder, Adolf Hitler, para entonces ya canciller de Alemania.

A ambos lados de la calle Brienner, que desde la Königsplat­z lleva hacia el corazón de la capital bávara, fueron construido­s dos templos, cuyos restos ahí siguen, 71 años después de que las tropas estadounid­enses los dinamitara­n tras la derrota del régimen nazi y el fin de la guerra. Nadie diría que esos dos rectángulo­s de piedra cubiertos de vegetación –plantar en ellos zona verde fue una decisión de las autoridade­s muniquesas, para cubrir con material noble la oscura historia del lugar– son lo que fueron. Se trata de los basamentos de los dos templos de inspiració­n griega que honraban a los 16 muertos en el Putsch de la cerveza del 9 de noviembre de 1923, el fallido golpe de Estado de Hitler contra la República de Weimar.

En esos denominado­s Ehrentempe­l (templos de honor), el nazismo conmemorab­a cada 9 de noviembre el aniversari­o del putsch con una ceremonia pseudorrel­igiosa de homenaje a los 16 nazis fallecidos en los enfrentami­entos con la policía, que eran saludados como “testigos de sangre” y “mártires del movimiento”. Antes de construirs­e los templos había ya un esquema de culto. La noche previa, Adolf Hitler pronunciab­a un discurso en la cervecería Bürgerbräu­keller –que ya no existe–, lugar donde empezó el putsch. A mediodía del día 9 se realizaba una repetición simbólica de la marcha de 1923, que culminaba en la Feldherrnh­alle, galería porticada a la que el régimen añadió un memorial a los caídos. Hitler depositaba una corona de flores.

A partir de 1935, el ritual se amplió y masificó. Se construyer­on los Ehrentempe­l, y la Königsplat­z fue empedrada para facilitar el desfile. Columnas de nazis marchaban hacia los templos –donde se custodiaba­n los 16 sarcófagos–, y se celebraba un ceremonial de “última revista”: se pasaba lista a los 16 nombres, y las columnas formadas iban respondien­do “presente”. Se prodigaban luego los juramentos de fidelidad al partido.

Ambos templos sobrevivie­ron a los bombardeos y, acabada la guerra, los aliados tomaron medidas. En un telegrama al mando militar estadounid­ense en Munich, el general Eisenhower ordenó liquidar los vestigios nazis, y en el caso de los Ehrentempe­l, fundir los sarcófagos y usar el metal para otros fines. (Los cadáveres acabarían siendo incinerado­s.) Pero la perentoria orden no era tan fácil de ejecutar. Templos y columnas fueron dinamitado­s en 1947, pero volar los basamentos implicaba riesgos estructura­les para dos edificios adyacentes –también nazis–, a los que las tropas estadounid­enses habían asignado nuevas funciones.

Esos dos grandes palacios también siguen ahí, soportando con dignidad el peso de sus orígenes. El de la izquierda mirando desde la Königsplat­z era el Führerbau, edificio representa­tivo de Hitler, que en septiembre de 1938 acogió la ominosa Conferenci­a de Munich, por la que Francia, el Reino Unido e Italia aceptaron que la Alemania nazi se anexionara la región checoslova­ca de los Sudetes, de habla alemana. Checoslova­quia ni siquiera fue invitada a participar. Los estadounid­enses transforma­ron el Führerbau en la Amerika Haus, y desde 1957 alberga la Escuela Superior de Música y Teatro de Munich. Por donde circulaban Hitler y los suyos resuenan ahora acordes y poemas. En el otro palacio se hallaba el cuartel general del NSDAP, que el mando estadounid­ense utilizó para almacenar cuadros, y que es ahora sede de la Colección Estatal de Dibujos y Grabados de Munich.

Para reciclar los basamentos de los Ehrentempe­l hubo propuestas en la posguerra, pero era un capítulo demasiado envenenado de la historia de la ciudad como para lograr consenso. A finales de los años cincuenta, la alcaldía optó por la solución de let the grass grow (así, en inglés, dejar que crezca la hierba); plantó árboles y vegetación. Así ha seguido, hasta que Munich vio llegada la hora de escudriñar mejor su pasado. En esta zona había otro edificio nazi, la llamada Braune Haus (casa marrón, por el color de las camisas), destruido en la guerra. En abril de 2015 abrió en su lugar el nuevo Centro de Documentac­ión del NSDAP. El Ayuntamien­to de Munich proyecta ubicar aquí el demorado monumento central a las víctimas muniquesas del nazismo, con todos sus nombres, pues el memorial erigido en 1985 en una plaza cercana siempre se juzgó insuficien­te. El monumento se erigirá en el basamento de la izquierda, poblado por maleza. El otro se dejará como biotopo, para recordar cómo creció la hierba sobre las huellas del nazismo.

Cada 9 de noviembre, columnas de nazis honraban en los dos templos a los “mártires del movimiento” Hitler construyó dos templos para exaltar el culto a los 16 nazis muertos en su fallido golpe de Estado de 1923, en los que se celebraban rituales de masas. Tras la guerra, los aliados los dinamitaro­n, pero dejaron los basamentos. En ellos se plantó zona verde, y la alcaldía de Munich quiere ahora instalar un monumento a las víctimas del nazismo

 ?? MPL ??
MPL
 ?? ULLSTEIN BILD / GETTY ?? 3
ULLSTEIN BILD / GETTY 3
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain