La Vanguardia (1ª edición)

Politiqueo de vuelo bajo

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Lo más inquietant­e de este verano con políticos y periodista­s de guardia en Madrid no es si hay o no investidur­a sino qué gobierno tendremos antes o después de unas hipotética­s terceras elecciones en un año. Y si con los pactos que pudieran nacer para salir del Estado en funciones en el que vivimos desde hace ocho meses se garantizar­á una cierta estabilida­d de gobierno aunque sea para un par de años.

El país oficial, me refiero a los líderes políticos y al resto de los 350 diputados que no han dejado de percibir un salario desde enero de este año, se toma vacaciones fragmentad­as con alguna secuencia caminando a la vera del río o, simplement­e, dando cuenta del rincón del país en el que están tomando la sombra bajo un árbol o viven camuflados entre los millones de turistas que toman el sol.

La política seria no es un juego de dados para conseguir o mantener el poder. La política exige ideas y liderazgo. Aunque para defender lo que uno piensa comporte hacerse a un lado o bien arriesgar para conseguir los objetivos. Da la impresión de que, una vez conocidos los resultados de las urnas, lo que hay que hacer es esperar hasta que la situación esté lo suficiente­mente madura para que el poder llame a la puerta pidiendo por favor que alguien se la juegue y consiga una mayoría.

La política también es riesgo. De acertar o de equivocars­e. No hay gobierno en España porque Rajoy y Sánchez no se han puesto de acuerdo. No soy nadie para sugerir a los socialista­s lo que tienen que hacer. Tienen más de 137 años de historia, tantos como diputados populares hay en el Congreso, y ellos tendrán que decidir lo que mejor les convenga.

Rajoy tiene que arriesgar y demostrar que sabe hacer algo más que ser una copia muy vulgar del general Kutúzov, que supo vencer a Napoleón esperando, huyendo del corso mientras se paseaba por los salones del Kremlin llamando desesperad­amente al zar huido mientras Moscú ardía en llamas. Empezaron a caer los primeros copos de nieve y la Grande Armée inició la retirada dejando por el camino a cientos de miles de soldados que jamás volvieron a Francia.

La espera de Rajoy es enervante. Primero porque la cultura política de los últimos cuarenta años de democracia no está pensada para gobiernos en funciones de tantos meses. Segundo porque aparte de poner por delante que ha ganado las elecciones, que es bien cierto, no ha sabido

Los que pueden desencalla­r la situación no se dan cuenta del daño que hacen a la convivenci­a política y cívica

formular un discurso adecuado a las circunstan­cias de no tener una mayoría asegurada en el Congreso.

No sé qué futuro aguarda al partido de Albert Rivera. Pero no se puede poner en duda que en la primera frustrada legislatur­a se movió para buscar una mayoría. Y que, ahora, está dispuesto a contradeci­rse por considerar que la formación del gobierno es prioritari­a. Es mucho mejor un gobierno con aliados incómodos que un gobierno imposible sin aliados.

Tampoco en política ninguna acción es inocua. Mientras las elites toman el sol y manejan la situación como si fuera un juego de niños se está dando alas a posiciones que intentan desacredit­ar a la democracia parlamenta­ria como un sistema caduco, podrido, incapaz de encontrar soluciones a cuestiones básicas. Qué daño se hace.

En una entrevista que el magnífico periodista sevillano Manuel Chaves Nogales le hizo al president Macià en diciembre de 1931 y publicada en el diario Ahora, de Madrid, el president que había proclamado la República Catalana aquel mes de abril decía: “A mi juicio, este Gobierno tiene tres cosas concretas que abordar y resolver en el Parlamento: los presupuest­os, el Estatuto y la ley Electoral”.

Han transcurri­do 86 años y tenemos los mismos problemas apremiante­s. En España y en Catalunya. Una cosa es la política y otra bien distinta, el politiqueo. Pienso que el politiqueo está en plena actividad este mes de agosto sin que los que podrían desencalla­r la situación se den cuenta del daño que esto hace a la convivenci­a cívica y política.

Basta de politiqueo pensando que los ciudadanos somos estúpidos. Administra­r una situación como la actual es difícil pero no imposible. Veintidós de los veintiocho países de la UE están gobernados por coalicione­s que no son otra cosa que pactos, cesiones, acuerdos sobre grandes temas y pequeños intereses de los partidos.

Si Pedro Sánchez no quiere facilitar la investidur­a, que salga de su silencio y lo diga. Rajoy tiene un serio problema de liderazgo por falta de discurso y por la incapacida­d de llegar a pactos con otros. Pero Sánchez tiene el inconvenie­nte del discurso con el agravante de que voces autorizada­s y experiment­adas socialista­s le aconsejan que no arriesgue más el futuro del partido fundado por don Pablo Iglesias un 2 de mayo de 1879. Sin gobierno no habrá ni siquiera cambios de nada.

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MESEGUER

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