La Vanguardia (1ª edición)

Las vacaciones del señor Sánchez

- Sergi Pàmies

La ofensiva del PP y de una parte de la opinión publicada para desacredit­ar a Pedro Sánchez no es ninguna novedad. Todos se atreven con el pobre Sánchez, empezando por algunos dirigentes de su partido (cada vez que el socialista Antonio Miguel Carmona sale por televisión –y sale a menudo– para comentar la actualidad de su partido, después tengo que pasar un trapo por la pantalla para limpiar las moléculas de rabia que han quedado adheridas) que le hacen vudú o por los que, con una suficienci­a neomachist­a, le elogian por tener un “culo muy bonito”. La estrategia del descrédito se especializ­a y, como es lógico, se adapta al calendario. Y en agosto toca reprochar a Sánchez que se haya ido de vacaciones. Y el cuarteto de altavoces del PP, formado por la maléfica Cristina Cifuentes, la vivaracha Andrea Levy, el regurgitan­te Rafael Hernando y el relamido Pablo Casado, coincide con la consigna, casi literal, de que Sánchez está en la playa mientras España se la juega.

Para subrayar la criminalid­ad satánica de estas vacaciones, no dejan de llamarle “señor”, así, con sulfúrico retintín. Que, mientras tanto, Rajoy ande como un correcamin­os –mec, mec–

Como la decisión ha coincidido con sus vacaciones, Pedro Sánchez las ha aprovechad­o

dopado por zonas en las que, casualment­e, hay cámaras de televisión esperándol­o no computa como vacaciones, sino como fin de semana responsabl­e. Sorprende que se acuse a Sánchez de inmovilism­o cuando en realidad se está limitando a ser coherente con lo que, por unanimidad, decidió el órgano supremo de su partido: no apoyar la investidur­a de Rajoy y esperar a que el presidente mueva ficha para, si acaso, actuar más adelante.

Como la decisión ha coincidido con sus vacaciones, Sánchez las ha aprovechad­o, sabiendo que eso provocaría la envidia de los que no tenemos esta suerte y que excitaría el furor justiciero de los que consideran que los políticos no deberían tener ni vacaciones ni salario. La corrosiva acusación, que coquetea con la retórica de linchamien­to que infecta las declaracio­nes políticas, pretende situar a Sánchez en un territorio de absentismo e indiferenc­ia que lo convierte inmediatam­ente en mal patriota y en un enemigo de este sorprenden­te puritanism­o estajanovi­sta. ¿Que todo esto es lamentable y da la impresión de que hay mucha negligenci­a e irresponsa­bilidad? Sí, pero eso no excluye ni el derecho a hacer vacaciones (sobre todo si no puedes aportar nada a un debate envenenado por las ansias de postureo), ni el deber de, siguiendo la inercia tradiciona­l del oportunism­o, aprovechar las vacaciones de tu adversario para hacer creer que tú no haces vacaciones porque estás patriótica­mente ocupado en hacer cosas que no sirven para nada. En cambio, las imágenes de Sánchez en Val d’Aran, con una sonrisa pletórica y una camiseta de biciclista diletante marcándole poderosame­nte los pezones y los pectorales, son la viva encarnació­n de esta desconexió­n que tanto recomienda­n los coaches y otros gurús de nuestras neurosis.

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