Simply Red enciende la noche
Las canciones clásicas de Mick Hucknall emocionan en la clausura del festival
Había ganas de Simply Red, había ganas de ver al pelirrojo pecoso y había sobre todos ganas de escuchar en vivo algunas de esas canciones que por lo visto anoche han calado en una amplia legión de aficionados de variada índole y condición. Expectación fundamentada también porque la banda británica liderada por Mick Hucknall se reunificó el pasado año inesperadamente y ahora está continuando con la gira Summer 16, que recuerda los treinta años de vida artística del grupo y que comenzaron a festejar el pasado año.
Durante una hora y media, el visceral cantante manchesteriano recuperó casi una veintena de composiciones del repertorio del grupo, una selección de impacto estético y sentimental asegurado, con pequeñas gemas como Holding back the years, It’s only love, Come to my aid o, ya en los bises, bombazos previstos como If you don’t me by now, Money’s to tight (to mention), Ain’t that a lot of love o Something got me started.
La velada arrancó puntual a las diez de la noche con un público expectante que llenaba el aforo del auditorio en el concierto de clausura de la presente edición del festival. Comenzó el asunto de una manera sosegada apareciendo Hucknall por un lateral del escenario guitarra acústica en ristre ta- ñendo los acordes de un Holding back the tears desnudo hasta que la banda se fue incorporando a mitad de minutaje. El impacto de volver a ver al grupo –cuyos miembros no tienen mucho que ver con los que vinieron con las lejanas actuaciones barcelonesas oficiales del grupo, la última en el cambio de siglo– y, sobre todo, de verle a él a una distancia relativamente corta impresionó seguramente a no pocos, a algunos seguro también por el aspecto físico del vocalista: pelo corto, ensortijado, cara hinchada/ deformada y tez excesivamente brillante con sus ojos hundidos en ella.
La voz, afortunadamente, sigue siendo proverbialmente poderosa, con amplitud de registro y bastante fondo. Una voz que es su principal patrimonio y que es su mejor arma en este regreso a las primeras divisiones. El apoyo de su sexteto fue tan impecable como eficaz y funcional, multiinstrumentistas que se desdoblaban en mini sección de metal o en nada gratuitas segundas voces.
En 2010 la banda anunció oficialmente su separación, argumentando que “de alguna manera, decidimos que 25 años son suficientes”, pero un lustro más tarde retomaron la senda del circuito musical, con la citada gira y la publicación de un álbum enteramente nuevo Big love, que fue acogido con tibieza por público y crítica. Una reacción que a Hucknall no le debió pasar inadvertida porque en la oferta canora de anoche tan solo incluyó un corte del mencionado disco, Shine on, que pasó sin mayor trascendencia.
De hecho, el público asistente anoche –gran parte de ellos con caras de satisfacción desde el primer acorde, emotivos recuerdos de una crónica sentimental imborrable– comenzó a animarse y a exteriorizar su satisfacción cuando a partir del séptimo tema el repertorio comenzó a virar hacia melodías inolvidables (A new flame, Stars )ocon
un marcado pulso rítmico. Con los primeros compases de Right thing por fin el aficionado comenzó a desmelenarse, lo que en el vocabulario de Peralada significa ponerse de pie y seguir acompasadamente los estribillos y los ritmos, es decir, bailar de forma muy civilizada.
El concierto buscó la complicidad tanto por la elección del repertorio –muy seguro, como queda dicho– como por las ganas de conectar que mostró el propio Hucknall, que empalmó hasta el final la artillería pesada (la adictiva Come to
my aid y demás). Las caras de felicidad, tantos recuerdos reverdecidos, las manos intuitivamente entrelazadas... eran las pruebas de que el concierto había valido mucho la pena.
Parte del público viajó al pasado escuchando las inolvidables piezas del grupo, que sonaron contundentes