Manos a la obra
Barcelona Urban Clúster promueve relanzar la construcción con alianzas público-privadas
La reactivación de la construcción –desde la edificación de viviendas hasta la ejecución de infraestructuras pasando por el diseño urbanístico– precisa, después de un largo periodo de crisis, de grandes dosis de colaboración público-privada. Esta es la apuesta de Barcelona Urban Clúster (BUC), entidad nacida en el 2013, en plena recesión, y que hoy, ya en la senda de la recuperación, tiene 40 socios, entre consultores, inversores, ingenierías, despachos de abogados, constructores y promotores. A juicio de sus responsables, la capital catalana tiene buenas cartas para jugar en este cambio de ciclo. Y debe aprovecharlas.
“Es fundamental poner de acuerdo a las distintas administraciones y a los operadores privados para impulsar proyectos”, destaca el presidente de BUC, Joan Pla. Y pone tres ejemplos. Uno, el plan de vivienda del Ayuntamiento, que, insiste, “necesita interés de los inversores para que sea una realidad”. Otro, la mejora de algunas zonas de la ciudad, como el Gòtic Sud, “un barrio que queda al margen del resto de Ciutat Vella y en el que ya estamos trabajando hablando con vecinos, promotores... para ver cómo se debería actuar”. Y, tercero, el 22@, que, a su entender, “quizás necesite una segunda generación de actuaciones, porque todavía quedan muchos espacios libres, por ejemplo en el eje de Pere IV”.
“En Barcelona ya hay microburbujas inmobiliarias”, alerta Joan Pla, presidente de la entidad
El potencial de BUC está, destaca su director general, Jordi Puig, en el valor de sus asociados, que son capaces de crear sinergias para aprovechar las oportunidades que surjan. “El objetivo –añade– es que este sector vuelva a ser activo, referente en la generación de riqueza y de empleo, sin regresar a la vorágine del pasado”. Y debe hacerlo, prosigue, sobre tres ideas básicas, resumidas en el acrónimo RIC (renovación, innovación, creación de nuevas maneras de hacer).
La situación de Barcelona, en la que conviven muchos micromercados, es compleja. “Es evidente que hay poco espacio para hacer obra nueva –explica Joan Pla–, y aunque quedan las grandes bolsas de la Sagrera y la Marina de la Zona Franca, todavía dependen de desarrollos urbanísticos”. Este hecho “debe dirigir el esfuerzo a la rehabilitación, en general, y de zonas degradadas”. Por otra parte, apunta Jordi Puig, “no todo son viviendas, en la ciudad hay un importante déficit de oficinas” y muchas “están anticuadas”, así que “hacen falta proyectos para modernizarlas”.
Se debe actuar para evitar problemas. El presidente de BUC alerta de que la presión debida a la fuerte demanda y a la falta de oferta, acentuada por la enorme atracción que tiene la capital catalana para el turismo y para los inversores internacionales, ya está formando “microburbujas inmobiliarias” en algunas zonas.