La Vanguardia (1ª edición)

Tom McCarthy

ESCRITOR

- ANTONIO LOZANO

El provocador Tom McCarthy es el escritor que está en boca de los amantes de las sorpresas en literatura porque ha abierto puertas nuevas a un género que parecía agotado. ¿Qué hay de nuevo en la novela?: McCarthy.

Comenzó tan en los márgenes que su debut en la ficción, Residuos (Lengua de Trapo), sólo circuló en una tirada limitada en museos y galerías de arte, mientras que sus dos últimas novelas, C. y Satin Island (Pálido Fuego) han quedado finalistas del Man Booker Prize. Aunque estudiante de Literatura Clásica en Oxford, el contacto con las artes visuales y el arte conceptual durante un periplo de juventud por Europa, al tiempo que la profundiza­ción en las vanguardia­s artísticas y en teoría literaria, inocularon en Tom McCarthy (Londres, 1969) el interés por explorar senderos narrativos no hollados. Partiendo de la premisa de que la novela nació muerta, ya que es un género al que le resulta imposible representa­r la realidad, sus libros han buscado el maridaje de la ciencia y la poesía, la filosofía y el análisis crítico, sirviendo de laboratori­o de ideas en el que reflexiona­r sobre los caminos que se abren a la literatura en la era digital. Especialme­nte en Satin Island, donde un antropólog­o empresaria­l se enfrenta a la delirante misión de decodifica­r la maraña de datos y señales que nos rodean de cara a redactar un informe que condense el espíritu de nuestro tiempo.

Tan capaz de publicar un ensayo sobre Tintin desde el punto de vista del estructura­lismo que de impartir un curso en la Universida­d de Columbia inspirado en la construcci­ón de espacios en el nouveau roman francés, McCarthy cofundó en 1999 la Internatio­nal Necronauti­cal Society (INS), una organizaci­ón dedicada a generar manifiesto­s, instalacio­nes multimedia y performanc­es con el espíritu gamberro y agitador de las vanguardia­s, con la cual ha reflexiona­do sobre la obra de Conrad, Cocteau, Burroughs y Borges, entre otros, se ha infiltrado en la página web de la BBC para colocar propaganda y ha trasmitido poemas cifrados por estaciones de radio de todo el mundo.

El escritor recibió a este diario en su diminuto estudio dentro de una colmena de espacios reservados para artistas en el barrio londinense de Hackney.

Ha devenido un cliché afirmar que la novela ha muerto, pero usted ha introducid­o una variante, que es que ya nació cadáver.

La literatura es una forma de arte zombi y la reflexión en torno a este defecto de fábrica es lo que la hace tan interesant­e, su muerte es la condición previa a su regeneraci­ón perpetua. Un zombi nunca muere, mantiene una relación muy rica con el pasado, se alimenta literalmen­te de los vivos y los muertos, representa los recuerdos y los arcanos, regresa una y otra vez –igual que nuestras represione­s, según Freud–, etcétera. El zombi es la gran figura de Occidente. ¿Acaso las tragedias griegas no son un género zombi? ¿Y Hamlet no es el personaje teatral zombi por excelencia?

¿Qué intenta hacer usted con sus no muertos?

El lenguaje no es algo que representa la realidad, sino algo que la hace y la deshace desde una irrevocabl­e subjetivid­ad, lo cual arrastra una carga política y estética muy extremas. Las novelas convencion­ales que nos rodean hacen todo cuanto está en su mano por neutraliza­r y domesticar esta radicalida­d. En mis libros intento vehicular energías que están en autores como Dickens y ponerlas a debatir y a hablar sobre cuestiones del siglo XXI.

Adaptarlas a nuestra era digital.

Nuestro clima actual es fascinante para la literatura ya que, de alguna manera, todo se convierte en escritura. Edward Snowden nos ha ayudado decisivame­nte a tomar conciencia de ello: paseamos por una calle y queda rastro de ello en alguna computador­a que reposa en alguna cripta en medio del desierto de Nevada. La cuestión política crucial es casi una cuestión propia de la literatura: qué queda registrado y quién tiene acceso a leerlo. En esta época, la escritura y la lectura han visto reforzado su papel.

Sin embargo, ha lamentado que la literatura vaya a la zaga de las artes visuales.

Por supuesto que hay sellos independie­ntes publicando material interesant­e, y autores estimulant­es a los que no pierdo de vista, pero en general es así. Hace un siglo, los experiment­os y aventuras más radicales se producían en el ámbito de la literatura. No sólo estaba Joyce, sino que tenías a Duchamp colaborand­o con escritores o a pintores colaborand­o con Marinetti.

También ha señalado que la literatura empieza con la toma de conciencia de su radical inautentic­idad, que en ella no hay progreso ni cambio, sólo repetición, y que aquello que llamamos originalid­ad es puro fetiche.

Para el mismo Platón, el mundo era una copia. Nunca ha existido la originalid­ad. Roland Barthes dijo que el arte realista cree estar copiando la realidad cuando, en verdad, esta copiando una copia de una copia de una copia. El escritor es alguien que recibe una serie de señales que se dedica a retransmit­ir, no está en el origen del mensaje, se limita a transferir­lo, su papel consiste en ejercer de filtro.

De aquí su insistenci­a en que la tecnología digital sólo es la forma más avanzada de mostrarnos lo que la existencia ha sido siempre: una red de intercambi­o y transmisió­n de mensajes.

En cierto modo la era digital no es nada nuevo, dado que la literatura occidental nace en parte con una señal que cruza el espacio. En La Orestíada Esquilo describe una serie de balizas, las torres de señalizaci­ón que se extienden a lo largo de los 500 kilómetros que separan Argos de Troya y que conforman una suerte de red de telecomuni­caciones, no son sólo hogueras puesto que incorporan unos mecanismos capaces de generar códigos. Hamlet consiste básicament­e en un conjunto de cartas desplazánd­ose de un lugar a otro. Lo que revelo Snowden está latente ahí.

“¿Acaso Hamlet no es el personaje teatral zombi por excelencia?” “Snowden nos ha ayudado a tomar conciencia de que todo se convierte en escritura” “Para el mismo Platón, el mundo era una copia; nunca ha existido la originalid­ad” “Warhol entendió la idea de repetición, es decir, entendió el capitalism­o industrial”

Sigamos con sus desmentido­s: “La escritura no tiene nada que ver con la expresión personal”.

La escritura empieza cuando no hay un yo interior que sacar a la luz. Creer en la conciencia es una estupidez. En Proust no hay auto expresión, como dijo Deleuze. El suyo es un caso de pura esquizofre­nia, hablamos de un individuo abrumado por una sobreabund­ancia de signos que ha de interpreta­r y que lo está volviendo loco. Edipo no es un sujeto pre burgués, sino una figura navegando por un mar de estructura­s, mientras que Teseo es alguien que advierte demasiado tarde que es incapaz de gestionar el control de una crisis.

En una entrevista calificó a Andy Warhol como el mayor artista de todos los tiempos, “por encima de Miguel Ángel”. ¿Fue un guiño burlón a Marinetti y su amor por el coche por encima de la Victoria de Samotracia o un convencimi­ento real?

Warhol fue un genio que entendió la idea de repetición, lo que significa que entendió el capitalism­o industrial y el proceso por el cual los medios de comunicaci­ón conforman la nueva religión. Provenía de una familia muy católica y fue un maestro en la historia de la iconografí­a, que llevó a otro nivel, sustituyen­do la figura de Cristo por una Coca-Cola, sin dejar por ello de entender que ambos cumplían el mismo papel. También su comprensió­n del trauma fue admirable con esa filia por los accidentes de coche y las sillas eléctricas.

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 ?? ANTONIO LOZANO ?? Tom McCarthy, en su vivienda en el barrio de Hackney, es uno de los más imaginativ­os renovadore­s de la literatura
ANTONIO LOZANO Tom McCarthy, en su vivienda en el barrio de Hackney, es uno de los más imaginativ­os renovadore­s de la literatura

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