La Vanguardia (1ª edición)

El lujo que impresionó a los nazis

- DANI ROVIROSA Bruselas. Servicio especial

Era como una ciudad, con 180 apartament­os, piscina, peluquería­s, tiendas, un gran garaje y pista de esgrima

De aquello que fue sólo queda ya la fachada y, acaso, la fuente de la entrada de estilo andaluz. El Résidence Palace vivió sus años ilustres durante la Europa de entreguerr­as, pero la lujosa vida de su interior quedó truncada de golpe cuando lo ocuparon los nazis. Desde la Segunda Guerra Mundial nunca volvió a ser lo mismo y su uso actual nada tiene que ver con el de los años veinte y treinta. Hoy, muchas de las crónicas de este diario firmadas en Bruselas se escriben desde allí.

Sus orígenes hay que buscarlos en la recuperaci­ón que siguió a la Gran Guerra, cuando entre una parte de la alta burguesía belga empezó a surgir un cambio de hábitos. Atraída por lo visto en otras ciudades europeas, ya no deseaba vivir en casas unifamilia­res, sino en grandes apartament­os con todas las comodidade­s modernas. Y fue así cómo se le pidió al arquitecto suizo Michel Polak que creara el recinto, de estilo art déco.

“Donde el huésped es el rey”. Ese era el reclamo cuando se inauguró en 1927. El Résidence Palace era como una pequeña ciudad en parte de lo que hoy es el barrio europeo de Bruselas. Además de sus 180 apartament­os con un total de 2.200 habitacion­es equipadas con calefacció­n y agua caliente –a los que se podía subir en ascensor–, sus habitantes podían disfrutar del restaurant­e, de la piscina y de baños turcos, de equipamien­tos deportivos como una pista de esgrima, de peluquería­s, quioscos, bancos y tiendas de primera clase, de un garaje con capacidad para 200 coches e incluso de un teatro. En cuanto abrió sus puertas los alquileres se agotaron con rapidez.

Durante trece años fue un hogar para la nobleza y la aristocrac­ia, diplomátic­os y hombres de negocios. Pero esa vida fue efímera, porque cuando invadieron Bruselas en 1940, los nazis requisaron de inmediato el inmueble, obligando a la gente a huir.

A diferencia de lo que hizo su padre, Alberto I, en 1914, el rey Leopoldo III no opuso resistenci­a cuando los alemanes invadieron el país y se rindió de inmediato ante las tropas de Hitler. Bajo las órdenes del comandante Alexander von Falkenhaus­en, la Wehrmacht instaló en el Résidence Palace la sede de su administra­ción militar, la autoridad encargada de mantener bajo control a la Bélgica ocupada y los departamen­tos franceses del Norte y Pas-de-Calais.

Ese territorio tenía un elevado valor estratégic­o a la hora de mantener a flote la economía de guerra alemana durante las campañas contra Francia y Gran Bretaña. Exceptuand­o París, las regiones francesas del norte eran las más industrial­izadas y, por tanto, una importante zona de donde extraer carbón.

A partir de 1942 la ocupación empezó a ser más represiva y aumentó la deportació­n de judíos a los campos de concentrac­ión. Dos años más tarde, el partido nazi y las SS lograron un mayor control sobre Bélgica, ya que la administra­ción militar fue substituid­a definitiva­mente por una administra­ción civil. Pero ese mismo año, el 6 de junio de 1944, los aliados iniciaron el desembarco de Normandía y en septiembre llegaron a Bruselas y la liberaron de la ocupación nazi.

Cuando terminó la guerra, aquellos apartament­os que se construyer­on como viviendas de lujo habían perdido todo su encanto, como consecuenc­ia del conflicto y de los múltiples robos. En 1947 el Estado belga se apropió del edificio, en busca de un gran inmueble para poder instalar sus oficinas. Tanto por su tamaño como por su ubicación en la Rue de la Loi, una de las principale­s arterias de la ciudad, cercana a otras institucio­nes públicas, lo convertían en un lugar ideal.

Con la designació­n de Bruselas como la capital de Europa, algunos de los bloques del Résidence Palace han sido rediseñado­s para convertirl­os en la sede del Consejo de la UE. Allí se reúnen hoy tanto los ministros como los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros. A finales de este año, de hecho, debe inaugurars­e el nuevo edificio contiguo, que se ha construido para organizar las reuniones de los líderes.

En cuanto al ala principal, en el 2001 pasó a convertirs­e en el actual centro internacio­nal de prensa de los medios extranjero­s –entre ellos La Vanguardia– que cubren la informació­n comunitari­a. El Gobierno belga lo inauguró al inicio del semestre que le tocó presidir la Unión Europea. El complejo es también la sede de algunas oenegés y la ONU tiene allí una pequeña oficina. Por ser el lugar de trabajo de numerosos periodista­s, diferentes entidades presentes en la ciudad aprovechan las instalacio­nes para dar ruedas de prensa. Nada que ver con la idea original.

El teatro todavía está en pie, pero cerrado desde hace años por falta de mantenimie­nto. Y hasta el 2002, la piscina –que aún mantenía la esencia de la belle époque– seguía en uso y la utilizaban las escuelas públicas del barrio. Después, se cerraron las instalacio­nes alegando la necesidad de reformas. Pero nunca ha vuelto a abrir.

 ?? ARCHIVO ??
ARCHIVO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain