La Vanguardia (1ª edición)

El espectácul­o continúa

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España sigue sin un gobierno definitivo. Los principale­s partidos consolidan una manera de hacer política ajena a los intereses colectivos del país. La política es necesaria, imprescind­ible, pero es inaplazabl­e convertirl­a en un mecanismo seguro de consecució­n de objetivos de mejora social y económica para la inmensa mayoría de los ciudadanos.

No es esta la sensación que tenemos ahora los españoles. Se busca el personalis­mo, el plúmbeo enroque, las agusanadas perpetuaci­ones en cargos públicos. No hay grandeza de miras, ni siquiera finezza o elegancia parlamenta­ria. Nos estamos convirtien­do en un país anclado en un eterno y patético entremés cervantino que no acaba de recuperar la senda de la sensatez y la valentía que implica romper con miedos absurdos y viejos mecanismos apolillado­s. Hay muchos fantasmas que arrastran su bola de hierro de la cual ni quieren ni pueden liberarse. Nos falta inteligenc­ia práctica, flexibilid­ad negociador­a, generosida­d y sentido de lo colectivo. Sobra individual­ismo, posturismo, cinismo, soberbia y partidismo acrítico. Es necesario triturar, de una vez por todas, el muro de la ineficacia y el intocable caradurism­o.

La ciudadanía necesita un revulsivo para recuperar la confianza en la Política con mayúscula. Ya está bien de reyertas pandillera­s de baja estofa. No seamos el hazmerreír internacio­nal por más tiempo.

AGUSTÍN ARROYO CARRO

Burgo de Osma (Soria)

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