Raimundo Lafuente
CONFEDERACIÓN HIDROGRÁFICA
El tramo final del Ebro registra una preocupante escasez de caudal. La Confederación Hidrográfica del Ebro, que preside Raimundo Lafuente, atribuye el problema a la sequía. Pero los ecologistas critican también la gestión de este ente.
El río Ebro baja adormecido estos días por Tortosa (Baix Ebre). Sin apenas fuerza, con poca corriente, en su cauce es visible la arena de la playa fluvial de Ferreries. El estiaje, la época donde el caudal llega a sus valores más bajos, está siendo especialmente duro este final de agosto. Sin apenas lluvias en los últimos meses, y bajo la discutida gestión de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el tramo final del río sufre hasta llegar a la desembocadura, en el frágil ecosistema del delta del Ebro.
Las cifras son elocuentes. El caudal ha estado este final de agosto en dos ocasiones en Tortosa por debajo de los 80 metros cúbicos por segundo (m3/s), el caudal mínimo ambiental establecido por ley, según los datos publicados por la CHE, dependiente del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. El domingo se llegó al valor más bajo (75 m3/s). Además, el caudal ha estado de forma consecutiva durante varios días por debajo de los 100 m3.
La CHE, que advierte que sus mediciones realizada en directo en las estaciones de aforo están después sujetas a revisiones, atribuye la situación básicamente al estiaje, con falta acusada de lluvias. Las necesidades del regadío se imponen. “Estamos en una situación de alerta por sequía incluso en zonas del Pirineo aragonés, donde no es habitual”, dice una portavoz.
El estado del Ebro catalán contrasta con las reservas de los embalses de Mequinensa y Riba-roja, de los que depende mucho el estado del tramo final del río. “Es escalofriante que se produzca esta situación con Mequinensa por encima del 70%, el criterio de la CHE es arbitrario, no sigue objetivos ambientales, se limita a asegurar las cosechas del sector agrario”, sostiene Susanna Abella, portavoz de la Plataforma en Defensa de l’Ebre (PDE). Periódicamente, la Confederación Hidrográfica aprueba desembalses que alivian la situación.
Garantizar un caudal ecológico suficiente durante todo el año es uno de los caballos de batalla de la PDE, que ha liderado la oposición a los distintos planes hidrológicos del Ebro promovidos por los gobiernos del PP. Los ecologistas ya consideran del todo insuficiente el caudal mínimo fijado ahora por ley, que antes de la aprobación del nuevo plan hidrológico estaba en los meses de sequía en los 100 m3/s. La PDE no tiene intención de denunciar el incumplimiento de este agosto, aunque sí recopilará todos los datos para añadirlos a la documentación que se hará llegar ante la Comisión Europea para reforzar la queja formal presentada antes del verano por el presunto incumplimiento de la legislación comunitaria de aguas.
“El parámetro principal es optimizar la producción hidroeléctrica y esto pasa por encima de otras funciones; Riba-roja siempre se mantiene casi al 100%. El sistema funciona de acuerdo con los intereses, legítimos, de las hidroeléctricas, pero el Gobierno debería garantizar que la gestión de los embalses tenga en cuenta otros aspectos”, destaca Carles Ibáñez, jefe del programa de ecosistemas acuáticos del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA), dependiente de la Generalitat.
A menor aportación de agua dulce, peor calidad ecológica en el tramo final del río y en el delta del
POLÉMICA “No es una cuestión técnica, no hay voluntad política; se podrían hacer muchas cosas” IMPACTO ECOLÓGICO La agua salada se adentra más en el río y empeora la calidad del agua en el Delta
Ebro, con efectos paralelos como la proliferación de plantas acuáticas en el río que favorecen además la expansión de plagas, como la de la temida mosca negra. Por debajo de los 100 m3/s la cuña salina avanza 15 kilómetros adicionales río adentro, desde Deltebre (Baix Ebre) hasta Amposta (Montsià). La situación es especialmente preocupante si se prolonga en el tiempo. “No detecto interés por parte de la CHE o el ministerio en cambiar la gestión, se podrían hacer muchas cosas, no es una cuestión técnica irresoluble. No hay voluntad política”, dice Carles Ibáñez.