La Vanguardia (1ª edición)

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La evolución positiva de la economía española a pesar de la parálisis política, y la firma del acuerdo de paz definitivo entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC.

TRAS cuatro años de negociacio­nes, Colombia ha tomado el camino de la paz. El Gobierno de Juan Manuel Santos y los representa­ntes de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) cerraron en la madrugada del pasado miércoles el acuerdo que pone fin a 52 años de guerra, con 220.000 muertos, más de 45.000 desapareci­dos, más de 30.000 secuestrad­os y varios millones de desplazado­s. El acuerdo debe ser ratificado el próximo mes por una asamblea de los guerriller­os y por el pueblo colombiano, convocado a un plebiscito el 2 de octubre.

Lógicament­e, las conversaci­ones de La Habana entre el Gobierno colombiano y las FARC no han resultado fáciles. Demasiada sangre, demasiado dolor y demasiada sed de venganza en ambas partes. Hubo momentos de grave crisis, porque las negociacio­nes se iniciaron en secreto sin que hubiera cesado el enfrentami­ento armado. Fue precisa la mediación de La Habana y de Hugo Chávez para que unos y otros volvieran a sentarse a la mesa. Tampoco los puntos del acuerdo han sido un camino de rosas. Cuando parecía que se avanzaba en cuestiones como la amnistía o la justicia transicion­al, una acción militar de una u otra parte derrumbaba cualquier esperanza. Finalmente, la constancia del presidente Santos y la voluntad de cerrar aquel largo y trágico periodo armado del líder de la formación guerriller­a, Rodrigo Lendoño, Timoshenko, han obrado el milagro de un acuerdo que prevé justicia para los guerriller­os con graves delitos de sangre y amnistía para el resto, la entrega en seis meses del armamento de los guerriller­os a las Naciones Unidas, un plan de inversione­s para el campo, libertad para las FARC para presentars­e a las elecciones a partir del 2018 y la ruptura de la guerrilla con el narcotráfi­co.

Alcanzar la paz tras un periodo tan y tan cruento de guerra es un motivo para la esperanza. Al fin, otra vez se demuestra que la especie humana es capaz de construir la paz sobre una sociedad vejada y arruinada por el enfrentami­ento armado, la sinrazón y la miseria. Colombia se ha dado una opción de futuro, frente a quienes desde una u otra parte se oponen al pacto. La guerra es un negocio y existen intereses muy enraizados que se empeñan en frenar cualquier motivo en pro de la paz. Habrá que esperar a que los colombiano­s decidan dar este paso adelante en el referéndum del próximo octubre. Hoy por hoy, no está claro que el presidente Santos logre el triunfo. El mundo espera que así sea y que termine de una vez un rescoldo de la guerra fría que tanto daño ha provocado.

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