Imágenes de verano
Cada estación del año proporciona imágenes peculiares, aquello que nos ofrece el verano no lo hallaremos en invierno. Verbigracia, lo que presencié en un hotel de la costa a rebosar de turistas autóctonos y extranjeros. Entre estos últimos, un grupo de belgas compuesto por personas disminuidas psíquicas y sus monitores. La alegría con que se movían los hombres y mujeres de todas las edades, la desinhibición, el intenso disfrute de lo que tenían a su disposición se convertía en un mensaje reconfortante. Sin complejos, algunos se unían a la animadora del hotel en sus pautas de ejercicios físicos para los huéspedes; en la sesión de bingo, un muchacho que lo cantó se manifestó tan feliz al recoger un montón de modestos premios que daba gusto verle; en una noche de baile en el jardín, todos danzaron más infatigables y con mayor fruición que nadie. Que fueran distintos de la otra gente no constituía ningún obstáculo para estar siempre contentos. Es más, ¿qué significa distintos? A menudo tal adjetivo implica una comparación peyorativa respecto de lo que se considera normal, bueno. Mejor sería hablar de variedades humanas, de capacidades diversas, de aptitudes para construir edificios, curar enfermos, escribir libros…, o valorar al máximo unas vacaciones, y probablemente el resto de los días.
Otra imagen intensa, inolvidable, la hallé en el mar, en una playa encalmada donde se bañaban cinco chiquillos que jugaban incansables. Tres niñas y dos niños de entre once y doce años riendo, compitiendo por el plato volador, por la pelota, buceando para arrebatársela de pronto al poseedor. Las olas suaves los mecían mientras ellos y ellas saltaban alegres, con la confianza en la vida que sólo la infancia, cuando es feliz, otorga. Todos compañeros de escuela, los chicos eran mellizos, y en el terceto de las chicas, dos de ellas se veían menudas al lado de la niña negra, tan alta y desarrollada que parecía una atleta olímpica. Continué contemplándolos embelesada, cayendo por fin en la tentación de preguntarme qué sería de ellos en el futuro, cómo sería su vida. Inescrutable, por fortuna. Y me dije que fuese cual fuese su porvenir, aunque el paso del tiempo disipara aquel momento mágico, lo que estaban viviendo no se borraría. El mar, ellos y su felicidad quedarían prendidos para siempre en la memoria del universo.