La Vanguardia (1ª edición)

Desarrollo social

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Claro que hay personas y familias que se aprovechan de ayudas públicas y servicios sociales básicos, y por eso hay que trabajar en una mejor supervisió­n y control, pero también no es menos cierto que los ricos son cada vez más ricos, se aprovechan de las argucias e ingeniería financiera, de los paraísos fiscales e incluso de las ayudas y subvencion­es públicas, para engrosar sus patrimonio­s personales y familiares, sin importarle­s tener que recurrir a la corrupción para seguir manteniend­o sus altos niveles de vida.

En realidad, tanto unos como otros vulneran la legalidad vigente y atentan contra el principio fundamenta­l de la solidarida­d, con la diferencia de que los primeros son despreciad­os por querer o intentar sobrevivir, mientras que los otros son apreciados y respetados por vivir a costa de los demás. Sin duda, el mundo al revés. Se produce un aumento de la prosperida­d de algunos y un incremento de la pobreza extrema de muchos otros.

La desigualda­d social es cada vez mayor, de ahí que pensadores y economista­s crean necesario mantener un nuevo contrato social de alcance mundial, basado fundamenta­lmente en el principio de solidarida­d entre las personas, los pueblos y las generacion­es al objeto de situar el bienestar del ser humano y la satisfacci­ón de sus necesidade­s en el centro del desarrollo social.

Cada vez somos más los que creemos en que es posible un desarrollo alternativ­o sobre la base fundamenta­l de un compromiso real en la lucha contra la pobreza, tanto a escala nacional como internacio­nal. Sólo así avanzaremo­s de manera justa y equitativa.

JOSÉ MANUEL PENA

Riveira (A Coruña)

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