Heidi y Pedro vuelven a correr por los prados verdes de los Alpes
¡Pedro! ¡Heidi! Parece increíble pero el grito de los niños que son felices correteando por las montañas con sus cabras vuelve a sonar con mucha fuerza. Hace ya más de treinta años que la hiperactiva Heidi marcó a una generación en la pequeña pantalla y ahora vuelve a lo grande. Las montañas de los Alpes lucen mejor que nunca, en cualquier momento uno se levantaría del sillón y saltaría al interior de la pantalla para disfrutar del aire libre y se pondría a correr junto a los dos chiquillos por los verdes prados. Si hay que destacar algo de la película, sin duda es esa fantástica fotografía, que se combina con los paisajes y las buenas localizaciones de la ciudad de Frankfurt.
La historia es la de siempre, la huérfana Heidi debe ir a las montañas a vivir con su abuelo y ahí es feliz hasta que tiene que irse a la ciudad a vivir con Clara, la niña paralítica que hizo llorar a muchas familias con su enfermedad. El final ya lo sabemos todos, pero eso no significa que no nos siga emocionando.
Mención aparte merece Bruno Ganz, el polifacético actor que es capaz de meterse en la piel de un ángel en El cielo sobre Berlín o interpretar a un acabado Hitler en sus peores momentos en El hundimiento. Esta vez le toca el papel del abuelo, ese hombre distante y frío que la vida le ha llevado a aislarse en las montañas y que acaba amando a su nieta transformándose en un personaje dulce y cálido. No hay duda de que borda su papel una vez más.
Puede parecer una de las muchas películas infantiles que se estrenan en verano, pero Heidi quiere ir más allá y reunir a padres e hijos ante la gran pantalla y revivir unas escenas del pasado en las que las familias vivieron las alegrías y desgracias de una inocente niña que era feliz en sus montañas con su amigo Pedro y sus inseparables cabras Diana y Blanquita.
Mención aparte merece Bruno Ganz, que borda una vez más su papel, en esta ocasión de abuelo de Heidi