Encaje de “bolillas”
Yo jamás toqué las bolillas, cosa que otros sí hacían”. La frase, con la que no poca gente se ha podido identificar alguna vez en la vida en otro contexto, la pronunció Joseph Blatter en el mes de junio para el diario La Nación. Pero en su caso no era metafórica, sino literal. Hablaba de las “bolillas” de los sorteos de la FIFA, limpios como una patena al lado de los de la UEFA, amañados según su parecer. La reputación de Blatter cuando lanzó semejante misil estaba ya por los suelos, expulsado de sus lujosos despachos por corrupción, pero aun así fue aceptado como verosímil por muchos aficionados que, con lógica callejera, consideraron que quien está acostumbrado a hacer trampas es el más autorizado para detectarlas. “Las bolillas se pueden señalizar, calentándolas o enfriándolas. Es técnicamente posible. Fui testigo de sorteos en Europa en los que eso sucedió”, denunció Blatter.
Ayer el sorteo de Champions de Mónaco vino precedido por un festival de imágenes y opiniones volcadas en las redes sociales con las que se pretendía transmitir que todo está pasteleado. Desde un vídeo antiguo de Zanetti haciendo ver que mezclaba varias “bolillas” (utilizaremos la acepción Blatter del término porque da más juego) cuando en realidad sólo sujetaba una, hasta la indignación habitual por la proliferación de madridistas como presuntas manos inocentes. Ayer, en efecto, fueron de nuevo mayoría.
Pero más allá de las sospechas, exageradas, inconsistentes o creíbles en función del color futbolístico del espectador, lo que es indudable es que comparar las últimas dos ediciones de la Champions es un ejercicio que invita a una reflexión sobre el formato actual. No hablamos de la fase de grupos, filfa para los dos favoritos por mucho que se
“Se pueden señalizar, calentándolas o enfriándolas; es técnicamente posible”, soltó Blatter
dramatice el cruce del Barça con el City, sino de la carrera que empieza a partir de octavos. Porque no es lo mismo tener que eliminar a City, PSG (campeón de Francia) y Bayern (campeón de Alemania) antes de llegar a la final para ganar al Juventus (campeón de Italia) que a Roma, Wolfsburgo y City siempre con la vuelta en casa.
En realidad, que se produzcan estas disfunciones es culpa de un modelo que, de tanto alejarse del original (sólo campeones de Europa), ha acabado por abrir la puerta a demasiados equipos que, aprovechando el ansia expansiva de la UEFA para ampliar audiencias televisivas desde Lisboa a Rostov y el desgaste de los cracks ante partidos insulsos, acaban escalando peldaños que no les corresponden.
Lo advirtió Piqué el miércoles a través de las redes sociales, justo después de soltar un tuit destinado a tocarle las bolillas (esta vez volvemos al sentido figurado) al Madrid. “En el mundo del fútbol se mueve mucho dinero pero eso no justifica jugar cada vez más. Equivale a más lesiones y menos espectáculo”.