El Máximo muñidor
Díaz-Cano, secretario general de la Presidencia andaluza, ha sido el cerebro gris en la operación de Susana Díaz contra Pedro Sánchez
Son habituales las fotos de Susana Díaz entrando en algún sitio seguida por su guardia de corps: Juan Cornejo, Mario Jiménez (ahora su hombre en la gestora del PSOE), Miguel Ángel Vázquez... y Máximo Díaz-Cano, aunque siempre al final de la fila, intentando no exponerse mucho. Hoy se sospecha que el recorrido de Susana Díaz hasta la cumbre de Ferraz ha estado marcado por su cerebro gris, un manchego de La Solana (Ciudad Real) que ha diseñado la estrategia para acabar con Pedro Sánchez. En el PSOE andaluz se juega con las reglas que marca el secretario general de la Presidencia de Susana Díaz.
Desde inicios de semana, Máximo Díaz-Cano, Antonio Pradas y Verónica Pérez se movilizaron para conseguir las 17 dimisiones de la comisión ejecutiva. Entre ellas, la de Carme Chacón, cuya campaña para hacerse con la secretaria general en el Congreso de Sevilla estuvo dirigida por Díaz-Cano. Un intento de forzar la letra de los estatutos socialistas para provocar la caída del secretario general que no terminó de salir bien. Con lo que no contaba era con el enrocamiento de Pedro Sánchez que terminó por desgarrar al PSOE en dos mitades irreconciliables. Probablemente Josep Borrell estaba pensando en él cuando habló de “golpe de Estado organizado por un sargento chusquero”.
Máximo Díaz-Cano del Rey ha pasado la mayor parte de su vida política en diversos puestos en la Junta castellano-manchega que presidía José Bono. La derrota y dimisión de Joaquín Almunia le convirtió en portavoz de la gestora que el PSOE montó en el año 2000, que pilotó el partido hasta el congreso donde salió investido José Luis Rodríguez Zapatero. Fiel a Bono, fue el organizador de la campaña de este para hacerse con la secretaría general del PSOE, que finalmente perdió.
Posteriormente lo intentó con Carme Chacón, pero volvió a fracasar, ahora frente a Alfredo Pérez Rubalcaba en el congreso de Sevilla en el 2010. Pero no todo fueron malas noticias. Allí conoció por primera vez a Susana Díaz, entonces secretaria de organización del PSOE andaluz, y se fijó en el potencial que tenía la entonces desconocida socialista andaluza. Una mezcla de empatía personal y populismo político que la hacía imbatible.
Tras aquel episodio, José Antonio Griñán rescató a Máximo Díaz-Cano como secretario general de la Presidencia de la Junta. Desde ese puesto fue un firme valedor de Susana Díaz, a la que fue introduciendo en los círculos del poder mediático y económico madrileño, que él conocía muy a fondo. Apoyó con entusiasmo la decisión de Griñán de elegirla como sucesora.
Díaz había llegado finalmente a la cúspide gracias a la política del rodillo, al conmigo o contra mí, que jamás acepta las medias tintas. Su conocimiento de la fontanería del partido se complementaba perfectamente con las habilidades de un Díaz-Cano que estaba firmemente alineado a su lado. Ella se lo retribuyó: “Éste se queda conmigo”, anunció la nueva presidenta andaluza. Un hombre discreto, perfecto complemento para la vistosidad de Susana Díaz.
Aseguran que es un lector voraz, una persona culta e inteligente
Máximo Díaz-Cano asesoró a Bono frente a Zapatero y a Chacón contra Rubalcaba, pero ambos perdieron Un hombre discreto y un lector voraz y culto que trabajó con Griñán para encumbrar a Díaz en Andalucía
al que acompañaban los mismos gustos literarios y culturales que a Griñán. Entre ambos se propusieron limar las aristas del carácter de Susana Díaz, aconsejaron las lecturas que debía hacer y la animaron a que estudiara idiomas. El hecho de no haber nacido en Andalucía y haber estado en el epicentro del poder o haber sido diputado y senador, aporta a la organización socialista del sur un perfil del que carece un equipo esencialmente andaluz y con un perfil decididamente orgánico.