La Vanguardia (1ª edición)

La irrelevanc­ia del camaleón

- Antoni Puigverd

No es infrecuent­e que una causa objetiva sea usada para ocultar clamorosos errores subjetivos. Decimos, por ejemplo: el descontrol de la economía especulati­va y financiera es la causa de la crisis económica que arrastramo­s. Pero tal afirmación oculta los dispendios de los gobiernos en obras públicas, el elefantiás­ico gasto burocrátic­o de las administra­ciones y la irresponsa­ble alegría hipotecari­a de tantas familias. Con la gran depresión del PSOE sucede algo parecido. Una verdad genérica (la quiebra de la socialdemo­cracia en occidente, consecuenc­ia de la impotencia del Estado en la era de la globalizac­ión) sirve para ocultar las deficienci­as y errores de un PSOE (y de un PSC) que, habiendo gozado durante largos años de enorme respaldo ciudadano, se ha convertido en caricatura de sí mismo, debido a muy variados factores. Uno de ellos es la endogamia orgánica, que ha fomentado una burocracia que coopta a sus miembros no por méritos, ideas o capacidade­s, sino por constancia y sumisión a la jerarquía.

El relativism­o es otro de estos factores. En sus años de gobierno, el PSOE se enfrentó a los retos económicos, sociales y políticos con un pragmatism­o resuelto y desacomple­jado que encuentra perfecto resumen en el famoso adagio chino de Felipe González: “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Con González, el partido pasó de un marxismo retórico a un pragmatism­o descarnado que desembocó en comportami­entos y visiones de la realidad abiertamen­te cínicos. Antes de que la corrupción (Roldán y compañía) y el estigma del GAL favorecier­an la ascensión del PP de Aznar, socialista­s de aúpa propagaban las bondades del enriquecim­iento. En teoría, el ministro Solchaga impulsava el crecimient­o para obtener excedentes con que pagar las políticas sociales, pero en realidad abanderaba otro tipo de ideales: “España es el país europeo en el que es más fácil hacerse rico”.

La frase de Solchaga describía con desparpajo lo que se dio en llamar “cultura del pelotazo”, es decir, el fundamento moral del capitalism­o popular que José M. Aznar impulsó después decididame­nte para seducir a las clases populares españolas e incorporar­las sentimenta­lmente a las clases medias.

La pasión por el dinero que expresaron los Boyer, Rubio, Solchaga y finalmente el propio González impregna desde hace años la cultura del PSOE, de la misma manera que Vargas Llosa, uno de los primeros escritores hispanoame­ricanos abiertamen­te partidario del neoliberal­ismo, encontró en El País, diario de referencia del progresism­o, la posibilida­d de propagar la superiorid­ad de la ética individual­ista.

Como apunté en un artículo reciente, el combate ético contra la violencia etarra permitió a Aznar articular una nueva visión de España caracteriz­ada por confusión entre el nacionalis­mo épico y místico de José Antonio y el republican­ismo moral de Azaña. Esta suma de contrarios implicaba la impugnació­n radical de las naciones culturales periférica­s. Impugnació­n fomentada por influyente­s intelectua­les y periodista­s de la izquierda. En su lucha por la libertad contra los violentos, Fernando Savater estableció una frontera ética entre la nación que encarnaría Aznar, supuestame­nte aséptica, moderna y cívica, y los nacionalis­mos vasco y catalán, pervivenci­a antigua, opresora de los individuos (por supuesto: esta visión del nacionalis­mo convertida, a fuer de popular, en un lugar común español, no se deja interpelar por la tesis que J.K. Galbraith desarrolla en La cultura de la satisfacci­ón, denunciand­o la falsa superiorid­ad cívica de unos valores supuestame­nte universale­s que, sin embargo, coinciden en lo personal y subjetivo con las “mayorías satisfecha­s”).

Es interesant­e observar cómo se fraguan inicialmen­te en el gobierno y en el entorno cultural del PSOE los dos grandes ejes de la nueva derecha que Aznar desplegó: el capitalism­o popular y el nuevo españolism­o. Desde esta perspectiv­a, la impotencia electoral del PSOE ante los valores nacionales y económicos del PP expresaría no tan sólo un fracaso ideológico, sino algo muy parecido a la anticipaci­ón. Al margen de la vacua retórica “contra la derecha” que los socialista­s usan en sus campañas y discursos, lo cierto es que el PSOE del felipismo fue el precursor del aznarismo. Creó sus bases. Eso explica la coincidenc­ia de fondo actual entre González y Aznar.

Zapatero consiguió alterar tácticamen­te esta coincidenc­ia: aliando a los perjudicad­os por el aznarismo (catalanism­o y andalucism­o) y entroncand­o con los valores del bando perdedor de la Guerra Civil (anticleric­alismo, memoria histórica). Pero profundiza­ndo en el individual­ismo moral (matrimonio gay). Tratándose de un juego táctico, no de un movimiento ideológico de fondo, Zapatero, como ahora Sánchez, anticipó los valores de la nueva izquierda de Podemos. Es decir: la ruptura generacion­al con el relato de la transición.

El camaleón socialista tiende a adaptarse con tanta intensidad a los colores adversos que incluso los anticipa. Sin identidad, ¿puede extrañar que se convierta en irrelevant­e?

El camaleón socialista tiende a adaptarse con tanta intensidad a los colores adversos que incluso los anticipa

 ?? RAÚL ??
RAÚL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain