La irrelevancia del camaleón
No es infrecuente que una causa objetiva sea usada para ocultar clamorosos errores subjetivos. Decimos, por ejemplo: el descontrol de la economía especulativa y financiera es la causa de la crisis económica que arrastramos. Pero tal afirmación oculta los dispendios de los gobiernos en obras públicas, el elefantiásico gasto burocrático de las administraciones y la irresponsable alegría hipotecaria de tantas familias. Con la gran depresión del PSOE sucede algo parecido. Una verdad genérica (la quiebra de la socialdemocracia en occidente, consecuencia de la impotencia del Estado en la era de la globalización) sirve para ocultar las deficiencias y errores de un PSOE (y de un PSC) que, habiendo gozado durante largos años de enorme respaldo ciudadano, se ha convertido en caricatura de sí mismo, debido a muy variados factores. Uno de ellos es la endogamia orgánica, que ha fomentado una burocracia que coopta a sus miembros no por méritos, ideas o capacidades, sino por constancia y sumisión a la jerarquía.
El relativismo es otro de estos factores. En sus años de gobierno, el PSOE se enfrentó a los retos económicos, sociales y políticos con un pragmatismo resuelto y desacomplejado que encuentra perfecto resumen en el famoso adagio chino de Felipe González: “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Con González, el partido pasó de un marxismo retórico a un pragmatismo descarnado que desembocó en comportamientos y visiones de la realidad abiertamente cínicos. Antes de que la corrupción (Roldán y compañía) y el estigma del GAL favorecieran la ascensión del PP de Aznar, socialistas de aúpa propagaban las bondades del enriquecimiento. En teoría, el ministro Solchaga impulsava el crecimiento para obtener excedentes con que pagar las políticas sociales, pero en realidad abanderaba otro tipo de ideales: “España es el país europeo en el que es más fácil hacerse rico”.
La frase de Solchaga describía con desparpajo lo que se dio en llamar “cultura del pelotazo”, es decir, el fundamento moral del capitalismo popular que José M. Aznar impulsó después decididamente para seducir a las clases populares españolas e incorporarlas sentimentalmente a las clases medias.
La pasión por el dinero que expresaron los Boyer, Rubio, Solchaga y finalmente el propio González impregna desde hace años la cultura del PSOE, de la misma manera que Vargas Llosa, uno de los primeros escritores hispanoamericanos abiertamente partidario del neoliberalismo, encontró en El País, diario de referencia del progresismo, la posibilidad de propagar la superioridad de la ética individualista.
Como apunté en un artículo reciente, el combate ético contra la violencia etarra permitió a Aznar articular una nueva visión de España caracterizada por confusión entre el nacionalismo épico y místico de José Antonio y el republicanismo moral de Azaña. Esta suma de contrarios implicaba la impugnación radical de las naciones culturales periféricas. Impugnación fomentada por influyentes intelectuales y periodistas de la izquierda. En su lucha por la libertad contra los violentos, Fernando Savater estableció una frontera ética entre la nación que encarnaría Aznar, supuestamente aséptica, moderna y cívica, y los nacionalismos vasco y catalán, pervivencia antigua, opresora de los individuos (por supuesto: esta visión del nacionalismo convertida, a fuer de popular, en un lugar común español, no se deja interpelar por la tesis que J.K. Galbraith desarrolla en La cultura de la satisfacción, denunciando la falsa superioridad cívica de unos valores supuestamente universales que, sin embargo, coinciden en lo personal y subjetivo con las “mayorías satisfechas”).
Es interesante observar cómo se fraguan inicialmente en el gobierno y en el entorno cultural del PSOE los dos grandes ejes de la nueva derecha que Aznar desplegó: el capitalismo popular y el nuevo españolismo. Desde esta perspectiva, la impotencia electoral del PSOE ante los valores nacionales y económicos del PP expresaría no tan sólo un fracaso ideológico, sino algo muy parecido a la anticipación. Al margen de la vacua retórica “contra la derecha” que los socialistas usan en sus campañas y discursos, lo cierto es que el PSOE del felipismo fue el precursor del aznarismo. Creó sus bases. Eso explica la coincidencia de fondo actual entre González y Aznar.
Zapatero consiguió alterar tácticamente esta coincidencia: aliando a los perjudicados por el aznarismo (catalanismo y andalucismo) y entroncando con los valores del bando perdedor de la Guerra Civil (anticlericalismo, memoria histórica). Pero profundizando en el individualismo moral (matrimonio gay). Tratándose de un juego táctico, no de un movimiento ideológico de fondo, Zapatero, como ahora Sánchez, anticipó los valores de la nueva izquierda de Podemos. Es decir: la ruptura generacional con el relato de la transición.
El camaleón socialista tiende a adaptarse con tanta intensidad a los colores adversos que incluso los anticipa. Sin identidad, ¿puede extrañar que se convierta en irrelevante?
El camaleón socialista tiende a adaptarse con tanta intensidad a los colores adversos que incluso los anticipa