La Vanguardia (1ª edición)

La Caixa y el Sabadell

- Daniel Arasa

Invitado por su Club de Lectura, fui hace unos días a pronunciar una conferenci­a en el Centre Banc Sabadell, en Sant Cugat. Quedé impresiona­do por la dimensión del edificio, las instalacio­nes, la actividad. Han creado miles de puestos de trabajo cualificad­o. Coincidía, además, con una jornada en que cientos de jóvenes graduados participab­an en un programa denominado Talent.

Durante décadas cubrí como periodista informació­n del Banc Sabadell y lo recuerdo desde cuando era sólo un banco local. Nos relacionáb­amos con sus directivos y en sus juntas de accionista­s los asistentes eran en su casi totalidad fabricante­s, comerciant­es y miembros de la pequeña burguesía de la ciudad vallesana. Prácticame­nte no había “foráneos”. No ya extranjero­s, sino ni siquiera del resto de España y muy pocos de Barcelona. Lo que han hecho en estas décadas directivos como Monràs, Corominas, Oliu padre e hijo, y sus equipos es inconmensu­rable. Pasar de una pyme a un coloso.

Ayer asistí a un acto. Antes de empezar, dos ocupantes de asientos contiguos a quienes no conozco, miraban un impreso. Uno le preguntó al otro, “¿te lo ha pagado La Caixa?”. “La Caixa hace muchas cosas, pero esto no”, fue la respuesta. A partir de este detalle recordé la importanci­a de la Obra Social de La Caixa y su colaboraci­ón en una infinidad de proyectos, pequeños y grandes, en campos sociales, educativos, de investigac­ión, culturales, de medio ambiente…, además de CaixaForum, CosmoCaixa o Palau Macaya. Dedicar 500 millones de euros al año a aquellos objetivos es espectacul­ar.

Y, más aún, mantenerlo ejercicio tras ejercicio.

Con la vida profesiona­l conocí a todos los presidente­s de La Caixa desde los años 70: Narcís de Carreras, Millet, Samaranch, Vilarasau, Fornesa y Fainé (y ahora Gual), así como a diversos directivos. Manteniend­o el espíritu de Francesc de Moragas y demás fundadores han tenido el enorme mérito de crear una caja –ahora banco– de grandes dimensione­s y de construir la mayor fundación privada europea y la tercera del mundo, sólo detrás de la Bill&Melinda Gates Foundation y la Welcome Trust.

Cuando por principio la banca es denostada, y a menudo con razón, la historia deberá reconocer a estas personas no sólo como grandes impulsores de la economía sino como embajadore­s de Catalunya y soporte fundamenta­l de la sociedad civil.

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