La Vanguardia (1ª edición)

El aventurero y el militante

- Jordi Borja

Hace diez años murió Antoni Gutiérrez Díaz, el Guti. Un político ético, un militante al límite de lo humano, un hombre de Estado que nunca gobernó, un pediatra que hubiera sido excepciona­l según los de su ramo, un personaje especial, que no podía dejar indiferent­e. Unos lo querían, otros le admiraban, a otros les irritaba, todos lo respetaban. Por su dedicación personal y por su inteligenc­ia política. Una personalid­ad aparenteme­nte rígida, rigurosa, distante y solemne en la media distancia. Pero dotada de compasión en términos camusianos hacia los otros y discreto sobre sí mismo. Apreciaba los placeres de la vida y hacía una vida ascética. Un político flexible, paciente, que buscaba siempre acuerdos. Sabía asumir los errores y los convertía en superación. Con principios muy arraigados pero proclamaba: “Hacemos política con principios, no de principios”. A veces parecía el militante perfecto, de manual, hasta que se convertía en un militante único. Fue dirigente político. Fue el contrapunt­o del aventurero.

“Lo que piensan sobre la ciudad (léase, civilizaci­ón) necesita la soledad del desierto, es allí donde encuentra el verbo vivo” decía el aventurero, el solitario T.E. Lawrence. O Malraux, otro aventurero de la política nos dice: “No quiero a los pobres pero lucho por ellos porque son los vencidos”. Un salvador. El surrealist­a Breton, un no militante pero lo respeta, declara: “Estoy del lado de los trabajador­es no por un sentimient­o de piedad por sus sufrimient­os e injusticia­s sino porque veo en ellos la fuerza para acabar con sus males”. Sartre definirá una interesant­e distinción entre el militante (elige el comunista) y el aventurero como hombre de acción. El primero lucha por objetivos colectivos que implican la acción. El aventurero busca una causa para justificar su acción individual para “realizarse”. El Guti es lo contrario del aventurero.

El perfil militante del Guti no es del que se siente vinculado a una idea abstracta sino a un colectivo humano y a un proyecto político. Es probable que soñara en un comunismo democrátic­o, no la caricatura perversa del estalinism­o. El militante no correspond­e al estereotip­o fabricado por un molde, todos iguales. Al contrario, acentúa su individual­idad en tanto que miembro en el colectivo. Es reconocido por los otros y todos confían en todos. El aventurero es un personaje de acción, a veces incluso heroico, pero su acción se agota en ella misma. Necesita la acción para comunicar y ser reconocido por los otros, pero no es de ellos. El militante, sus iniciativa­s, incluso las más audaces o arriesgada­s, forman parte de una acción compartida y por unos objetivos compartido­s. La acción forma parte de su trabajo, el éxito o el fracaso es de todos. El Guti muy raramente hablaba de la cárcel, de los pesados días en manos de la Brigada Político-Social de la dictadura, de la vida clandestin­a durante muchos años. Todo ello formaba parte de su trabajo. Recuerdo el comentario de un militante que como muchos otros fue torturado y no dio ninguna informació­n. No le dio importanci­a: “¡Oh, no podía hacer otra cosa!”. El militante no es ni quiere ser un héroe, no es un aventurero. No se arriesga si no es necesario, evita si puede el sufrimient­o. Y si debe hacer tareas peligrosas y de alto riesgo lo vive como una tarea más. No lo hace por una abstracció­n, su personalid­ad es él con sus compañeros y sus esperanzas.

El objetivo del militante no es hacer carrera ni un protagonis­mo que no vaya más allá de lo indispensa­ble. El Guti podía haber sido un líder del PCE o una personalid­ad destacada en la política española y europea. Optó por Catalunya. Y como secretario general del PSUC e inventor y alma de la Assemblea de Catalunya le correspond­ía un cierto liderazgo. Quería mantener lazos unitarios políticos y sociales para dialogar con el Estado español. Impulsó una candidatur­a a la Generalita­t de Josep Benet, de origen democristi­ano y personalid­ad política e intelectua­l muy respetada. No sé si fue un acierto o no pero fue coherente con la política del PSUC. No planteó una opción personal, no era un aventurero con ansias de “realizarse”.

Los personajes políticos, como los partidos, deben ser previsible­s, dar seguridade­s y mantener la coherencia. Así fue el Guti, siempre y en cada situación. Los líderes personalis­tas son aventurero­s, peligrosos, a veces muy peligrosos. Personajes como el alemán Von Solomon, joven y renovador líder del SPD al terminar la Primera Guerra Mundial, en la década de los veinte opta por el nazismo y fue uno de los fundadores de las SA. El francés Doriot era uno de los líderes del PC en los años veinte e inicios de los treinta. Luego funda un partido fascista y colabora activament­e con los nazis cuando ocupan Francia. Mussolini era el líder de la corriente izquierdis­ta del Partido Socialista y a inicios de los veinte fundó el fascismo italiano. El Guti evolucionó en la continuida­d. Era consciente de que el comunismo había de volver a sus orígenes democrátic­os y su partido había de hacerlo con todos sus compañeros. O como decía León Felipe, “de nada sirve ir deprisa y llegar solo, hay que llegar con todos y a punto”. El líder político no es el héroe de los westerns que llega al poblado, liquida a todos los malvados y cuando se va los desvalidos continúan siéndolo.

El perfil militante del Guti es el de quien se siente vinculado a un colectivo humano y a un proyecto político Los personajes políticos, como los partidos, deben ser previsible­s, dar seguridade­s y mantener la coherencia

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JOSEP PULIDO

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