La Vanguardia (1ª edición)

Pues yo no soy Elena Ferrante

- Màrius Serra

El gremio editorial en peso se ha movilizado a favor de Raja; en cambio, el gremio periodísti­co no ha reaccionad­o

Cada vez que leo un “Todos somos alguien” me echo a temblar. Hace diez años me fastidió la campaña del Estado contra Rubianes (que parece un título de peli americana de juicios), pero no me identifiqu­é con el “Todos somos Rubianes” subsiguien­te. Rubianes era único y clonarlo hubiera sido inaguantab­le. Aún peor me pareció el “Todos somos Messi”. ¡Y qué más! Messi Messi sólo hay y habrá uno en toda la eternidad, y victimizar a alguien por motivos fiscales cuando la pasta le sale por las orejas me parece de una inanidad indignante. Ahora veo que muchos colegas de profesión, escritores de renombre variable, apoyan una campaña para decir que todos somos Elena Ferrante. Pues mire, me sabe mal, pero yo no. Todos no somos ni Rubianes ni Messi ni Ferrante.

Ocho días atrás el periodista Claudio Gatti reveló en el suplemento cultural del Sole 24 Ore, y en otros tres medios internacio­nales a la vez, la identidad de Elena Ferrante, autora de una tetralogía napolitana que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. La traductora Anita Raja confirmó ser Elena Ferrante en una retahíla de seis tuits publicados en una cuenta ad hoc que fue eliminada ocho horas después de admitirlo y pidió que la dejen en paz. Está en su derecho, sólo faltaría. Igual que Gatti tenía todo el derecho de hacer su trabajo. La investigac­ión, culminada con éxito, consistió en un hecho tan poco discutible como observar el aumento hiperbólic­o del patrimonio de la traductora, que había multiplica­do por siete sus ingresos coincidien­do con el fenómeno editorial Ferrante y adquirió, entre otras, una villa en la Toscana. Que desde The Guardian traten a Gatti de burdo detective privado “sin ninguna comprensió­n de la literatura, la imaginació­n o el respeto a la vida privada” suena a pataleta. ¿No lo hubieran publicado si Gatti se lo hubiese ofrecido? ¿O es que la mera existencia de un seudónimo no incita a querer saber el nombre oculto?

El gremio editorial en peso se ha movilizado en favor de Raja. Escritores y editores deploran la revelación de su identidad con la campaña “Todos somos Elena Ferrante”. En cambio, el gremio periodísti­co no ha reaccionad­o. Nadie ha gritado “Todos somos Claudio Gatti”. Quizá esta indiferenc­ia se explica porque el expeditivo Gatti reside en Estados Unidos y colabora con The New York Times ,el Internatio­nal Herald Tribune oel Philadelph­ia Inquirer. Quizá por la manera, más bien abrupta, con que lo ha dado a conocer, extractos bancarios incluidos. O tal vez porque el periodismo se ha vuelto tan opinativo y acomodatic­io que un tío que se dedica a perseguir hechos para buscar noticias ya sólo merece la reprobació­n pública.

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