La Vanguardia (1ª edición)

Enrique de la Torre

EXSECRETAR­IO DE CAJA MADRID

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

El interrogat­orio de los 65 acusados por el uso de las tarjetas black en Bankia, que entregaba De la Torre, ha demostrado que existía un absoluto descontrol sobre las condicione­s en que podían usarse y las obligacion­es fiscales.

Si en la época en que fue escrito El Lazarillo de Tormes hubieran existido Caja Madrid y sus tarjetas black, a las puertas de la entidad se habrían formado auténticas colas de demandante­s. Muchos habrían querido acompañar al ciego que las repartiera. El interrogat­orio de los 65 acusados de supuesta apropiació­n indebida por la creación y el abuso de tales instrument­os de pago ha puesto de manifiesto, en este sentido, que entre ellos hubo siempre receptivid­ad para hacerse con una de dichas tarjetas, pero poco interés en aclarar luego en qué condicione­s podían utilizarse y con qué obligacion­es con la Agencia Tributaria. El descontrol, en suma, reinó durante años en torno a las black, que casi todos usaron con mayor o menor prodigalid­ad, convencido­s de que es innecesari­o pedirle cuentas al caño, mientras de él mane agua fresca.

El interrogat­orio de los 65 inculpados concluyó ayer con una lista de explicacio­nes significat­ivamente variada y amplia. Las dos tesis preferente­s son que se trataba de una retribució­n, por una parte, o de un ingreso limitado pero de libre disposició­n, por otra. De ahí que pudieran hacerse gastos muy personales, como los de vinos de buena añada, viajes, hoteles o lencería. La justificac­ión, en estos casos, es que cabía hacerse de la capa un sayo. Y para los que la tarjeta era un pago, tampoco hay nada que decir por el hecho de que jamás se pidieran ni se entregaran los justifican­tes de las adquisicio­nes o dispendios realizados. Todo ello con diversas derivadas, igualmente enjundiosa­s. Por ejemplo, la de los imputados que se declaran indignados por el hecho de que Bankia haya dado cuenta de sus gastos, en un intolerabl­e ataque a la confidenci­alidad que debería cubrir sus gastos.

El tribunal, en suma, va a tener mucho trabajo a la hora de redactar el relato de hechos probados en su sentencia. Y los hechos, en suma, se resumen en que se gastaron 15,2 millones de euros en proveer de fondos a las tarjetas opacas, pe- ro con multiplici­dad de versiones sobre su naturaleza, su finalidad y su misma legalidad. Los receptores de las black ni siquiera se han puesto de acuerdo sobre la existencia o no de algún sistema o protocolo de actuación sobre su entrega y cuidado. Va a ser difícil establecer quién daba las tarjetas, cómo y cuándo. Ante la diversidad de los relatos más bien podría parecer que las tarjetas flotaban a disposició­n de exdirectiv­os y exconsejer­os, y que sólo había que alargar la mano con naturalida­d.

Por contraste, no cabe descartar alguna absolución. Depende de que el tribunal llegue a la convicción, en algún caso concreto, de que el receptor sí pudo creer a pies juntillas que le daban un instrument­o de pago para algunos gastos de representa­ción. Ayer, por ejemplo, declaró el exministro Virgilio Zapatero, quien en esencia dijo haber hecho uso de su tarjeta –con la que gastó 36.000 euros– para gastos relacionad­os con sus actividade­s como vicepresid­ente de la entidad. Y mencionó entre ellos un almuerzo con el actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolza­rri.

Finalmente, si alguien esperaba que la declaració­n de Enrique de la Torre, exsecretar­io de Caja Madrid, aclarara puntos clave, se vio ayer decepciona­do. Varios acusados habían dicho que él les entregó la tarjeta. Pero el aludido explicó: “Yo no daba instruccio­nes a nadie, si acaso me las daban a mí”.

Virgilio Zapatero contó cómo invitó a almorzar con su tarjeta al actual presidente de Bankia

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JAVIER LIZÓN / EFE El exsecretar­io de Caja Madrid Enrique de la Torre, durante la declaració­n

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