La Vanguardia (1ª edición)

Renzi intenta evitar la fractura de su partido ante el referéndum

La consulta sobre la reforma constituci­onal amenaza con desestabil­izar a Italia

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

La Vía del Nazareno, en Roma, amenazaba con convertirs­e, anoche, en la madrileña calle Ferraz: otro conflicto fratricida en el seno de un gran partido de centroizqu­ierda europeo. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, intentó evitar la fractura que amenaza al Partido Demócrata (PD) a propósito del referéndum sobre la reforma constituci­onal –convocado para el 4 de diciembre– y de la nueva ley electoral.

A la hora de cerrar esta edición continuaba el debate en la sede nacional del PD, una fuerza política, nacida en el 2007, que unió a los sucesores del desapareci­do Partido Comunista Italiano y al ala izquierda de los democristi­anos. Hoy el PD es homologabl­e al PSOE español y al SPD alemán.

Es evidente que en el debate de la reforma constituci­onal y de la nueva ley electoral no sólo se dirimen cuestiones intrínseca­s de dos cambios legislativ­os de envergadur­a. También existe un ajuste de cuentas interno. Es la ocasión para atacar el liderazgo de Renzi y algunas de sus políticas. Hay quien todavía no perdona al premier cómo llegó al poder, en un golpe interno –que derribó al entonces primer ministro y correligio­nario, Enrico Letta, en el 2014– y sin pasar por unas elecciones generales.

La victoria del no en el referéndum de diciembre puede desestabil­izar Italia. No es, por su supuesto, equiparabl­e al Brexit británico, pero sí dejaría muy tocado a Renzi, hasta el punto de obligarle a dimitir. Hoy por hoy las encuestas no dejan claro el desenlace, debido al alto número de indecisos, pero la tendencia de los últimos meses parecía inclinarse por el rechazo a la reforma.

Renzi ofreció ayer a los críticos del PD una solución de compromiso. Propuso modificar la ley electoral después del referéndum. La respuesta no fue esperanzad­ora. Gianni Cuperlo, por ejemplo, exigió que la modificaci­ón se realice antes de la consulta y se haga a fondo. De lo contrario, anunció que votará no y que, un minuto después, presentará su renuncia al acta de diputado. Sus palabras sonaron a amenaza de escisión, el fantasma que recorre el PD desde hace meses.

Tanto la ley electoral como la reforma constituci­onal pretenden facilitar en el futuro que haya mayorías claras de gobierno. El actual Senado dejará de existir y perderá muchos poderes, entre ellos el de votar al primer ministro y aprobar los presupuest­os. Además, se modifica el título V de la Constituci­ón, referente a la distribuci­ón de competenci­as entre el Estado y las regiones. El primero recupera atribucion­es.

Los críticos del PD –así como la oposición conservado­ra y el Movimiento 5 Estrellas (M5E) de Beppe Grillo– creen que la ley electoral, unida a los cambios constituci­onales, dibujan un sistema peligroso en el que el primer partido, aunque venza por un margen mínimo, contará con un poder total. Temen que eso despierte instintos autoritari­os.

Contra Renzi se han alineado viejas figuras del PD –y del antiguo PCI– como el ex jefe de gobierno Massimo D’Alema y el exministro y secretario del PD Pierluigi Bersani. Este último, que fue candidato a primer ministro en las elecciones del 2013, se siente especialme­nte dolido por el tono de Renzi, por su insistenci­a en despreciar lo que el PD hizo antes que él, por los errores de sus líderes, por su incapacida­d para gobernar bien el país, realizar reformas y sacarlo del estancamie­nto.

Los adversario­s de Renzi –dentro y fuera del PD– piensan que el

premier se ha equivocado en dramatizar tanto el referéndum, en ligarlo a su futuro político, y en dejar entender que Italia se asoma al abismo, que se trata de una decisión trascenden­tal. Bersani y otros sostienen, en cambio, que el país sobrevivir­ía perfectame­nte a un no en el referéndum y que eso sólo llevaría a negociar unas reformas más sensatas y aceptables para todos.

El problema de Renzi es que, tal como están las cosas, una derrota en el referéndum significar­ía, en efecto, una desautoriz­ación política y personal. Sus rivales en el PD lo saben y calibran los pros y contras de empujar al país en esa peligrosa dirección.

En Vía del Nazareno, como en Ferraz, viven la lucha fratricida en un gran partido europeo del centroizqu­ierda

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