Hacer o no hacer
Hacero no hacer, este esa menudo el dilema. También era, aunque el tan celebrado soliloquio empiece planteando la cuestión con otro infinitivo, el dilema de Hamlet. Stephen Greenblatt relaciona este monólogo con el pasaje de Julio César en el que Bruto, tras tomar la decisión de participar en el asesinato de César y antes de apuñalarlo, reflexiona sobre el estado de conciencia en que se halla desde que Casio lo agitó para que interviniera en el magnicidio. Como recuerda Greenblatt, Bruto no tardó en matar a su amigo y el resto de la obra explica las consecuencias fatales de su acción, mientras que Hamlet no acababa de decidirse a matar su tío, el rey Claudio, y se instaló en la duda, que se plantea en aquel soliloquio famoso, sobre si es más noble sufrir en silencio las flechas y los embates de una fortuna indigna o levantarse en armas contra un mar de adversidades y eliminarlas luchando.
El Bruto de Shakespeare no es tan irresoluto como Hamlet. No tarda en llevar en cabo aquel asesinato político con el que él y otros miembros de la casta senatorial pretendían salvar la república y que acabó comportando su desaparición. Hace nueve meses alguien escribió que Susana Díaz no quería ser vista como un Brutus que apuñala a César. Pero, al parecer, la presidenta andaluza no pensaba en la batalla de Filipos y sólo esperaba que llegaran los idus de marzo. Mientras tanto, en EE.UU., no faltan quienes se quejan de que el Partido Republicano se haya instalado en una duda hamletiana. Entre otros, el neoconservador William Kristol, que ayer, en su billete de The Weekly Standard, tras lamentar que el Grand Old Party hubiera dejado pasar la ocasión que le ofrecía la grabación de Trump para cargarse el candidato o, al menos, para desvincularse de él, pedía a los líderes del partido que actuaran.
Los antiguos pintaban la ocasión calva, con un solo cabello que convenía coger cuando pasaba por delante. Maquiavelo habla, en El príncipe, de algunos personajes excelentes a quienes la fortuna sólo les había ofrecido aquella ocasión que les dio la materia a la que supieron dar la forma que les pareció mejor. Como buen alumno de los discípulos de Leo Strauss, Kristol prefería ampararse en público bajo el idealismo interesado de la Declaraciónde Independencia que en la sombra fría de Maqui avelo. Citaba un pasaje de transición que hace pensar en el monólogo de Hamlet: “La experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacer justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada”. Y acababa apuntando que los líderes republicanos se equivocarían si, en vez de actuar audazmente como los Padres Fundadores cuando declararon la independencia ante un despotismo como el Gran Bretaña, que ya no se podía soportar, se mostraban dispuestos a sufrir prudentemente a Trump pensando que era un mal tolerable. ¿Se producirán las acciones audaces que Kristol y otros reclaman? Faltan cuatro semanas para las elecciones y aún no puede descartarse que el establishment le haga un implante capilar a la ocasión.
A cuatro semanas para las elecciones en EE.UU., ¿qué hará el ‘establishment’?