La Vanguardia (1ª edición)

Londres exhibe la huella de Caravaggio en el arte

La National Gallery de Londres dedica una exposición a la manera en que Caravaggio cambió la historia del arte, y su influencia sobre Picasso, Bacon, Monet, e incluso Scorsese

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Un profano sin particular conocimien­to de la vida y obra de Caravaggio, o cuyo encuentro con el artista haya tenido lugar, por ejemplo, en la iglesia romana de San Luis de los franceses, podría identifica­rlo con imágenes de cristos y santos, y pensar por asociación de ideas que se trató de un santurrón o un mojigato. Pero más bien todo lo contrario. El tal Michelange­lo Merisi fue un buscapleit­os y un pendencier­o, autor de un asesinato, que se habría sentido en su salsa tiempo después en el Salvaje Oeste americano. Un chanta de tomo y lomo.

La exposición que se inaugura hoy en la National Gallery de Londres no está dedicada tanto a Caravaggio (de los 49 cuadros sólo hay seis suyos, entre ellos La toma de Cristo, La cena en Emmaus, Chico pelando una fruta y Muchacho mordido por una lagartija) como al caravaggis­mo, al culto que atrajo entre sus contemporá­neos por ser un rebelde y un revolucion­ario que rompió la baraja y cambió las reglas del juego, hasta el punto de que los teóricos hablan de un arte anterior y posterior a él. Y de la influencia que ejerció sobre Ribera y Rembrandt, Velázquez y Rubens, Vermeer y De la Tour, Géricault y Delacroix, Manet, Picasso y Bacon. Incluso sobre directores de cine como Peter Greenaway o Martin Scorsese. Por su naturalism­o, pero sobre todo por el uso de la luz. La luz, lo mismo delante de un lienzo que de una cámara, lo es todo.

Pero aunque sólo haya seis obras con su firma en esta exposición organizada conjuntame­nte por las Galerías Nacionales de Londres, Escocia e Irlanda, está claro quién es el cowboy que protagoniz­a el western, y quiénes sus comparsas (artistas encomiable­s como Giovanni Baglione, Nicolas Régnier, Gerrit van Honthorst, Orazio y Artemisa Gentilesch­i...). Quién fue el innovador y quiénes siguieron sus pasos. Quién patentó el concepto del claroscuro y quiénes se subieron al carro. Y quién se las ingenió para disfrutar del favor de los papas y cardenales, a pesar de que su comportami­ento no era ejemplar.

Tan poco ejemplar, para ser claros y nítidos como la luz de sus cuadros, que tuvo que huir primero a Nápoles y luego a Malta tras matar (se supone que se le fue la mano) a un hombre en una pelea, cambió de isla y marchó a Sicilia tras participar en otra grave reyerta, y contrajo una enfermedad en el viaje de regreso por barco a Roma que le costaría la vida. Murió con sólo 39 años, pero habiendo cambiado el mundo del arte.

“Cuatro siglos después, Caravaggio todavía conserva el poder de inspirar, de sorprender, de conmociona­r –señala Gabriele Finaldi, el director de la National Gallery de Londres–. Esta exposipros­titutas ción sirve para demostrar cómo sus cuadros, que fueron alabados y condenados en igual medida por sus contemporá­neos, tuvieron un impacto decisivo sobre docenas de artistas de toda Europa e incluso de épocas muy posteriore­s, dando pie a un auténtico fenómeno internacio­nal antes de que se pudiera imaginar tan siquiera el concepto de globalizac­ión”.

Caravaggio desafió el orden establecid­o y los valores morales de la época. Era posiblemen­te bisexual, iba de putas, y utilizaba a las

El pintor se las ingenió para gozar del favor de papas y cardenales a pesar de que mató a un hombre en una pelea y pagaba a prostituta­s

(y a los mendigos y niños de la calle) como modelos para sus cuadros, dando sus rostros a santos y vírgenes sin que el clero dijera esta boca es mía. Disfrutaba del escándalo. Carecía de una formación académica, pero tenía talento a raudales, y no necesitaba preparar un lienzo. Lo improvisab­a, y a veces hasta se metía a sí mismo en el cuadro. Pero el resultado era de una luz y un realismo desconocid­os hasta entonces.

Después de su muerte, en el siglo XVII, se puso de moda el clasicismo rafaelesco, siendo durante mucho tiempo ignorado por completo, y su arte considerad­o como vulgar y depravado, un auténtico homenaje a los excesos. La cena en Emmaus, por ejemplo, fue a parar a la National Gallery en 1839 después de que nadie pujara por él en una subasta. E incluso en el siglo XX, el mismo museo tuvo que ir en contra de los deseos de su director de la época para comprar Salomé recibe la cabeza de Juan Bautista. Únicamente a partir de 1950, y después de que Picasso dijera que quería que su Guernica fuera “tan realista como un Caravaggio”, entró en la categoría de los old masters. Un maestro singular, que raramente decía que no a una buena bronca. Podía ser un diablo, pero pintaba como los ángeles. Si en su obra hubo drama, en su vida todavía más.

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WILL OLIVER / EFE Beyond Caravaggio es la primera gran exposición en el Reino Unido que explora su influencia sobre contemporá­neos y seguidores

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